Eugenio Ibarzabal

¿A qué grupo perteneces tú?…

Publicado por el 05 Abr 2014

Perdón por la caricatura, pero hay dos tipos de clasificación para las personas:
– los que se creen el centro del mundo y los que creen que son parte del mundo.
– los que hacen lo que les toca y los que hacen lo que les gusta.

Ahora, si los cruzamos, nos encontramos con los siguientes cuatro tipos:
1.- Los que se creen el centro del mundo y hacen lo que les toca.
2.- Los que se creen el centro del mundo y hacen lo que les gusta.
3.- Los que creen que son parte del mundo y hacen lo que les toca.
4.- Los que creen que son parte del mundo y hacen lo que les gusta.

Si los observo actuar
– Los primeros me dan miedo.
– Con los segundos no hay quien conviva.
– Los terceros hacen el mundo vivible.
– Los cuartos encuentran el gusto a lo que les ha tocado vivir.

¿A qué grupo perteneces tú?…

¿Soy un buen ejemplo?

Publicado por el 27 Mar 2014

P1020013
Paseo por Roma en compañía de un fraile amigo.
Veo lo que ya conocía de un modo nuevo.
Y me enseña algún truco diferente
como ver el Vaticano desde la cerradura de la puerta de la Embajada de Malta.
Se lo agradezco mucho.
Le pregunto por qué se hizo fraile
Y me contesta que fue al ver la cara de un fraile viejo,
al que vio feliz.
Quiso ser como él.
A mí me ocurrió lo mismo:
quise ser escritor, conferenciante o consultor porque leí, escuché o vi a alguien que me entusiasmó.
A eso le llamamos buenos ejemplos.
Me pregunté luego si yo soy ejemplo de algo bueno.
Si animo a alguien a seguir por mi camino.
Me contesté que si no lo era, todavía tenía tiempo para serlo.
Y de ahí, mira por dónde, surgió un nuevo proyecto.

Vivir y revivir

Publicado por el 17 Mar 2014

Escribo un diario desde hace ya un tiempo.
No me lleva más de diez minutos.
Al anochecer.
Simplemente repaso el día.
Me quedo con lo bueno.
Porque solo lo bueno importa.
Hasta el punto de ver lo bueno en lo que ha tenido poco o nada de bueno.
De este modo, lentifico y agrando el día.
Lo exprimo.
Revivo.
Observo que al revivir vuelvo a vivir.
Y al vivir ese momento me digo que lo tengo que revivir.
Por eso lo apunto.
Para poderlo recordar.
Y disfrutar.
Para constatar que fue un día realmente ganado.
Y recordar que se trata de ver lo que no vemos.
Otra vez.
Una y otra vez.
Porque eso puede ser la vida:
vivir y revivir lo que realmente importa.
Y luego dormir.
Pero en paz.

Una idea que me ayuda

Publicado por el 02 Mar 2014

Observa cómo vives para luego o para mañana.
Como si verdaderamente lo importante comenzara luego o mañana.
Hoy es una idea meramente instrumental.
Y así cada hora, todos los días, hasta que con uno de ellos llegará el final.
El mañana no llegó.
Y la satisfacción, tampoco.
Sólo la deseaste, no la disfrutaste.
No hubo tiempo.
¿Y qué hiciste con el que se te dio?
A la vista de los resultados, malgastarlo.

Esta es una de las ideas que más me está ayudando, aquí y ahora.

Ante un cuadro de mi padre en Aranzazu.

