Eugenio Ibarzabal

A vueltas con la historia

Publicado por el 31 Ene 2011

Primero Túnez, ahora Egipto, ¿mañana?… Una primera reflexión: ahora todos explican lo sucedido. ¿Recuerdan a alguien que lo hubiera adelantado unas semanas antes?… Yo desde luego que no. A la luz de las primeras reacciones, daba la impresión de que los gobiernos occidentales conocían de la situación lo mismo que sabía uno. Es decir, muy poco. Algo parecido sucedió con la caída del “Muro de Berlín”.

– Luego, la facilidad con que se organizan las cosas cuando hay razones de fondo. El “pásalo” es definitivo.

– Ahora acusaremos a los dirigentes europeos de connivencia, que es verdad –nunca he entendido el temor reverencial hacia el gobierno de Marruecos-, pero si rascamos un poco podemos ver en nosotros mismos el pánico que provoca la inseguridad, y más aún en un momento económico tan poco seguro como éste.

– Y por último, la evidencia de que, a veces, hay que echarse a la calle y jugársela, por muy pacifistas y por muy prudentes que digamos que hay que ser en esta vida.

El patriotismo, por muy denostado que esté para algunos, es eso: sacrificio, y esto ha sido así a lo largo de la historia. Nos beneficiamos de las buenas acciones de algunos, a pesar de que los autores, muchas de las veces, hayan terminado pagando por ello. Pero si lo hiciéramos solo por nosotros mismos, seguramente no lo haríamos. La humanidad es maravillosa cuando es generosa, es decir, cuando se da. Y las cosas avanzan cuando algunos se sacrifican en favor de los demás. Piense lo que sucede en nuestra propia familia. Al final, sin ir más lejos, una pareja funciona porque uno de los dos quiere más. Es algo así como asumir que “por mi no quede”.

Hay una pregunta fundamental: ¿qué se debería haber hecho, que no se ha hecho, por parte de Occidente?… ¿Cuál era la alternativa a la política de silencio y connivencia que han practicado los gobiernos occidentales?… Si alguien responde sin haber mantenido primero un buen silencio, no me interesa para nada su respuesta. Pero es evidente que hay gobiernos árabes que nos han chantajeado con el antiterrorismo.

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Leo un par de libros de historia magníficos: “Las Cruzadas”, de Geoffrey Hindley, e “Historia de los judíos” de Paul Johnson. Ambos son libros muy amenos, sencillos, aunque de muchas páginas. No se los recomiendo, o tal vez sí pero después de una explicación. Son libros terribles porque cuentan historias terribles. Uno puede llegar fácilmente a la conclusión de que estamos en un mundo de locos, de una crueldad inaudita, y de que esto no tiene solución. Y sin embargo, en el primer libro, uno retiene el nombre de Saladino y de Luis de Francia, porque en aquella vorágine de muerte y sadismo, hay quienes tratan de minimizar el posible daño. Y por el contrario, uno observa también personajes que complican y agravan la situación aún más de lo que ya estaba. Volviendo al día a día de hoy, ¿no tenemos la impresión de que también sucede lo mismo, al nivel que sea?…. Y es que, en ocasiones, aunque no se sepa bien qué hacer, con tan solo no hacer determinadas cosas, hemos cumplido. A veces se trata de comerte el ego y no estropear la situación todavía más.

El segundo libro, el de la historia de los judíos, todavía me ha impresionado más. ¡Qué poco cristianos hemos sido los cristianos con respecto a los judíos!… Qué horror y qué iniquidad sobre el pueblo judío a lo largo de la historia, por el solo hecho de ser judío. Qué patrañas y cuanta mentira. Y sin embargo, me quiero quedar con lo bueno: con la capacidad de esta gente para, a pesar de todo, innovar, sobrevivir, encontrar nuevos huecos de trabajo y ayudarse mutuamente, a través fundamentalmente de una capacidad de trabajo inmensa. Tiene que haber unos previos para desarrollarse y crecer, solemos decir. Y es cierto: pero esos previos no sé si son unos niveles mínimos de bienestar y seguridad, o la pura necesidad de evitar el hambre, la marginación y la aniquilación más absoluta. Y no sé si se puede crecer si no hay unos valores en nosotros que nos impulsan a hacerlo, a pesar de todo. Y muchos judíos mantuvieron esos valores, tal vez provindencialmente, a lo largo de los siglos.

Más allá de lo que hoy pueda estar pasando en Palestina, un libro que te hace reflexionar.

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Se ha muerto un buen amigo. Cáncer. He seguido el proceso de cerca. Compruebo lo traicionera que es esta enfermedad. El bajón se produjo casi de un día para otro, y luego se fue en una semana, en paz y dando las gracias a los que le rodeaban. Me quedo con dos llamadas de su mujer. La primera, al comprobar el repentino bajón: “no somos nada”… Y la segunda, a los minutos de fallecer, cuando me llamó para decirme: “se acaba de morir”… Y en ambos casos había algo de sorpresa en sus palabras, como diciendo: no puede ser. Fue así. Es así. Siempre es así. Rompiendo todas nuestras planificaciones, expectativas y visiones de la realidad. Y es entonces cuando uno topa con esas auténticas leyes que lo dominan todo y que terminan imponiéndose, muy a pesar de nuestras inútiles quejas.

También me llamó la atención con qué normalidad solemos hablar de las muertes ajenas:”era normal, tenía que lo que tenía, y algún día hay que morir”. Y sin embargo, cómo nos rebelamos cuando somos nosotros los afectados. También vi mucho amor y mucho afecto hacia Iñaki Arrarte, que era como se llamaba la persona que ha fallecido. Y comprobé la satisfacción que da hacer lo que toca en esas circunstancias, por más o menos difícil que sea lo que toca hacer.

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Hemos cerrado la matrícula del II Taller de Innovación Personal en Loyola, en Marzo. Con una sola distribución de mailing, se han cubierto las plazas en dos semanas. 25 personas. Se han apuntado de todos los sectores y ámbitos profesionales. Ha comenzado a funcionar el boca a boca. Es llamativo observar cómo trabaja la red. Satisfacción. El III Taller será del 13 al 15 de Mayo. He pensado alguna vez que tal vez puede ser un regalo que alguien haga a otra persona a la que quiere; de la misma manera que invitamos a un balneario, podemos hacerlo a ir a Loyola y pasar un fin de semana la mar de agradable, con todo perfectamente organizado.

De películas buenas y de películas malas

Publicado por el 19 Ene 2011

Hace unas semanas leí un artículo notable por su honestidad, de Oscar Tusquets Blanca, titulado “¿Cómo pudimos equivocarnos tanto?”…. Se refería a que en los años sesenta escribió un manifiesto contrario a la continuación de la Sagrada Familia. A ese manifiesto se adhirió toda la “inteligencia” de la época, incluyendo a Le Corbusier. Al final decía así: “si hace 50 años se nos hubiese hecho caso, esta maravilla no existiría. Habría permanecido como una ruina o la hubiera terminado un arquitecto de moda en aquellos años”. Este fin de semana me cogí el petate y me fui a Barcelona con el objeto de visitar el templo. A pesar del gentío, sentí una enorme paz en su interior. Su armonía, originalidad, amigable dimensión, profunda religiosidad, equilibrio entre lo moderno y la tradición, y amor por la naturaleza, me sobrecogieron de verdad.
Al tiempo, me venían a la cabeza las palabras de Tusquets: un poco más, y esto hubiera dejado de ser una realidad. La “película” que utilizaron para intentar parar las obras fue que no se sabía lo que Gaudí quería hacer de aquel templo, ya que las maquetas se habían quemado. Era una “película” mala, como se ha visto más tarde. La inteligencia de “la inteligencia”, pues, no era tal. Películas erróneas de la izquierda. Felizmente, no les hicieron caso.

