UN PAÍS, DOS MODELOS.
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 15 May 2023, en Sin categoría
Observo la reciente convocatoria de huelgas en la educación concertada, que tendrán sin duda continuidad en el futuro. De seguir esta línea de reivindicación y de acuerdos forzados gracias a la presión de huelgas intermitentes, me temo que, con el tiempo, puedan ir cayendo centros educativos concertados, empezando por los más débiles, y más teniendo en cuenta la escasez de alumnado. Se pedirá entonces por parte sindical que su lugar sea reemplazado por la alternativa pública. Caminaríamos así hacia un nuevo sistema de enseñanza, de carácter casi totalmente público, con una presencia cada vez menor de la enseñanza concertada.
Asistimos a huelgas en Residencias, Salud, Limpieza, Servicios, Transportes y otros. Al parecer, somos líderes. Tomando como base la homologación y otras reivindicaciones, el itinerario es paralelo al de la enseñanza: debilitar los márgenes de las empresas que trabajan para la administración, coadyuvar a su retirada y sustituir el servicio privado por uno público o de carácter cuasi público.
Observamos también que las condiciones laborales del personal de la administración, que son siempre mejores, son las que sirven de referencia y “tiran” de la negociación de las futuras condiciones laborales de las empresas vascas, de tal modo que, de hecho, la negociación se inicia en Lakua y en Diputación, y no en las propias empresas en función de su situación económica real. Además, al final, ya se sabe que, al no llegar a un acuerdo, se exigirá la involucración y compromiso de las instituciones públicas, cosa que se verán obligadas a hacer.
La presencia en la calle por parte de los representantes sindicales es constante y notoria. Se nos hace saber que la calle es de quien es, efectuando una presión que no se sabe bien qué correspondencia real tiene con los trabajadores afectados, pero con una influencia ambiental enorme al conseguir unos pocos, pero bien distribuidos, paralizar las ciudades en hora punta.
Desconocemos el futuro de la nueva Ley de Educación, pero es evidente que se va a producir un pulso entre el Parlamento y la calle, liderada por los sindicatos.
De consolidarse ese modelo de confrontación y negociación, es evidente que el Parlamento dejaría, en la práctica, de existir, porque ya no habrá sino dos partes: el Gobierno de turno y un Contrapoder, fuera del Parlamento, de carácter estrictamente sindical, que lidera la confrontación en el momento en que así lo decide y que se convierte, de hecho, en el único contrapoder negociador.
Dicha estrategia puede introducirse en cualquier otro sector: siempre habrá una alternativa pública que pueda sustituir a la privada. No tiene porqué lograrse la publificación completa, porque, como el Contrapoder busca siempre más poder, el menor avance será mucho: fortalece el contrapoder sindical, logra más presencia social y genera más de lo mismo. El discurso ideológico con el que se justifica es lo de menos, porque es meramente instrumental. Lo fundamental es el poder por el poder.
No hago un juicio político ni moral; simplemente describo lo que creo ver. Hay un país con dos modelos. Uno es el del Gobierno Vasco y su correspondiente oposición en el Parlamento. Y otro el de un Gobierno con un Contrapoder sindical que actúa desde la calle, intentando que el resto no exista: tan solo un Poder y un Contrapoder.
Tan distante o más para la sociedad puede ser uno como otro; solo que, en el primero, hay un respaldo de votos que conforman un Parlamento y puede cambiar la composición del gobierno de una elección a otra, mientras que, en el segundo, las decisiones se toman en la sede que se toman, sin que los votantes puedan dar opinión alguna. El Poder puede cambiar y la oposición también, pero el Contrapoder seguirá siendo el mismo.
Respeto ambos modelos. Cada uno puede adherirse al que quiera. Pero creo que es mejor hablar con claridad. No juzgo, simplemente describo. Eso no obsta para que confiese que el segundo de los modelos nada tiene que ver conmigo. Eso sí: si la mayoría de las gentes lo aprueban, lo aceptaré. En ese caso tomaría mis propias decisiones, pero eso es algo de escaso interés en este momento. El debate es si en el País Vasco existen hoy dos modelos y saber cuál de los dos queremos que prevalezca. Eso también es derecho a decidir.
Y dejaría de sospechar que el silencio que observo al respecto puede ser consecuencia, tal vez, de un cierto miedo
Luis Mendizabal
Esta vez discrepo de Eugenio. No podía ser menos si fuera mínimamente coherente conmigo mismo pues he militado en un sindicato, ELA, durante toda mi vida laboral. Ha sido mi única militancia orgánica hasta ahora y, probablemente, hasta siempre.
Discrepo sobre todo por el concepto y propiedad del PODER. Todos sabemos dónde está el poder real y cómo se ejerce: con las mayorías políticas y económicas. Las políticas se votan y las económicas se derivan o heredan, sin saber bien cuál es la primera u originaria.
El «poder» al que se refiere Eugenio es lo que yo llamaría «contrapoder» sindical, el de oposición. Y también sabemos, aunque no lo recordamos, que también se vota, que hay elecciones sindicales en cada empresa y que esas mayorías forman los comités y las mesas que deciden cómo defenderse en la diaria lucha por la supervivencia económica y el reparto de las cargas, buenas y malas.
Sobre el «poder» del Parlamento y su utilidad habría mucho que matizar. Pronto veremos que en nuestro país se repetirán las mismas «alianzas de poder» de siempre sin podernos cuestionar dónde queda la legitimidad del sistema democrático frente a los intereses de los aparatos de los partidos políticos. Ellos y sus «amos» son, creo yo, el verdadero poder. No el de las calles. ¿O sí?
Rafa Agirre
Eugenio…, has pinchado en hueso y eso duele. Hablar de poder y contraponer, aquí, en Euskadi, en Baskonia, es una cuestión tabú. El sindicalismo en este lado de la muga: tercio autonómico Vasco y foral Navarro, es saber discernir entre democracia y totalitarismo; algo no apto para nostálgicos de tiempos heroicos (ELA) y de un presente subvencionado, con tintes totalitarios que se reflejan en siglas de ayer y de hoy: ELA y LAB.
No soy nada optimista del resultado que produzcan estos movimientos, muy bien organizados y muy profesionales. Sí, profesionales. La política y el sindicalismo Vasco, se han profesionalizado tanto, que el riesgo empresarial y emprendedor ha dejado de ser un valor, para pasar a ser una heroicidad.
Me reivindico demócrata y liberal, sujeto a una identidad Nacional vasca, alérgico a todo socialismo y/o comunismo. Sí, a una Euskalherria utópica, pero real en lo cultural y, también, espiritual.
GEA.