Publicado por el 18 Feb 2014

Paso un sábado agradable en compañía de mis amigos del Instituto de Musicoterapia de Vitoria, en torno a Patxi y Esperanza. Mira que Aranzazu es uno de mis sitios preferidos y las veces que habré ido, pero me dejo guiar por Mariaje, la guía que el Instituto nos propone y que conoce y ama la Basílica y Aranzazu.
Acierto al dejarme llevar: ver que lo que hasta no he visto y escuchar historias que hasta ahora no había escuchado. Con algunas versiones no estoy del todo de acuerdo, pero qué más da y quién sabe quién tiene la razón. Me encuentro con viejos amigos como Jose Anton Artze y Javier Retegi, amantes también de lo que yo tanto amo.
Y me llevo un premio: comento con Mariaje que tengo el recuerdo de que mi padre, que era pintor, regaló uno de sus cuadros a la Basílica hace ahora cincuenta años. ¿Sería verdad o un recuerdo más?…
– Si fue así, lo guardarán en el claustro, que es donde están las pinturas, me dice Mariaje.
Dicho y hecho. A los segundos descubro el cuadro y me emociono. Y además, está firmado, lo que no hacía siempre. Algo me viene a la cabeza: tu padre dejó un pequeño cuadro aquí, un legado. ¿Qué pequeño legado vas a dejar tú?…
Aranzazu
Me vienen a la memoria discusiones entre mi padre y mi madre cuando mi padre vendía los cuadros a los clientes que le visitaban en nuestra casa. Una vez efectuada la venta, y cuando los compradores habían marchado, mi madre iba rauda a preguntarle:
– ¿Por cuánto has vendido el cuadro?…
– Por tanto, decía él.
– ¿Pero estás loco?… – continuaba ella – ¿Cómo has podido vender ese cuadro por un precio tan bajo?…
– No te preocupes –le contestaba –, lo puedo volver a pintar.
Y es que mi padre amaba sus cuadros, pero amaba todavía mucho más pintar. Supongo que es eso lo que le ocurrió también aquella vez.
Cuando miro para atrás y observo que he conseguido algo, una vez terminado, deja de atraerme. Y es que ya me lo sé. Entonces me digo: a por otra cosa.

No juzgues y no serás juzgado

Publicado por el 06 Feb 2014

Me dicen que fue Azaña el que dijo aquello de que “si cada español hablara de lo que sabe y sólo de lo que sabe, se haría un gran silencio nacional que podríamos aprovechar para estudiar”. No sé si la autoría es cierta o no, pero lo que sí creo es que si aplicáramos de manera sistemática ese “no juzgues y no serás juzgado”, la primera impresión que me llega es la del silencio que se generaría. A lo que sigue que los juicios de unos sobre otros no serían respondidos, a su vez, por los juicios de los otros sobre los unos. Si no hubiera juicios sobre los demás desaparecerían también los ataques, y sin ataques tampoco habría defensas encendidas, y sin la necesidad de defendernos de lo que hacemos tendríamos cada cual más tiempo para juzgar, en este caso sí, que nuestra actitud y nuestra actuación merecen tal ver ser mejoradas.

Salgo a la calle y escucho conversaciones: la inmensa mayoría son algo así como “pero cómo es la gente, o cómo son los demás, o cómo es fulanita”. A lo que sigue una larga sarta de acusaciones que tratan de corroborar lo anteriormente dicho. La gente es tratada como “tercera persona del singular”, que nada tiene que ver conmigo, porque yo no soy gente. La gente y yo somos entes diferentes.

Es por eso que, al margen de lo que hagan los demás, hoy me he dedicado a ponerlo en práctica y a no juzgar. He observado que juzgo de tres maneras: por escrito, verbal y mentalmente. Repaso mis blogs y me doy cuenta de que si hubiera decidido no juzgar desde hacía ya muchos años, buena parte de los blogs no se hubieran escrito. ¿Quién me creí para juzgar a los demás?… Me viene que en algún momento me he considerado a mí mismo superior a los demás y con derecho a juzgar. Ahora que lo veo con más detenimiento, cualquiera de las dos ideas me parecen hoy si no completamente falsas, sí al menos ridículas. En todo caso, ¿ha servido para cambiar en algo la marcha de los acontecimientos que yo denunciaba en el blog?… Por el contrario, creo que en mi actitud había más bien algo así como de “hacer que hago”.