A veces, algunas películas son simples ganas de ser original, pero como solía decir el propio Gaudí: “para ser original hay que volver al origen”. Si alguien deseara entrar en la vida del arquitecto, puede leer el libro de Gijs van Hensbergen, un libro altamente recomendable.

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Se ha publicado un libro que aborda por primera vez con una gran extensión la obra de Reagan, considerado como un gran presidente hoy en América, al igual que Truman o Clinton. Su título, “President Reagan: the Role of a Lifetime”, de Lou Cannon. Al comienzo de su mandato, Reagan decía que la administración no era la solución, sino el problema, y que en consecuencia, había que recortarla drásticamente. Sin embargo, de decir esto y que había que gastar menos, pasó al final de su período a triplicar el déficit que encontró. Películas erróneas de la derecha; no ha existido, hasta ahora, rectificación alguna por parte de los republicanos.
Esta actitud de “hacerse películas” como orientación previa a la hora de analizar los problemas, las cuestiones y las realidades nos trastorna por completo. Me encanta esa expresión de los jóvenes cuando utilizan esa expresión de “qué películas te has montado”… Cuando hoy escucho a algunos, pienso nuevamente en las “películas” que las personas nos montamos, y en los intereses reales ocultos, siempre personales, y del mal que estas películas pueden ocasionar, empezando por nosotros mismos.
Y hablando de “películas malas”: ¿quién defiende hoy las en otro momento mágicas 35 horas?… ¿No fue aquello una “película” más, de la que se beneficiaron los trabajadores con más capacidad de presión, en perjuicio finalmente de las empresas, de las condiciones laborales de los jóvenes y de la economía europea futura en general?… A la vista de lo ocurrido, ¿hay hoy alguien que lo defienda, más allá de los trabajadores del sector público, que fueron los auténticos beneficiados?… Cuando leo en autobuses lo de “Universidad Pública, la Nuestra”, suelo pensar: ¿no será más bien la de algunos pocos?… Películas malas.

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“The Economist” dedica una editorial y un reportaje a los trabajadores del sector público y a sus sindicatos. Su tesis es doble: el sector público es un mundo profundamente conservador, sobre el que es preciso efectuar un trabajo que no es tanto de recortar costos sino, mejor, de racionalizar su trabajo. Se trataría simplemente de exigir a los trabajadores públicos lo mismo que se exige al resto de trabajadores. Nada más. Hay datos elocuentes a propósito de sus condiciones de trabajo: menos horas, más pensiones, más vacaciones y menor responsabilidad. En consecuencia, menor productividad. No es casualidad que, mientras el papel y representatividad de los sindicatos haya disminuido en las empresas de todo el mundo, por el contrario, y al tiempo, se haya incrementado su representatividad en la administración, la de un país y otro. ¿Cómo se entiende que, estando mejor, los trabajadores de la pública demanden todavía más apoyo sindical?… ¿Cómo estando, por poner un ejemplo, los controladores en la situación en la que estaban, siguieran demandando más y más?… Hay quien sacará a colación los derechos adquiridos, pero si ese argumento fuera válido, hubiera sido imposible acabar con los privilegios de la nobleza en etapas anteriores. Aquellos también eran derechos adquiridos.
Mi respuesta es que nuestra ansia de seguridad, una de las peores películas que las personas nos montamos, es insaciable y peligrosa. No es ya solo que algunas demandas sean finalmente inasumibles, sino que no hacen bien ni a las propias vidas de los beneficiados. Echando la vista para atrás, pienso lo bien que me ha venido en el pasado, al menos en mi caso, la inseguridad para poder así crecer, innovar y asegurar luego mi propio futuro. Pura experiencia personal. Así como es angustioso vivir al día, creo que es también angustioso vivir tratando de tenerlo todo agarrado y asegurado. En el fondo, es vivir sin entender nada. Vivir en la falsedad. La vida es todo menos seguridad. Si pasas de exigir seguridad a dar las gracias, la vida cambia de sentido. Hay un equilibrio necesario entre seguridad y riesgo, que depende de cada persona, pero que es fundamental para vivir equilibradamente. Y la prueba del nueve es el absentismo en el trabajo y la “felicidad” de los que acumulan.

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Y hablando ya no de películas malas, sino de películas buenas, no puedo dejar de mencionar “De dioses y hombres”. Emocionante, por muchas razones. Es un ejemplo de buen discernimiento. Es interesante cómo cambian sus semblantes de principio a fin en la película: de la alegría inicial en sus vidas, la tristeza de la desesperación y el miedo luego, hasta la sonrisa que les acompaña a algunos de ellos tras tomar la decisión de quedarse. Es la expresión de que pudiendo haber dos “racionalidades”, y eligiendo en apariencia la más arriesgada, no por ello dan la impresión de estar locos, sino más bien perfectamente centrados y serenos. ¿Por qué digo que la suya es una película buena?…Porque se sabe que van a la muerte, y posiblemente a una muerte cruel, y sin embargo, generan en los espectadores, además de un sentimiento de solidaridad, una admiración profunda: “eso es una vida auténtica”, venimos a decir, casi sin darnos cuenta, al salir de la sala de proyección.

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Aprovechando el tiempo maravilloso, me fui a pasear por la Sierra de Andia. Desde lo alto, pude ver nuevamente las nubes que tapaban algunos de los valles que se hallaban ante mí. Y me dí cuenta que, en lugar de nubes, podría haber dicho “películas”. Me vino la sensación de que todo lo que ambiciono lo tenía allí, delante de mí, a mi disposición, con tal de que no me volviera loco, no me montara “películas”, y no empezara a buscar las soluciones allá donde nunca las voy a encontrar.
¿Ha pensado alguna vez cuáles son sus películas?… ¿Y cuáles de ellas son buenas, y cuáles malas?…. ¿Vd. puede también llegar a decir: cómo pudimos equivocarnos tanto?”…. Yo desde luego sí; lo explicaré en las Memorias que nunca escribiré.

Las Memorias de Mario Conde

Publicado por el 07 Ene 2011

En estas vacaciones he leído “Los días de gloria”, de Mario Conde, libro que recomiendo vivamente. Sé que tiene más de ochocientas páginas, pero para acortar no tienen otra cosa que hacer que pasar por alto los momentos en los que el autor le da por describir la naturaleza del entorno geográfico que le rodea y se queda prendido de una cierta recreación ecológica. No se van a perder nada, se lo aseguro. Pero del resto, todo, absolutamente todo, de verdad, tiene interés.

