Eugenio Ibarzabal

POR QUÉ VEO “FIRST DATES”

Publicado por el 12 Dic 2022, en Sin categoría

Si en algún momento decae una conversación, o, ya cansado, quiero cambiar de un tema que no va a ningún parte, suelo preguntar: “por cierto, ¿alguien ve First Dates?”. De inmediato observo que las caras cambian. Hay quien dice que no lo conoce -no sé si creerle-, alguien sonríe afirmativamente -como si le hubiera descubierto un vicio oculto-, mientras finalmente otro se rebela y me pregunta medio enfadado: “pero ¿cómo puedes ver tú eso?”.

Trato entonces de explicarme. La mayor parte de las veces no lo consigo; me interrumpen y apenas me dejan hablar, como si hubiera transgredido un límite infranqueable, al tiempo que advierto que su opinión sobre mí empeora por momentos: ya nunca seré el mismo.

Mientras callo y escucho, advierto que no paran de hablar del programa, incluso los que dijeron no conocerlo.

El programa me da la oportunidad de descubrir historias. Ante tanto pontífice y tanta falsa moralina, me permite ver caras y perfiles nuevos, escuchar vidas, deseos, fracasos y lenguaje diferente. Nadie trata de darme un mitin ni convencerme de nada; me quedo luego para rumiar. Me ofrece tan solo “material” en bruto, en ocasiones muy bruto, y luego me deja -aunque me diga a mí mismo cien veces que no hay que hacerlo- juzgando lo que acabo de ver y escuchar.

Lo puedes ver solo o acompañado, y observas que, en compañía, siempre genera contraste, interacción y descubrimientos. Te permite conocer mejor a los que tienes en ese momento a tu lado.

En el programa hay de todo, como en la vida misma, pero me llama la atención que la gente, en tiempos del “poliamor”, y tras pasar por el “picoteo”, también llama a la puerta del programa buscando estabilidad, y llegados a una edad, una amable compañía. Cada edad tiene su afán, pero de lo que uno ve y escucha no parece que el “poliamor” ni la promiscuidad sean el final ansiado para el resto de sus vidas.

Conozco así a participantes con los que difícilmente podría toparme en mi vida habitual. Hay, pues, mucha más gente que la “normal” con la que uno trata. Felizmente. Y me sorprendo ante el bache generacional, la jerga particular de algunos, sus aficiones diferentes y sus gustos. No sé si es por su vocalización o porque la grabación no es en ocasiones del todo buena, pero hay veces que no les entiendo casi nada de lo que dicen. ¿Sería yo también así a esa edad?, me pregunto. ¿Ese cambio de actitudes es real o más aparente que real? En cualquier caso, observo lo difícil que puede ser la comunicación con mundos que son tan reales como el mío, hasta el punto de preguntarme: ¿Soy una persona “normal”? ¿Mi matrimonio forma parte de lo “normal”? ¿Por qué considerarse “mejores” que los que aparecen en pantalla buscando un nuevo amor?

Al menos no se les podrá negar su valentía, y más a los ochenta años, queriendo de nuevo empezar.

Sonrío cuando veo que pretenden seducir contando lo que han sido o han dejado de ser, aburriendo a quien tienen delante. “Pero ¿qué más da?”, pienso en esos momentos. No diré que el primer impacto, el aspecto físico y la chispa erótica no es fundamental, pero la persona que, callada, escucha a otra, dispone de un arma de seducción definitiva.

Se advierte lo mucho que interrumpimos, cómo estamos esperando a que la otra persona tome aliento para introducir nuestra propia frase, en muchas ocasiones sin tener en cuenta lo que esa otra persona nos acaba de decir.

“¿Pero no te das cuenta de que así no vas a lograr nada?”, “déjale hablar”, te atreves a replicarle, ahora enfadado, a la pantalla.

Intuyo una cierta envidia soterrada de espectadores del programa ante la posibilidad de esos participantes de iniciar otra vida, vivir una nueva ilusión y comenzar otra vez. “¿Por qué no yo?”, seguro que se preguntará más de uno, sin sospechar que tal vez su pareja, a su lado, está en ese momento pensando exactamente lo mismo: “¿podría aún comenzar una nueva vida con otra persona?”, “¿será ya demasiado tarde?”. ¿Se imaginan la escena, pese a estar los dos callados, sin cruzar la mirada, fija ahora en el televisor?

Dicho lo anterior, seré totalmente sincero: mi razón principal para ver en ocasiones “First Dates”, y reconocida mi adicción al consumo ilimitado de malas noticias, es que el programa me ofrece con frecuencia un final feliz, al tiempo que me reafirma a pensar que, en un tiempo en el que todo “fluye”, la inmensa mayoría de las personas seguimos soñando con vivir de otra manera: escuchándonos, ayudándonos y apoyándonos, haciéndonos reír mutuamente, sin maltratarnos y caminando agradablemente en compañía. Un final amable en un momento en que tanto pollo sin cabeza parece estar al mando de los barcos.

Y que es bueno tratar también con “extraños”, aunque nos hayan formado desde pequeñitos para rehuirlos y escapar de ellos.

Comentarios

  • Jose Maria Lizarazu

    Oso ona Eugenio!
    Reconozco que no lo veo y he pasado de puntillas sobre ese programa en algún zapeo.
    Pero creo que tienes razón, así que voy a empezar a verlo alguna vez.
    Eguberri on.

  • Idoia Estornes Zubizarreta

    EUGENIO MAITEA, YA SOMOS DOS, COMPARTO TU CURIOSIDAD.
    ME INTERROGO EN QUÉ MUNDO VIVEN ALGUNOS, QUÉ HARIAN SI SE ROMPIERA REPENTINAMENTE SU MUNDO HABITUAL COMO ESTAMOS VIENDO EN TANTOS LUGARES.

    LA PAZ SOLO SE VALORA CUANDO SE PIERDE, HELAS.

    CUANDO OCURRE EL INSTANTE DEL FLECHAZO SE ME ALBOROTA EL «ALMARIO», SOY DICHOSA. PERO SALTO A LA BFM, A ESCUCHAR-VER EL HORROR, PORQUE AHÍ SIGUE… MU2


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