También constato que cuando me dirijo verbalmente a otros, incluso a los que más quiero, con frecuencia, introduzco consideraciones morales, dando a entender, aunque a veces sin decirlo de manera explícita, lo que otros deben hacer y no hacen. Es verdad que a veces lo hago con la voluntad de ayudar y de evitar males, pero hay también –y no son pocas- las que tienen como objetivo la de reafirmarme: otra vez me viene la voz de creerme superior a los demás. ¿Por qué?… ¿No me conozco lo suficientemente bien para saber que tengo de todo menos de ejemplar?…

Y por último, advierto que juzgo mentalmente. Lo diga o no, me paso el tiempo juzgando a otros y respondiendo enfadado a juicios que otros han podido hacer sobre mí. Todo ello, en muchas ocasiones, para colmo, sin constancia alguna de que existan tales juicios previos. Al tiempo, observo que me caliento y que me hacen mal. Esos juicios son siempre sobre lo que me ha pasado y sobre lo creo que me puede pasar.

¿Y si dejara de juzgar?… Al imaginarlo, me viene inmediatamente un sentimiento de lograr un enorme descanso así como de disponer de mucho más tiempo para hacer frente a lo que la vida me está ofreciendo en ese momento. Cuando observo, por el contrario, la acción de juzgar me vienen los sentimientos de estar generando, como consecuencia, una respuesta hiriente -con el daño correspondiente-, esterilidad -porque a la postre no sirve para nada-, e inconsecuencia -porque soy el primero que hago lo que estoy denunciando.

Quien dijo aquello de “no juzgues y no serás juzgado” sabía de lo que hablaba. Para ser un hombre tan joven, demostró disponer de una madurez y una sabiduría muy especial.

Esta es mi vida ahora

Publicado por el 09 Ene 2014

Estoy escribiendo una nueva novela; éste es el objetivo para 2014. Me está costando. Con frecuencia, pienso que no voy a ser capaz. Trato de concienciarme diciendo que mi vida no depende de que la escriba o no, ni de que finalmente tenga éxito, porque sé que mi vida depende de otras cosas. Me viene con frecuencia la frase de Saramago: “pues bien, soy un Premio Nobel, ¿y qué?”. Recuerdo haber tenido algunos pequeños éxitos en mi vida, y al contemplarlos, soler decir: “¿y qué?”. Y sin embargo, escribo como si me fuera la vida en ello.

Me interesa el porqué de la violencia, los secretos de las parejas y el secreto de la estupidez humana. Quiero entender comportamientos, aunque sé que me moriré sin entenderlos. Pero al horadar vidas, revivo. Entiendo a otros y me entiendo mejor a mí. Tan sólo es eso. Revivir conscientemente, con ánimo de aprender, es volver a vivir. Y es que hay muchas maneras de vivir.

Pero hay otra novedad en mi vida; estoy volviendo a empezar. Casi de cero. Es curioso. Cuando me lancé al periodismo era un economista; al llegar a la política, un periodista; al empezar en televisión, un político; al trabajar como consultor, uno que venía de la televisión. Y ahora me pasa un poco de lo mismo: soy un desconocido como escritor, porque para muchos sigo siendo un consultor. Me doy cuenta de que vuelvo al comienzo: al terminar el Bachiller quería estudiar Políticas y Periodismo; terminé, era el 68, haciendo Económicas en Sarriko. Desde entonces me han pasado muchas cosas, algunas de las cuales me arrepiento, pero ahora me siento queriendo volver a escribir sobre hechos políticos, aunque de otra manera, a través de la ficción y de la observación del comportamiento humano. A veces me parece que se trata de una vuelta de 360º, para volver a alcanzar el punto inicial. Me parece bonito. La vida me ha dado esa oportunidad. No la debo desaprovechar.

Me interesan vidas. Sólo eso. No tanto lo que escribieron ni lo que dijeron, sino lo que hicieron y la verdadera razón por lo que lo hicieron. Me gusta escuchar historias; me gusta entrevistar a gentes. Y sé que algunos entrevistados, sobre todo si son mujeres, se sienten como si fuera la primera vez que son verdaderamente escuchados. Procuro que sea un verdadero acontecimiento. Hay momentos, lo sé, en que algo empieza a funcionar. Me interesa constatar la cantidad de líos en los que nos podemos meter, sencillamente por no ser capaces de disfrutar de las posibilidades que ya tenemos. Con frecuencia, marcho de la entrevista con un amigo más. ¿Se puede pedir algo más?…

Esta es mi vida ahora, una vida que me gustaría, humildemente, compartir.