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– Se trata de una historia entre doce personas. Sólo que son las doce que, en principio, mandaban en aquel tiempo en España. Esa es la única diferencia con lo que nos sucede a Vd. y a mí, que si tuviéramos que contar nuestra vida, también nos centraríamos en otras doce personas fundamentales en nuestra vida. Y digo que es la única diferencia porque Mario Conde nos lo dice con claridad: “tenía que ver, comprobar, sentir y vivir cómo las grandes decisiones financieras, los grandes asuntos del mundo económico y empresarial, no se diferencian las más de las veces de las técnicas propias de un trato de feria. Y es que los humanos somos lo mismo vestidos de financieros, de políticos, de feriantes, de cómicos o de escritores… Somos hombres pequeños, tomando decisiones basadas en motivos pequeños que afecta a colectivos grandes”… Mi experiencia como analista y actor político es exactamente la misma.

– No es un mundo de empresarios, sino de propietarios, un mundo de propietarios que tratan de comprar barato y venderlo más caro. Nada más. En eso consiste su valor añadido, su único criterio y su sentido del trabajo. No hay gestión interna de la organización, visión de producto nuevo, ni satisfacción de clientes, ni mucho menos creación de riqueza y empleo. Si en algún momento se contempla trabajo de mejora interna en la empresa es tan solo como preludio para poder luego venderla mejor.


– Uno se imagina lo que tiene que ser trabajar con este tipo de gente, y estar en la mitad del sandwich que forman propietarios avariciosos y trabajadores pasivos y exigentes. Un placer: da la impresión de que, en ese ambiente, el único que piensa en el futuro de la empresa es el gerente de turno. Así se entiende la situación actual de la economía española.

– Hemos hablado de una docena de personajes, pero es que no se salvan más que dos o tres. Las descripciones que el autor hace de Juan Abelló, Mariano Rubio, Jesús Polanco, Sanchez Asiain, Felipe Gonzalez, Jose M. Aznar, Sabino Fernandez Campos, Miguel Martin, Luis Angel Rojo, Narcís Serra, Carlos Solchaga o Adolfo Suarez son para preguntarse: si todo eso fuera verdad, ¿en manos de quiénes hemos estado y/o estamos ahora?….

– El principal aludido y denunciado es Juan Abelló. En el fondo, es una historia de dos. Y a mi juicio, una venganza. ¿Recuerdan lo de que la venganza se sirve en un plato muy frío?… Pues el libro es eso.

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La vida que Conde lleva desde que triunfa es realmente patética. Dirá, contará y explicará sesenta veces que logra ser muy rico. La conclusión que surge de inmediato es que si ser muy rico implica llevar semejante vida –y no estoy hablando del hundimiento final, ni del descrédito y cárcel posterior, no, sino de los propios días de gloria-, mejor no serlo. Hay un momento en que su primera mujer, Lourdes, que parece la realmente inteligente de la pareja, le viene a decir que aquello no compensa. O como diría el propio Mario: “eso de vivir en el mundo financiero se estaba convirtiendo en un dolor de dolores… ¿En quién podía apoyarme?… La soledad era mi compañera, tal vez no preferida pero inevitable”…

– En casi ningún momento parece el autor ir por delante de los acontecimientos. Simplemente reacciona. Es como un vértigo en el que se ve metido, y que finalmente lo lleva por delante, a pesar de su dinero, de su inteligencia, de sus avales y de sus conocimientos como abogado del Estado.

– Estamos en un mundo en el que se afirma y reafirma que si no se vende lo que haces es como si no hicieras nada. O te haces visible, o lo que hagas no sirve de nada, se nos viene a decir. El libro es el mejor ejemplo que yo haya visto en mi vida de que la tan estimada visibilidad tiene también sus inconvenientes. En realidad, Conde cae por eso: por su excesiva visibilidad. Y la impresión que da es que podría haber permanecido si hubiera logrado estar menos expuesto: su exposición pública le hizo exponerse mucho. Juego con las palabras a conciencia.

Uno no entiende cómo el Vaticano se expone tanto con él. Les tenía por más prudentes. Tampoco se entiende esa obsesión de Mario Conde por vincularse a la familia real, a no ser que en el fondo pensara que sería la única protección que le quedaba. Buscaba tal vez un cierto aval, llegado el momento. Pero lo cierto es que no le sirvió de nada. O tal vez pensó en manipular, y fue él quien resultó manipulado.

– El autor critica lo que Conde llama el Sistema, pero él se integra, participa y se comporta como si de la expresión más genuina del Sistema se tratara. Hay un algo de sonrojo el que provoca cuando habla de todo ello.

– Gana mucho dinero, con ello compra muchos enemigos, y estos le hacen caer. Un negocio redondo.

– En el fondo, el Consejo de Banesto es un fiel reflejo de lo que es la sociedad española actual. Observen una descripción efectuada por el propio actor: “Vivir en Banesto… se está convirtiendo en una guerra continua. Cada vez que tratas de racionalizar algo, indefectiblemente afectas a los intereses personales y patrimoniales de algunos que durante tantos años han vivido sin problemas sobre la base de una especie de do ut des latino. En el mismo momento en que cualquiera de ellos veía peligrar su posición…te declaraban la guerra…. No me molestes, no te molesto”… ¿Les recuerda algo en sus respetivos entornos y organizaciones?…

– Un mundo exclusivamente de hombres, donde las mujeres simplemente se entretienen porque son entretenidas. La descripción de las reuniones en las fincas es definitiva al respecto.


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Es muy claro que él ha tenido que haber llevado un diario durante años para escribir lo que ha escrito. La precisión en muchas ocasiones es realmente enorme. A favor de él hay que decir que es sorprendente cómo ha salido de la cárcel. Hay algo que le ha mantenido firme; tal vez el orgullo y la rabia, que le han llevado a no dar gusto a sus enemigos y no terminar como la piltrafa humana en la que le hubieran querido convertir.

Un libro para leer, reflexionar y sacar conclusiones, válidas para todos, más allá del trabajo, el mundo financiero, la riqueza y el poder. En definitiva, parte de la naturaleza humana en pequeñito. La peor. Lo que me resulta incomprensible es que siga diciendo que ha cometido errores pero que no se arrepiente de nada. A la luz de lo que sucedió, en lo fundamental, y más allá de lecciones morales, que no me corresponden ¿seguiría Conde haciendo nuevamente lo mismo?…. ¿Hubiera hoy orientado su vida de la misma manera?… ¿El único consejo que valdría es el que repite una y otra vez: no mezclar la amistad y el trabajo, y tener cuidado con las personas inestables emocionalmente?… En todo caso, Conde nos ha hecho un gran favor al escribir este libro. Me ha traído muchas cosas a la memoria. Algunas ya olvidadas. Todas malas, por cierto. No puedo dejar de traer una: “no pueden resistir –grábate esto con letras de fuego-, no pueden resistir que la gente triunfe sin que ese triunfo haya sido bajo sus auspicios”. Es verdad, algunos son así, y sé de lo que hablo. Pero de lo que disiento totalmente de Conde es que la vida y la historia no se rigen por la teoría de la conspiración. Creer en ello no lleva sino a vivir conspirando.

