VOLVER A LO BÁSICO.
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 12 Abr 2023, en Sin categoría
Últimamente, cuando se habla de comunicación, con frecuencia hablamos de la importancia de las redes sociales y de la tecnología. He estado buena parte de mi vida profesional vinculado a la comunicación y hoy es el día en que me resultan ajenas buena parte de la jerga y técnicas que se citan. No tengo reparo alguno en reconocer que estoy obsoleto. Sin embargo, sigo observando que, a pesar de la existencia de redes y de tecnologías, el problema de la comunicación, a todos los niveles, sigue existiendo. E incluso se ha agravado. Es más, el problema de hoy es el aumento y la lucha contra la manipulación interesada, o mejor, la dificultad con la que se encuentran los que quieren comunicar sanamente ante la maraña manipuladora con la que tienen que luchar para hacerlo.
Tal vez nos hayamos perdido en el camino y convenga decir que la tecnología puede ayudar, sin duda alguna, pero que también lo técnico es lo más fácil, porque se puede comprar y, además, conforme pasa el tiempo, es más barato, siendo su uso cada día más sencillo.
Cuando uno rebobina en el tiempo, llega a la conclusión de que las relaciones con los demás empiezan con una conversación: una entrevista profesional, una relación de pareja o un encuentro con alguien de la generación que nos precede o sigue. Es un momento mágico. En consecuencia, sorprende que no desarrollemos nuestras habilidades conversacionales. Tal vez sea por considerar que nos vienen dadas, que se suponen, o, en el mejor de los casos, sabiendo incluso que convendría mejorar, por considerar que ya no hay tiempo de hacerlo.
¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de habilidades de comunicación? Son tres: aprender a escuchar, aprender a hablar y aprender a escribir a los demás.
Es decir, se trataría de volver a lo básico.
Se supone que sabemos escuchar, hablar y escribir, pero nos quejamos de que los demás no escuchan, de que nos aburren y no concretan nunca al hablar, así como constatamos los frecuentes disgustos ocasionados por malentendidos en nuestros correos y WhatsApp.
Siempre, eso sí, son los demás.
Nos quejamos de que nos falta tiempo. ¿Nos hemos puesto a pensar en los disgustos y horas perdidas derivadas de la mala comunicación? ¿Somos conscientes del tiempo que dedicamos a corregir luego los destrozos de una mala comunicación inicial? ¿Cuántas oportunidades hemos perdido por errar en ese encuentro que, a la postre, resultaría decisivo?
En mi caso, hecho de nuevo la vista atrás y advierto mi pesar por el tiempo perdido, así como también por las veces que una buena conversación me ha permitido cambiar de vida. Sí, cambiar de vida, porque luego he visto lo mismo pero de una manera diferente, y he podido caminar por un sendero bien distinto al inicial.
Escribo este artículo sin demasiada esperanza, visto lo que cada día vemos, pero no debemos caer en el cinismo, porque nos hace daño y porque sé que, a poco que hagamos, podemos cambiar mucho.
¿Podríamos imaginar un día a día en el que las gentes pensáramos antes de hablar, supiéramos mantener un silencio tras la exposición de los demás, no interrumpiéramos constantemente, no acusáramos a la otra persona de decir lo que no ha dicho y efectuáramos finalmente la pregunta exacta en el momento preciso, siendo capaces luego de resumir bien esa conversación, plasmándola en un escrito, recogiendo lo fundamental y los matices, ordenando las ideas propias y ajenas?
¡Qué lujo!…
¿No sería el comienzo de un mundo mejor? A una pequeña escala sí, pero tal vez con un efecto multiplicador enorme, porque lo que empieza bien puede acabar mal, pero lo que comienza mal termina fatal siempre.
Quizá haya entonces que comenzar a pensar en volver a lo básico, en observar y apartar de nosotros por un momento nuestro maldito ego, y elegir el camino estrecho, más costoso, en contraposición al camino cómodo pero que ha demostrado lo poco que en ocasiones da.
¿Se imaginan un mundo en el que los padres y madres hiciéramos exactamente eso que cada día recomendamos a nuestros hijos? Y debe de ser algo valioso y práctico, porque los queremos y tan solo lo hacemos por su bien.
Si sufrimos de hipertensión, sabemos que hay que caminar fuerte, beber mucha agua y tomar poca sal. Pero preferimos no hacer caso y pedimos la pastilla. Creo que, a propósito de comunicación, ocurre lo mismo: sabemos que se trata de escuchar, hablar y escribir bien. Es decir, de volver a lo básico, de invertir en el proceso, pero preferimos la pastilla tecnológica y el atajo.
Lo fundamental en comunicación es generar confianza.
Y es tal vez por su falta, entre otras cosas, que nos va como nos va.
Rudi
Muy cierto y gracias por ordenar mis ideas
Eugenio Ibarzabal
En el fondo de todo, Rudi, lo que más deseo es distinguir entre conversar y discutir. Son dos cosas diferentes. Si conversas tiendes a converger, si discutes tiendes a intentar ganar y por tanto separarte de esa otra persona a la que consideras, en principio, un contrario a tí. Sé que hay momentos para cada cosa, pero la tendencia inmediata hoy es a discutir para ganar, perdiendo oportunidades para entender, no ya a la otra persona, sino el problema que tenemos delante. Eso es todo. Hagamos un paréntesis, y abramos un tiempo para conversar. Ya hemos discutido bastante
Eugenio