Eugenio Ibarzabal

ETTY HILLASUM

Publicado por el 04 Oct 2023, en Sin categoría

Una amiga me preguntó hace unos días si hubo personas que me inspiraron a lo largo de mi vida. Le dije que sí, y que, además, han sido muchas. ¿Tienes alguna hoy?, siguió preguntando. Entonces me paré a identificar a la persona que, recientemente, más me ha inspirado. La respuesta vino muy pronto: Etty Hillasum, una mujer holandesa que murió en Auschwitz. Supo estar bien cuando, en apariencia, todo andaba muy mal a su alrededor.

Es fácil estar bien cuando todo va bien; pero eso no tiene demasiado mérito. Lo difícil es estar bien cuando las cosas van mal. Sin embargo, hay gente que lo consigue. Etty fue una de ellas.

Soy muy aficionado a las biografías; las recomiendo a mis amigos siempre que puedo, y me suele sorprender que determinados libros no formen parte obligada del itinerario formativo en los colegios. Lo he sugerido, pero nunca lo he conseguido. Una vida de interés te hace pensar, soñar, disfrutar, aprender y reflexionar sobre tu propia vida. No tiene porqué ser una vida ejemplar; al contrario, descubrir a Eichman o a Goebbels también te hace preguntarte: ¿qué hubiera hecho yo de haber sido elevado, de repente, en aquella época, a la cúpula de la jerarquía nazi y disponer del poder inmenso que aquellos tuvieron? Llegado el caso, teniendo la oportunidad de corromperme, y sabiendo que voy a salir de seguro impune, ¿me convertiría en un corrupto o no?

Las biografías te ayudan a no juzgar.

Etty Hillasum me inspira, pero para bien.

No es solo que Etty logró atravesar bien el momento más difícil de su vida, sino que en ese mismo momento escribe que la vida es maravillosa, viviendo como vive en un campo de transición, con su familia también cautiva, sabiendo que va a ser trasladada a Auschwitch, donde sabe lo que le espera. Es decir, viviendo el mal extremo. Y, sin embargo, esta mujer dice, escribe y nos repite, una y otra vez, que la vida es bella, a pesar de todo. Lo cree sinceramente y actúa en consecuencia. No es una loca. Al contrario, no solo está cuerda, sino que observamos que es particularmente cuerda. Pero también advertimos de que es capaz de ver lo que otros no ven.

Para mí Etty es como un chasquido de denuncia ante los que, no solo estamos mal cuando la vida nos va mal, sino que, incluso, en ocasiones, estamos mal cuando la vida, en apariencia, nos trata bien. Y es entonces cuando nos preguntamos: ¿cómo es que hay gente como Etty?, ¿cómo lo consigue? ¿por qué ella sí y nosotros no? ¿Qué me está pasando a mí?

Etty no había sido, ni es en ese momento, una joven ñoña engañada por alguna otra persona, como tal vez el niño de “La vida es bella”, sino una joven de vida compleja, turbulenta incluso, que se ha equivocado, caído y levantado innumerables veces. Es, pues, una de nosotros, que habla y piensa como nosotros. Pero aquí está la diferencia:  llegado el momento, no vive como nosotros. Consigue que la esperanza venza a la desesperación, transformando así su vida, hasta convertir sus momentos finales en algo inmenso, significativo, referencial.

En una sociedad como la actual, dividida entre los que se quejan y los que se quejan de los que se quejan, una sociedad que se queja con y sin razón, la vida de Etty nos descabalga. Si ella fue capaz de hacerlo en semejantes circunstancias, ¿por qué no lo conseguimos en las presentes, que nada tienen que ver ni con lo que le ocurrió a ella ni con lo que están sufriendo, por poner solo un ejemplo, algunas gentes en Ucrania hoy?

Eso es lo mejor de la historia de esta mujer. Demuestra que se puede vivir de otro modo. Es más, Etty sabe que esa es su misión en la vida: mostrar que aún en las peores circunstancias, en el mayor de los sufrimientos, al parecer, hay quienes son capaces de encontrar un sentido capaz de iluminarlo todo.

Su vida nos muestra que muchas de nuestras quejas de hoy son miserables, impresentables, al tiempo que advertimos de inmediato que, con frecuencia, se nos escapa lo fundamental y, lo que es peor, que caminamos, imparables, pendiente abajo, a una velocidad de cinco mil latidos a la hora.

Tan solo diré que Etty me inspiró en su momento y que he observado que su lectura y contemplación nuevamente me vuelven a inspirar hoy. ¿De cuántas vidas podemos decir lo mismo? Nos lleva hasta el límite para luego dejarnos bien.

Me he emocionado muchas veces con ella. Pero sales con la impresión de que eso es vida, de que no hace falta vivir ochenta, ni noventa, ni cien años, sino lo que toque, pero, eso sí, respondiendo bien.

Porque para Etty, a sus 28 años, lo importante no era la muerte, sino lo que estaba haciendo cuando aquella finalmente llegó.

Comentarios

  • Begoña Errazti

    Completamente de acuerdo contigo. Me encantó su biografía


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