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He visto una película que recomiendo: “El discurso del Rey”. Me parece una lección de desarrollo personal, y en ese sentido, uno se queda con un agradable sabor de boca. Pero la cuestión que me hizo pensar más fue la siguiente: el rey consigue su objetivo de hablar en público y triunfa sobre su tartamudez en la medida que deja de ser rey, se comporta como un personaje normal, se deja tutear, tutea a su vez, hace tonterías, rompe consigo mismo y, en definitiva, abandona, aunque sea por momentos, su propia imagen. Para aprender hay que desaprender, y lo primero en desaprender es posible que sea la imagen de ese alguien que todos llevamos dentro. ¡Y qué bien se queda uno después!…

Desde Italia

Publicado por el 20 Dic 2010

Vuelvo de Italia donde he estado desconectado del mundo durante quince días, trabajando con cuarenta líderes de todo el mundo, pertenecientes a una orden religiosa femenina. Primero en Roma y luego en Orvieto, una pequeña localidad en la Umbria, a medio camino entre Roma y Florencia. Decir que es preciosa es muy poco. Su catedral es maravillosa, lástima que tan sólo pudiera entrar en un día un tanto tristón, porque la luz del sol, al entrar en su interior, la convierte en un espectáculo completamente diferente.

En el centro de las luchas entre güelfos y gibelinos, Orvieto pasa más tarde a ser parte de los Estados vaticanos, luego del imperio napoleónico, es autónoma por un tiempo, para entrar finalmente a formar parte del estado italiano. De su etapa bajo el papado, le ha quedado un resabio fuertemente anticlerical y de izquierda. Y allí, en un centro de retiro llamado San Ludovico, me he visto facilitando varios grupos de trabajo en tres lenguas, lo que ha constituido para mí una auténtica inmersión en el interior de una organización religiosa.

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No puedo negar que algunas de las personas que he conocido me han impresionado vivamente. No hablaban de pobreza, sino que vivían pobremente. No hacían referencia a la opción por los pobres, sino que uno podía fácilmente imaginarse que allí donde estaban eran unas más de ellos. Pudiendo estar fuera de la congregación, seguían dentro. Mientras con la misma edad, por ejemplo en nuestro país, podían estar viviendo cómodamente jubiladas, seguían viviendo con pasión su compromiso de juventud.

A pesar de encontrarme con niveles culturales, países, historias y lenguas diferentes, lo cierto es que a algunas de ellas me parecía conocerlas de toda la vida, y a otras no. Había con quienes uno conectaba de inmediato, y otras con las que no llegué a conectar en ningún momento.


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Al mismo tiempo observé la diferencia de ritmos al trabajar, lo que ya había advertido al facilitar equipos de alguna otra organización religiosa. Hay otra cadencia, mucho más lenta, y sobre todo, una manera distinta de tomar decisiones y avanzar. Su manera de discernir es otra. Ante eso solo cabía por mi parte respetar lo que tenía delante, asumir la realidad y comerme el ego, un ejercicio que siempre viene muy bien.

Hubo momentos de crisis y momentos de luz, aunque no fui capaz de preverlas; me sorprendieron, en un caso y en otro. También observé la dificultad de soltar prejuicios, congeniar y trabajar juntos laicos y religiosos. Por ambas partes.

Mi mayor sorpresa vino al final, con las africanas. Además de sus tres idiomas originales, hablaban francés y algunas se entendían en español y en inglés. Seis idiomas. Su capacidad para ver la vida con alegría, a pesar de vivir entre guerras de una ferocidad inaudita, hacía que los problemas de la sociedad en la que yo vivía quedaran simplemente en nada. Pero lo más curioso es que, tras escucharme, me invitaron a trabajar con ellas en Congo y Tanzania. Les dije que tenía miedo de que, al no conocer nada de su cultura, mis consideraciones y experiencias les fueran poco útiles. Me contestaron que me habían escuchado atentamente y que su invitación era la mejor respuesta. Cuando observaron que tenía otro tipo de miedo, me dijeron:
“Estamos en guerra, es verdad; pero si sucede algo te vestimos de sacerdote y nos vamos a la selva”… Y se rieron. Se reían siempre, por cualquier motivo. Esta vez noté que se reían de mí, un rico europeo asustado.

Siempre me ha parecido que hay un planeta de la mejora, donde las claves no son las edades, ni las ideologías políticas, ni el género, ni los ambientes culturales de las personas. Lo que nos une a algunos es simplemente la pasión de mejorar.


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Vuelvo a casa y pregunto por las últimas noticias de los periódicos. Unos cuantos fallecimientos y cuatro chismes. Leo algún periódico de hace unos días y observo que lo que dice ya no vale. Me doy cuenta de la frecuencia con que me alimento de informaciones que, a la semana, ya no valen; publicidad interesada de unos y otros presentada como información de “vital interés” para mí.

No tengo una opinión formada sobre Wikileaks. Por una parte veo un canto a la mayor transparencia informativa, que comparto, pero por otro, leyendo la historia de Julian Assange, lejos de una lucha por la transparencia, veo un intento de destruir el sistema. Y la verdad es que apelo a la prudencia. No me gusta el sistema actual, pero no estoy dispuesto a echarlo a la basura sin saber cuál es la alternativa que me proponen. Se pueden discutir los niveles de transparencia, pero pongo por delante que no creo en la transparencia total. Y si queremos controles para financieros, también los necesitamos para aquellos que puedan hacer de la transparencia un medio para cometer cualquier barbaridad. No se trata solo de conseguir el bien, sino, en ocasiones, simplemente, de evitar el mal.

Es muy posible que el libro que prepara el entorno que recientemente se ha separado de Julian Assange, nos pueda dar más luz al respecto. En todo caso, hay un antes y un después tras lo ocurrido con Wikileaks.

Xabier Lete

Publicado por el 07 Dic 2010

Xabier Lete fue un compañero y amigo en grandes momentos de mi vida, y creo también que de la suya. En algún momento, casi no me acuerdo por qué, nos distanciamos. A ambos nos ha quedado una conversación pendiente. Me da mucha pena reconocerlo.

No me acuerdo cómo nos conocimos, pero trabajamos juntos en “Garaia”, en “Muga”, le dediqué el libro con Koldo Mitxelena e hicimos y firmamos juntos la llamada “Carta de los 33”. Recuerdo muchas entrevistas que hemos realizado juntos, a Julio Caro, a Antonio Tovar e incluso al mismísimo Jordi Pujol, en una agitada jornada en Barcelona. Eramos asiduos a la casa de los Baroja, “Itzea”, en Vera de Bidasoa. ¡Me he reído tanto con Xabier!… Cuando la gente de ahora vea sus fotografías tal vez pueda obtener de él la impresión de un hombre serio y triste. Pues no: era de las personas con más sentido del humor que yo he conocido. Una sobremesa con él era un auténtico placer… Entre otras cosas, porque era un gran actor.