La Gran Belleza

Publicado por el 29 Dic 2013

Una gran amiga cinéfila me recomienda ir a ver “La gran belleza”, y, naturalmente, voy. Salgo preguntándome qué es lo que realmente le ha podido gustar de la película para recomendármela tan vivamente, pero, a la espera de lo que me diga, aquí van mis sentimientos a propósito de ella.

Pocas veces he visto una película visualmente más bella. Mi amiga me dijo que había salido con ganas de volver a Roma en primavera. Y la verdad es que se me ocurre que es difícil hacer un documento más hermoso sobre la ciudad. La trama, si es que existe, es lo de menos. Cada momento es una excusa para rodar en un escenario bello. Allí está lo mejor de la ciudad. Un verdadero placer visual. Una baraja de los rincones más bellos de la ciudad.

Pero creo que también está lo peor. Un cínico se adueña de la historia y nos repite, una y otra vez, con una excusa u otra, que la vida no es nada, que nuestras vidas no son más que “películas” creadas por nosotros mismos para llenar esa nada. Para ello es capaz de una crueldad mental que, en ocasiones, llega a dar lugar a escenas poco agradables de contemplar. Y para curarse en salud, para que nadie le pregunte ¿y tú qué?,  el cínico es el primero en vaciar de contenido lo poco que al parecer ha hecho. Eso sí, con una enorme sonrisa, la sonrisa del cínico. Bien podría haber sido el título de la película.
Hay un afán de destrozarlo todo; es evidente que hay, en determinados momentos, una crítica contra lo religioso. Pero si trata de descalificar a Teresa de Calcuta, a mí así me lo pareció, hay un momento en que también llegó a mí la idea de que “lo siento, tú serás así, pero no todos son así”.

Es como si para justificar nuestras vergüenzas pensamos que no hay más que sinvergüenzas y que todo el mundo carece de vergüenza. Pero no es así. No se sabe muy bien porqué, pero lo que de verdad podemos constatar es que, ante lo mismo, unos reaccionan de una manera y otros de otra. Nos gustará o no, pero es así. Y a mí me interesan más preguntar cómo lo hicieron a los que sobreviven que unirme al coro de justificaciones de los que se hundieron.
Se me ocurrió también exclamar: ¡no hay derecho a ser infeliz en un lugar de tan gran belleza!… Y por último, pensé al salir: yo no quiero acabar así.

Tras los resultado de PISA.

Publicado por el 05 Dic 2013

Hemos asistido a los resultados de PISA. Una vez más. Unos parecen felices porque están en la media, otros afirman que no hay recursos y muchos, casi todos, achacan la culpa de todo a la administración de turno. He pensado que también yo podría decir por qué creo que pasa lo que pasa. Sé que voy a generalizar, pero en un país que no hace sino generalizar es normal que yo caiga en el mismo defecto. He aquí, pues, sin el menor afán de tratar de agotar el debate, algunos de mis porqués. Ruego a los que no piensan como yo, a los que respeto profundamente, se fijen en lo que digo, no en lo que no digo, en lo que falta o en lo que, sin duda, habría que añadir. También deseo decir que me gustaría estar equivocado, descubrir que solo es un problema de dinero y que todo cambiará cuando el otro partido político, el que sea, llegue al poder. He tenido en un tiempo una relación muy estrecha con educación. Me encantaría también saber que lo que voy a decir permanece al pasado y que ahora todo es diferente. De verdad. Pero escribo de lo que he visto.