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Cuando echo la mirada atrás, observo una trayectoria parecida. Siempre fuimos contrarios a todo lo que significaba violencia, no ahora, ni hace treinta años, cuando escribimos la “Carta de los 33”, sino desde siempre. Cuando se escriben tantas barbaridades a propósito de los vascos y el terrorismo, convendría recordar a gente como Lete y tantos otros, que rechazaron la violencia incluso en momentos en que todo parecía estar justificado, como fue el Proceso de Burgos. Sí, en este país no todo el mundo enloqueció; lo que ocurrió es que hay momentos en que los locos parecen protagonizarlo todo. Es más, cuando estábamos a la búsqueda de firmas para aquel primer documento contra el terrorismo, encabezado por Jose Miguel Barandiarán -un hombre que tuvo siempre las cosas muy claras-, hubo personas a las que no fuimos porque presumíamos que no firmarían dadas sus posiciones públicas, y otros que rechazaron firmar. Pues bien, algunos de ellos parecían echarnos en cara, años después, nuestra pretendida “debilidad” contra los violentos. Aguantamos primero a unos y luego a otros… Lete tuvo que dar la cara en su propio pueblo y pasar por más de un mal rato por parte de algunos de sus vecinos.

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El estaba en un mundo de actividades y yo en otro, pero a ambos nos unió muy pronto el tratar de conocer las razones del comportamiento político y cultural de lo mejor de las generaciones anteriores. Ambos aprendimos juntos. Y nos comprometimos políticamente juntos, trabajando durante algún tiempo en la administración. Luego yo corté con casi todo, volcándome en la consultoría, y él se volvió a la poesía, que fue su expresión más genuina y donde sin duda quedará lo mejor de lo que hizo. Y para siempre.

Pero la sorpresa vino al final: aunque ya lejos, uno podía observar que los dos sentíamos el mismo proceso de interés hacia un judío que vivió hace dos mil años. No sé si él lo pudo apreciar; yo desde luego que sí. Estando separados, seguíamos juntos. Las sorpresas que da la vida. Pero de esto último nunca pudimos hablar. Tal vez de lo más importante. Y no pudimos decirnos que ambos habíamos descubierto, a la vez, que lo que realmente importa en esta vida es el amor y la amistad, que es otra forma de amor, y que el resto es vanidad. Que muchas de las batallas en las que habíamos participado no aguantaban con el tiempo, pero que, sin embargo, batalla tras batalla, estábamos llegando a conocer de qué iba de verdad la guerra.

Miguel Hernandez se enteró por los periódicos que Ramón Sijé había muerto. Llevaban mucho tiempo sin hablar con él, se habían distanciado, y tal vez lo que más le dolió es que había quedado una conversación pendiente. A mí me ha pasado lo mismo. Pero la tendremos Xabier, te aseguro que la tendremos. Y nos volveremos a reír. Estoy absolutamente seguro de que descansas en paz. Te lo has merecido. Conocerte ha sido una de las cosas importantes que me han sucedido en la vida.

La Teoría de la Conspiración

Publicado por el 29 Nov 2010

Cena con una buena pareja de amigos en casa. Terminamos discutiendo. Surge un argumento que no comparto: la teoría de la conspiración, y además supongo que me sale el ego. Pero lo explico.
Ha quedado como si fuera lección aprendida que toda la culpa de lo que nos sucede, desde el punto de vista económico, es responsabilidad de eso que se llama “los mercados”, y que además están geográficamente muy lejos de nosotros. Es una explicación perfecta para ser asumible por la naturaleza humana porque:
– es simple y fácilmente entendible,
– tiene culpable único y claramente identificable,
– nos exculpa a todos los demás,
– nos evita responsabilizarnos,
– y nos hace pasar por buenos contra los verdaderamente malos.
Poca simpatía siente uno por los bancos, la verdad, y a tenor de lo ocurrido, una de las consecuencias que se obtiene es aquello de que “la avaricia rompe el saco”. Además de que muchos de los que hablan de eficacia y eficiencia –hay que citar las dos porque en caso contrario no estás al loro- han demostrado ser una panda de incompetentes.
Es obvio que hay un chantaje por parte de los bancos. Pero demos un pasito más: si a uno le dicen que determinada entidad se ha ido al garete y con ella sus ahorros de toda la vida, ¿exigirá la intervención y el apoyo de la administración, o seguirá quejándose de lo injusto de la posible ayuda y pedirá que no se haga?…
Confío que nuestros buenos amigos, a los que queremos mucho, vuelvan a querer cenar con nosotros en nuestra casa.

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A mí me parece que el origen de esta crisis es que hemos gastado más de lo que teníamos: personas normalitas, empresas, administraciones y bancos. Cada cual en su proporción. Ahora tenemos deudas, y los que tienen se aprovechan de los que no la tienen, entre otras razones porque temen la posibilidad de no reembolso. Vemos la necesidad de regular, pero en el fondo se advierte de que es muy difícil poner vallas al campo, porque regular significa también constreñir.
Por otra parte, no hay quien tenga demasiada autoridad moral para influir. Hace unos días, en una reunión sobre innovación en Bilbao –una más-, un ex alto responsable de un banco muy conocido, empezó a dar lecciones a un público mayoritariamente de gente joven sobre lo que había que hacer. Un joven se levantó y le preguntó por los millones de euros que se había llevado como remuneración antes de abandonar el banco. El ex responsable, que al parecer no esperaba la pregunta –lo que ya es un síntoma-, contestó que este tema era una cuestión privada que nada tenía que ver con los objetivos del evento.
En más de un momento, y dado el pesimismo actual, a uno le viene con frecuencia la impresión de que en España, o bien interviene Europa o no hay nada que hacer. Por sí misma, no se mueve.

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Leo el libro de Benedicto XVI. Con él siempre me ha pasado lo mismo: se puede o no estar de acuerdo, pero no dice tonterías. Lo que dice está pensado y argumentado, aunque en algunos momentos a uno le quede la duda sobre lo que la Iglesia “puede o no cambiar y sobre qué”. Ciertamente, no soy doctor y Ratzinger tiene la máxima autoridad para opinar. Leyendo el libro, me ha quedado también la impresión de que algunas perspectivas, cuestiones y debates que nos planteamos son muy europeos, y que lo vemos todo con un prisma muy de aquí. Lo que ocurre es que, como creemos que nuestro prisma es el prisma con el que verán en el futuro los países subdesarrollados, pensamos que lo que nos ocurre a nosotros es lo que les va a pasar a ellos dentro de un tiempo. Tal vez sí o tal vez no. El tiempo lo dirá.
Me ha llamado la atención la reacción de la Conferencia Episcopal. Se está dando, a mi juicio, una cierta suplantación del papel de los obispos. Utlizaremos palabras de Ratzinger en el libro “Informe sobre la Fe”. Dice así: “El decidido impulso a la misión del obispo se ha visto atenuado, e incluso corre el riesgo de quedar sofocado, por la inserción de los Obispos en Conferencias episcopales cada vez más organizadas, con estructuras burocráticas a menudo poco ágiles. No debemos olvidar que las conferencias episcopales no tienen una base teológica, no forman parte de la estructura imprescindible de la iglesia tal como la quiso Cristo; solamente tienen una función práctica, concreta”… La edición del libro es de 1985.

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Acudo a una conferencia de Juan Vallejo sobre la ascensión al Broad Peak, efectuada el verano pasado, en compañía de Zabalza e Iñurrategi. Me inspira. Me agrada el tono con que lo explica, su humanidad, su humildad, su serenidad. Es tan evidente que hacen lo que dicen… Transmitió paz porque supongo que está en paz. Me llamó la atención que disculpara a los medios de comunicación por el poco aprecio que hicieron de esta extraordinaria ascensión al estilo alpino. Vino a decir que lo entendía por no estar obligados a conocer y distinguir las dificultades en la montaña. Alguien le tuvo que recordar en público que no fuera tan humilde, que no diera la impresión de que aquella ascensión, peligrosísima, había sido tan sencilla y fácil como lo había contado. Le felicité al final. Me hace bien escuchar a gentes que están bien consigo mismos. Días antes, otro loco maravilloso -es decir, un auténtico cuerdo- Sergi Ricart, me dejó con la misma impresión. Gracias a los dos.
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Y puestos a recordar, no puedo menos de hablar de Carmen Martinez Bordiú. Pues sí. Le escuché en uno de estos programas rosas, y me llamó la atención la claridad con la que habló de lo que entiende como su relación de pareja. Ella dice ser muy franca y sincera con sus partners: si se cansa o hay otro, se lo dice, corta y no engaña. Su lema viene a ser: “es lo que hay, lo tomas o lo dejas”… Me recordaba la actitud de “los mercados financieros” con respecto a los deudores… Imaginé que es plantearse la relación en términos de oferta y demanda, y en definitiva de poder. Espero no haber interpretado mal y vaya por delante mi respeto. Pero uno se imaginaba el balance final de una vida planteada con ese criterio. Alguien al lado me decía que ese es el mejor camino para terminar solo. El tiempo lo dirá, pero algo me dice que a la larga resulta más práctico ceder y compartir. Es una opinión.

Felipe II y el liderazgo

Publicado por el 22 Nov 2010

El libro de Geoffrey Parker sobre Felipe II es impresionante. La pregunta es: ¿el contexto ideológico de la época puede aminorar en algo la trayectoria de una persona que, a la luz de los ojos de hoy, no puede ser vista sino como un ejemplo de manual de fanatismo, crueldad, despilfarro y malicia?… Las personas no son lo que dicen que hay que hacer, sino lo que realmente hacen. Hay quienes no manifiestan sino buenas intenciones, mientras que sus actos nada tienen que ver con ello. Y hay otros que son ejemplo de lo contrario: en apariencia dicen barbaridades, pero luego sus actos los desmienten. Felipe II, a la luz del libro, es más bien un ejemplo de lo primero.

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Observemos lo que caracteriza su estilo de liderazgo:
– ¡Es tan evidente que no puede con todo!… Las responsabilidades –léase, conflictos en los países bajo su dominio- le superan por completo. Pero si en algún momento duda no es exactamente a propósito de ceder lo que tiene, sino más bien en aumentar aún más sus posesiones. Jamás reconocerá sin embargo sus limitaciones.
Lo personaliza todo. Es Dios, yo y mi reino. Todo es lo mismo, es decir, yo. No hay distinción alguna. Sus intereses son los de su reino y los de Dios: “perdiéndose la religión, yo perdería mys estados”.
– Su relación con los demás. El resto de los seres vivos, aunque sea el ministro más cercano y poderoso, son sus siervos. Literal. Y con respecto a otros reyes de la época, nadie puede ser más que él. Si el otro lo pone en duda, es un enemigo. La estabilidad pasa por estar encima de todos.
Lo controla todo. No delega nada. No llega, pero trata de entrar en todo. Nada se mueve sin su visto bueno o sin que haya partido de una orden o sugerencia suya.
– Como no llega a todo, tarda en decidir y prima los detalles mínimos (“menudencias”) por encima de lo fundamental, que se retrasa más y más.
– Guarda las formas en un primer momento, pero la amenaza es la alternativa para los que no quieren obedecerle.
– Su crueldad puede llegar a límites insospechados, especialmente con los más débiles y con los que pueden comprometerle de alguno u otro modo. El Duque de Alba no hace sino el “trabajo sucio” que Felipe II desea y sugiere.
– La ideología domina sobre las realidades financieras. Gasta sistemáticamente el doble de lo que ingresa, se endeuda hasta límites irracionales, incumple con sus deudores, y explota ya no sólo a las colonias sino también a sus propios compatriotas.
– No es fiable en sus manifestaciones y acuerdos, escritos o verbales, toda vez que es partidario declarado de la simulación y el engaño.
Enfrenta constantemente a los suyos: dice una cosa a unos y otra a otros, de tal modo que los tiene confundidos, a fin de tenerlos controlados en todo momento.
¿Creen que tenía alguna posibilidad de que, finalmente, las cosas le salieran bien?… ¿Era su época o era fundamentalmente cómo era él?… ¿No era una época en que le estaba permitido todo, y que sacó lo peor de él?…
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Tenía, para desgracia de todos, un gran valor: era un gran trabajador. Obsérvese esto: si uno es soberbio y tonto pero vago, el mal que puede hacer es mucho menor que si además de soberbio y tonto, se es un gran trabajador y para colmo se goza de buena salud. Y Felipe II no hacía otra cosa que trabajar, a conciencia, y además murió cumplidos los setenta.
Todo era, según él, cumplir la voluntad de Dios; pero si todo le fue saliendo mal, como así ocurrió, debería haber llegado a sospechar que Dios no estaba demasiado contento con lo que hacía. Sus últimos meses fueron horribles y su muerte nada recomendable para el peor de sus enemigos –se fue pudriendo, literalmente-, pero no se sabe si llegó a preguntarse si más que hacer la voluntad de Dios no era más bien la suya la que había tomado en cuenta a lo largo de toda su vida, y lo que le estaba sucediendo no era, en consecuencia, sino un castigo en tierra.
Ganó algunas batallas, sí, pero finalmente no ganó la guerra y arruinó a su país. Si hubiera dejado la sociedad española y europea tal y como se la encontró, y el dinero que recibió de América lo hubieran aprovechado las escasas clases productivas, a las que ignoró y reprimió, España hubiera sido mucho más rica, su patrimonio más abundante y sus gentes no hubieran tenido que sufrir viendo a miles de sus hijos morir de hambre, o en guerras y contiendas navales de una crueldad inaudita.
Si alguien me preguntara: ¿pero es que no había nada bueno en este hombre?… Pues eso, que era muy ordenado, muy limpio, trabajador, y que además construyó El Escorial… Hubo tal vez algunos años en que, incluso, fue amable con la cuarta de sus mujeres, Anna de Austria.