  1. En educación todo el mundo habla de derechos. Las obligaciones repelen. Los derechos se reivindican constantemente. Las obligaciones no se recuerdan, ni se exigen. Hablar de derechos es progresista; hablar de obligaciones una provocación agresiva. El debate es siempre ideológico,  irreal, que guarda muy poco que ver con lo que todos los días sucede en el interior de las aulas. La controversia entre público y concertado está pervertida: ¿por qué se ha convertido en irreconciliable una relación que nació para colaborar en la educación de las personas?…
  2. Si hablamos de Educación, lo fundamental parecería centrarse en el tandem profesor y alumno en clase: cómo enseñar lo que tienen que aprender, cómo aprender lo que se enseña. Pero este debate es excepcional. Son pocos los profesores que aprenden y aplican las enseñanzas de otros, los buenos, que los hay, y muchos. Es frecuente escuchar desvalorizar lo que hacen los demás, justificar las carencias propias y manifestar que nadie tiene porqué imponerles nada. No tienen obligación de hacer lo que otros hacen, muy a pesar de que se haya demostrado que funciona y lo de ellos no. Por el contrario, cada profesor puede inventarse y continuar con su propio método, aunque sea malo. Se considera un derecho más.
  3. Un profesor cierra la puerta del aula y, a no ser que cometa algo manifiestamente ilegal, puede hacer lo que le venga en gana, digan lo que digan los demás. Los profesores malos tienen bula. Y los buenos terminan deshaciendo, como pueden, los entuertos de los demás, con la frustración y la falta de reconocimiento correspondiente. Los buenos terminan cargando con todo.
  4. Muchos colegios no tienen, en principio, objetivos a conseguir diferentes a los que han logrado en años anteriores. Dicho de otra manera: no tienen objetivos más allá de hacer lo mismo que hicieron el año anterior. Las direcciones, especialmente en los colegios públicos, muchas veces carecen de margen de maniobra para dirigir. En buena parte de la pública, hasta que el último profesor no diga que sí, es difícil que la cosa empiece a marchar, si es que algo que signifique cambio consigue finalmente ponerse en marcha.
  5. Un buen profesor, un buen colegio, se debe caracterizar, en lo fundamental, por sacar adelante a los alumnos que tienen dificultades. En ocasiones, constituyen tan sólo una pequeña parte de la clase, y en ellos debería centrarse el máximo esfuerzo, porque el resto de alumnos, muchas veces, caminan prácticamente solos. Sin embargo, los alumnos con dificultades, en lugar de ser el verdadero y apasionante reto, en ocasiones, repelen, son culpabilizados y marginados. La vida académica de un niño depende en gran parte del profesor o tutor que le toque. En muchas ocasiones es cuestión de suerte. Muchos padres, que tienen mucha responsabilidad en ellos, para lo bueno y para lo malo, se encuentran con que tienen muy poca influencia real a la hora de cambiar todo esto.
  6. Los sindicatos tienen un papel excesivo en la interlocución con la administración. Sobrepasan con mucho el ámbito de las relaciones laborales, que es lo suyo, y convierten cualquier tema educativo en un tema estricto de reivindicación laboral. Parece que la calidad es directamente proporcional a las condiciones laborales del profesorado. Pues no.
  7. No se le da la suficiente importancia a la Primaria. Progresa adecuadamente casi todo el mundo sin saber cómo progresa, ni en función de qué criterios y sin relación, en ocasiones, con lo que se le va a exigir después. Es fácil observar cómo los problemas aparecen en la secundaria sin haber sido detectados en Infantil y Primaria, que es donde se juega casi todo.
  8. Hay un rechazo generalizado a la evaluación externa; no se le concede autoridad alguna a nadie para dar una opinión sobre lo que un profesor o un colegio hace, logra o pueda conseguir. La cerrazón, en ocasiones, es casi total. Cuando hablan de tener en cuenta el contexto que rodea a la escuela, hay que echarse a temblar: se puede tener la seguridad de que se trata de un pretexto para seguir haciendo lo mismo y no cambiar absolutamente nada.
  9. Hay que perseguir hasta las últimas consecuencias a los que no previenen, luchan de una manera activa y aplican consecuencias a propósito del acoso en clase, del bullying. En los colegios no se debería permitir que algunos alumnos sean torturados, digo bien, torturados, y que los torturadores y los profesores que no luchen contra la tortura salgan de rositas.
  10. La selección del profesorado es una asignatura manifiestamente mejorable. Y la invitación a reconducir la vida laboral de algunos, una exigencia pública.