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¿A dónde quiero llegar, pensarán algunos?… Estoy seguro de que al describir a Felipe II más de una persona habrá recordado a otra más cercana en el tiempo, un personaje histórico reciente o incluso a alguien al que ha conocido bien… y no precisamente para bien. Y sin embargo…
Y sin embargo se puede dar un paso más, preguntándonos qué hubiera hecho uno en su lugar, sabiendo que:
– hiciera lo que hiciera, nada malo me podía pasar.
– nadie me reprocharía nada.
– todos los de alrededor justificarían mi errores.
– atentar contra el rey fuera sinónimo de recibir una muerte horrible.
– la ideología oficial era capaz de tragar con todo.
– o dicho en otras palabras, soy un ser que no tengo límites en esta tierra.
Se reconocerá que, si bien al principio rechazamos su actuación, cuando nos imaginamos más y más metidos dentro, y nos preguntamos si somos capaces de asegurar que no hubiéramos hecho nada de todo eso, una voz interior nos viene a decir: “mejor callar y no juzgar”… E inmediatamente nos centramos en hacer lo que toca en lugar de criticar a otros.

Tras la visita del Papa

Publicado por el 15 Nov 2010

Veo desde el despacho que el otoño se ha hecho evidente, y con él esa cierta sensación de que la vida tiene mucho más de circular que de horizontal. Y tiene su importancia, porque si de horizontal se trata, inmediatamente vemos el pasado, el presente y un futuro que se nos abre. Pero si lo observamos con una visión circular podemos ver la vida como una repetición de círculos que se abren y que se cierran; las estaciones del año, el día y la noche, el nacer y el morir, el trabajo que se inicia y que se concluye, aprender y enseñar, enfadarse y alegrarse.

Y así la vida se entiende mejor, o al menos así lo creo yo. Es como una serie de oportunidades constantes que la vida nos ofrece, que se abren y que se cierran. Si las aprovechamos y aprendemos de cada círculo de la vida, pues bien, y si las desaprovechamos, con el recuerdo de los agravios del pasado o enredados con las expectativas que nos hacemos del futuro, peor para nosotros. Mientras tanto, se trata de liberarnos de todo lo que sobraba en el círculo anterior e ir descubriendo lo fundamental, la verdad de las cosas y fundirnos luego con ellas. Vivir es quitar lo que sobra. Y sobra tanto… Un criterio para saber si avanzamos es si, de repente, tengo más tiempo que antes.


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Leo los comentarios tras la visita del Papa. Hay un cierto interés por parte de algunos en recalcar las cifras de recibimiento menores a las esperadas y explicar, ya no solo dicho recibimiento sino la asistencia a los templos, en función de los temas de siempre: preservativos, papel de la mujer en la iglesia, aborto y vinculación con la derecha política. Observo también la utilización de católicos denominados progresistas en reportajes que no pretenden sino atacar en definitiva a su Iglesia. Sólo se les llama para eso. El caso del teólogo J.J.Tamayo es evidente. En todo caso, hay algunas preguntas que me hago:

– ¿de verdad creen algunos que si la jerarquía de la iglesia católica cambiara de posición con respecto a esos temas, las gentes volverían a los templos y recibirían más y mejor al Papa?… ¿Es en esos temas donde reside el auténtico debate?…
– ¿qué significa adaptarse y qué es lo esencial que hay que mantener?… Y si nos encontramos con que lo esencial no es adaptable, ¿qué toca hacer?…
– ¿alguien cree que las palabras de Zapatero con respecto al Papa en la campaña de Cataluña son un ejemplo de convivencia y de respeto?…
– ¿no creen que la división de la iglesia en Gipuzkoa y Bizkaia no es un ejemplo aún más descorazonador?…
– ¿no creen que acusamos de soberbia y, sin embargo, rebosamos de ella?…

A Galileo le condenaron por decir que la Tierra giraba en torno al Sol, y no al revés. Creo que ahora son muchos los que piensan que el universo entero gira en torno de uno mismo, y que es el universo el que tiene que acomodarse a la persona, y no al revés. Creo que es cuestión de ver bien lo que se tiene delante, aceptarlo –nos guste o no- y en definitiva de entender que, simplemente, hay previos que se nos escapan. “Armonía no hay más que una”, decía Marco Aurelio. Y añadía algo más: “Lo que está fuera de mi inteligencia, ninguna relación tiene con la inteligencia”…

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Leo muy a gusto una entrevista con Tim Hunt, premio Nobel de Medicina, un hombre al que no hay más que verle sonreír para darse uno cuenta de su humanidad e inteligencia. Algunas ideas que subrayo:

– Al preguntarle porqué otros no descubrieron lo que él descubrió, contesta: “por sus prejuicios… No están dirigiendo la pregunta hacia donde deberían”.
– Sobre la propia investigación, “los científicos tienden a pensar que tienen algo así como un derecho divino para su investigación, pero yo no lo veo tan claro”.
– Sobre el dinero: “toda mi vida me ha molestado cuando tenía demasiado dinero o me pagaban mucho. Me hacía sentirme muy responsable hacia quien me pagaba y al final creo que sólo debes ser responsable ante ti mismo. Eso quiere decir que debes ser pobre y honesto”.
– Sobre los Premios Nobel: “muchos son muy vanidosos; otros modestos en exceso”… Es decir, que también el ansiado premio saca lo mejor y lo peor de cada uno.

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No he olvidado lo de Felipe II, pero es que tiene mil páginas, y entretanto mi amiga Olga me ha recomendado un libro de Delibes que me ha divertido mucho: “Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso”. Me ha debido de conocer…

A propósito del entretenimiento

Publicado por el 08 Nov 2010

La persona es un ser que necesita estar entretenido: es el “pan y circo” de los romanos, en este caso el circo. Necesitamos ocupar el tiempo y justificar así nuestra existencia. La cuestión es en qué. Y es sabroso observar cómo justificamos eso que hacemos, no como un interés personal, sino como si de un interés general se tratara. O dicho en otras palabras, es la mar de curiosa la película que con frecuencia nos montamos.
Les recomiendo que traten de hacer el siguiente juego: cada vez que contemplen una queja o reivindicación, observen cómo, en el fondo, hay un interés personal que, sin embargo, se presenta como si de un interés más o menos público se tratara. Y en todo caso, observarán como se aduce una razón de carácter moral. Identifiquen un ejemplo, analícenlo y verán.
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Un ejemplo interesante es la de algunos funcionarios. Mi experiencia de trabajo con ellos me indica que pocos trabajadores están igual de bien, y sin embargo, en pocos lugares se advierte un absentismo mayor, señal inequívoca de malestar, desmotivación y fraude. Están metidos en una carrera por la seguridad y la comparación con el de al lado, carrera que en sí mima no tiene fin ni ofrece solución definitiva alguna. Muchos de ellos, nunca terminarán de estar finalmente bien: siempre habrá algo que se les debe. Y es que algunos están entretenidos en cosas malas. No hay proyecto personal ilusionante, ni ganas de servir a un receptor, ni resultados a conseguir, ni algo que mejorar, ni reflexión que hacer, ni nada que cambiar en el propio trabajo, razones todas por las que suelen estar satisfechos los buenos funcionarios, que son un montón.

Obsérvese como la mejora de la calidad del servicio, que es lo que se aduce en teoría, esconde con frecuencia la mejora de las condiciones laborales de los que trabajan en ese servicio. Decimos una cosa, pero en el fondo es otra. Unos están entretenidos en cosas buenas y, aunque el trabajo sea duro, saben lo que es la satisfacción, mientras otros están entretenidos en cosas malas y no hay más que verles la cara y escuchar su “agradable” conversación. Como prueba, la diferencia de cómo dicen que iban antes a trabajar y cómo van ahora, al cabo de unos años. Y uno se pregunta: ¿ha cambiado el trabajo o has cambiado más bien tú, porque, en principio, las condiciones actuales son mejores que las de antaño?…

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Unas preguntas formidables son las siguientes:
– ¿En qué estás ahora entretenido?…
– Y eso en lo que estás, ¿te hace bien o te hace mal?…
– Y si te hace mal, ¿por qué no lo dejas?…

Acabo de ver una película que no vale gran cosa, pero como la actriz es Juliette Binoche, uno deja de ser objetivo y acude sin dudar. Se llama “Copia certificada”. Y al final nos preguntamos: ¿por qué se entretienen los protagonistas en hacerse daño, en lugar de pasar un estupendo rato juntos?… Misterios de la vida: pues porque somos así.

Tengo para mí que si de algo son responsables los sindicatos es en focalizar a las gentes hacia unas dinámicas de comparación y egoísmo que hacen, a los que dicen defender, más infelices aún de lo que eran antes de iniciarse la reivindicación.

Me ha llamado la atención con las huelgas en Francia la actitud de los estudiantes. Decían salir a la calle porque si se alargaba en dos años la edad de jubilación, ellos se incorporarían dos años más tarde al mercado de trabajo. Es algo así como decir: “quítate tú para que me ponga yo”. Eso sí, el discurso hablaba de solidaridad con los derechos de los trabajadores. Mal entretenimiento el suyo.

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Cuando repaso el mejor momento de la semana, me quedo con una conversación con una amiga, muy enferma, que se mostraba la mar de entretenida interesándose y preguntándome por mí, quien se supone que estaba allí para entretenerla a ella. Me sentí muy tocado.

Y hablando de entretenimientos, he comenzado a leer “Felipe II”, de Geoffrey Parker. No les puedo decir mucho porque todavía va por la segunda esposa –tuvo cuatro a pesar de lo poco saleroso que era-. El libro es de esos de pasta dura, pesan mucho y se hincan en la tripa, por lo que merece la pena esperar a la edición de bolsillo. Pero algo me dice que voy a aprender mucho sobre las malas consecuencias que sobre el pueblo tuvieron los malos entretenimientos de los monarcas absolutos de la época. Prometo continuar.

Tea Party

Publicado por el 04 Nov 2010

Los europeos respondemos con frecuencia ridiculizando primero a los americanos y luego, al cabo de los años, copiando lo que nos parecía antes tan ridículo. Más allá de la demagogia y -estoy seguro- de intereses económicos muy concretos, los que se han movilizado tras el Tea Party nos plantean cuestiones que merecen la pena ser contempladas con respeto, a pesar de que sus respuestas no coincidan tal vez con las nuestras.

¿Tiene sentido defender que el estado puede estar gastando en lo que no debe?… Es algo que piensan muchos, incluso aquí. ¿Y en qué debería gastar menos?… Pues lo que el Tea Party nos viene a decir es lo siguiente: “estado, no quiero que me des determinados servicios, no quiero pagarte más impuestos por ello; ya me arreglaré yo a través de la vía que sea, y seré responsable de lo que me suceda, para lo bueno y para lo malo”… Hay una enorme desconfianza sobre la eficacia de la gestión de la administración, como aquí, y planea el temor de que el estado pueda estar dando un peor servicio, con menor elección y a la postre más caro. O dicho de otra manera: “soy un cliente, tengo derecho a elegir y no quiero que seas mi proveedor”. Punto. Otra cosa muy diferente es que uno deba contribuir en solidaridad con otros.

¿Pero quién y cómo se decide ese crecimiento de la administración?… Muchos tenemos la impresión de que el incremento del funcionariado, las OPEs de aquí, no es algo que sea decidido por vía parlamentaria y democrática, sino que, con frecuencia, es más bien el fruto de las exigencias de sus propios representantes sindicales y con la aquiescencia de responsables políticos que mañana están fuera y que lo único que tratan es evitarse responsabilidades y un posible enfrentamiento.
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Y estas reflexiones valen para sectores fundamentales como son la medicina, la educación, la incentivación económica o los servicios culturales. Obsérvese la diferencia de actitudes: por nuestros lares lo que se hace es exigir más y más a la administración; y allí lo que algunos están planteando es que dé menos. Más allá de llamarles “tarados mentales”, como he escuchado esta misma mañana a un comentarista “racional y progresista”, ¿por qué no pensar que hay también gentes con la mejor intención que tienen sus razones y que no tienen por qué ser gente de dinero, sino simple clase media que opinan de este modo?… Si a eso se le añade que en América no se ven los frutos de los dos años y sí al contrario el posible aprovechamiento que se pueda efectuar de estos servicios por parte de algunas gentes que “viven” de ellos, se entenderá más y mejor lo que ha ocurrido.

¿Es razonable lo que ocurría hasta ahora en Inglaterra, donde cada niño al nacer, sea de la familia que sea, recibía un dinero, lo necesitara o no?…. Cameron ha acabado con esa donación de carácter universal, y muchos lo han entendido. Hay que ayudar a quien lo necesite, y no hay que ayudar a quien no lo necesite. Creo que no todo es tan sencillo como decir mercado sí o no, izquierda o derecha, sino que es también cuestión de asumir nuestra propia responsabilidad, o dicho de otra manera: hacer lo que nos toca.
Son muchos en América los que no quieren europeizarse, aunque a algunos europeos les resulte esto incomprensible. Lo siento, no somos tan ejemplares para otros. Y veremos el tiempo que tarda en que algunas de esas ideas terminen acampando en Europa, porque ya no es Gran Bretaña, sino también Suecia donde están comenzando a pasar muchas cosas que no queremos ver aquí. Si quieren que les diga la verdad, cuando he sabido que se van a transferir más competencias al Gobierno Vasco, con lo que estoy totalmente de acuerdo, he pensado también: “no sé si habrá mejor servicio o no, ojalá que sí, pero lo que sí sé es que habrá más funcionarios exigiendo de inmediato la equiparación con los mejor pagados”…
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No soy, créanme, un liberal; me encanta Obama, al que creo alguien con un enorme mérito y buena voluntad, al que deseo lo mejor, Y por otra parte, sé que se trata de un acontecimiento coyuntural y que se repite en la mitad de cada mandato presidencial –como le ocurrió a Clinton y a Bush. Estoy seguro de que Obama puede superar este mal trago, de la misma manera que hizo Clinton, que a pesar de su final es hoy considerado como uno de los mejores presidentes americanos.

Todo tiene ventajas e inconvenientes, y lo que no podemos hacer es insistir sólo en las ventajas de lo nuestro y en las desventajas de la posición de los otros. Hay que contemplarlo en términos de saldo final. Lo que no me gusta es esa falta de respeto hacia la opinión de los otros, esa pretendida superioridad de algunos de aquí, esa negativa a tratar de entender el porqué de lo nuevo si es que no coincide con nuestras posiciones intelectuales y morales. Que lo nuevo no es sólo lo que coincide con lo que pensamos; lo nuevo es lo nuevo, guste o no. Y lo viejo, también.