Finalmente me gustaría homenajear a tantos buenos profesores – he conocido a muchos  – que continúan luchando, a pesar de todo. A todos ellos mi respeto, agradecimiento y amistad. Gracias por todo lo que he aprendido de vosotros. Y cuando tanto se habla hoy de patriotismo/abertzalismo, unos y otros podrían considerar que el de la educación podría ser un buen campo donde demostrarlo en la práctica, más allá de los gritos, reivindicaciones y eslóganes.

Del arrepentimiento

Publicado por el 24 Nov 2013

Esta semana se ha vuelto a hablar del arrepentimiento. Hay quienes insisten en que sólo los creyentes pueden hablar de esto y que, en consecuencia, es un concepto que no puede aplicarse a los demás. Dijeron lo mismo con respecto al perdón. Si el arrepentimiento y el perdón sólo lo proclamaran los cristianos, esto mismo sería una razón definitiva para volver a la fe. Pero arrepentirse, pedir perdón y perdonar es de las decisiones más sanas que las personas, crean o no, en ocasiones, tomamos a lo largo de nuestra vida. Yo al menos me he arrepentido muchas veces; son muchas las cosas que hice y que hoy no volvería a hacer. Cuando alguien me dice: “no me arrepiento de nada”, simplemente, creo no entender nada. ¿Significa que lo hizo todo bien?… ¿Significa que hacer lo que hizo era la única manera de aprender y no volver a hacerlo luego nunca más?… También he pedido perdón con frecuencia, y soy consciente de lo que me cuesta perdonar, muy a pesar de intuir el bien que me podría hacer. A veces no sé muy bien ni cómo empezar.

Sin embargo, lo que también creo es que no soy quién para pedir a los demás que se arrepientan y/o que pidan perdón, y mucho menos en público. No tengo autoridad moral alguna para hacerlo. Además, es completamente inútil, porque es una decisión que compete sólo a ellos. Si a finales de los setenta los demócratas hubieran exigido algo semejante de los franquistas, no se hubiera producido la Transición. Hoy incluso son pocos los que lo han hecho. Por otra parte, hay muchas maneras de mostrar arrepentimiento. Y el arrepentimiento ennoblece, no degrada, como algunos pretenden mostrar.

Ahora bien, si escucho a algunos hoy que, lejos de arrepentirse, se enorgullecen en público de su trayectoria anterior, diré que tal vez estén en su derecho de hacer y decir lo que consideren oportuno, pero que no cuenten conmigo para nada. Me asiste el mismo derecho a proclamar que no quiero saber nada de ellos, ni deseo compartir mesa, ni van a entrar en mi casa, ni voy a acordar con ellos más allá de lo que sea inevitable para evitar males mayores.

Pero esta semana ha constituido también para mí, y creo que para muchos, un antes y un después. Las escenas que hemos visto en el aniversario del asesinato de Joseba Goikoetxea – al que conocí- y en el acto en la Fundación Buesa – vaya mi homenaje más sincero a ambas viudasy a algunas de las personas participantes, como las familias de Brouard o de Lasa y Zabala -, constituyen para mí uno de esos momentos que hacen verdadera historia en este país. Demuestra que, a veces, lo único importante es hacer, mantener la constancia y dejar de hablar sobre lo que hacen los demás. Si crees que hay hacer algo, hazlo, y olvídate de quejarte y criticar.

Ha sucedido lo que ha sucedido en este país – y que cada cual coloque la fecha de comienzo de la barbarie donde la quiera colocar e introduzca los hechos que le han hecho sufrir -. Pero hay una distinción fundamental: hay quienes han conseguido que el odio no les haga sufrir. Han sido los mismos hechos, el mismo entorno, la misma historia para unos y para otros y, sin embargo, unos han podido evitar que el odio los destroce. Creo que esa es la gente a imitar, cuidar y dar a conocer. Eso es lo que hemos visto esta semana: que se puede, o mejor, que algunos pueden. Gracias por lo que habéis hecho. Unos suben montañas, crean empresas, escriben libros o construyen edificios. Creo que nada de eso es comparable con lo que vosotros estáis haciendo: construir la paz en los corazones de las personas. Casi nada. Quizá es la misión que os ha tocado cumplir en esta vida. Habéis sufrido mucho, pero qué afortunados sois.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.