EL BOTILLERO
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 29 Nov 2024, en Sin categoría
Si alguien me preguntara: y tú, ¿cómo te definirías?, ¿de quién eres? Contestaría sin dudar: yo soy de Unai Laso. Pero como soy políticamente correcto, añadiría: también admito que Altuna III es muy bueno.
Seguí la final de pelota del Cuatro y medio, sufrí mucho, pero salí feliz, lo que no obsta para reconocer que el perdedor, Pello Etxeberria, además de un gran pelotari, es también un señor.
Pero no voy a escribir sobre Laso, ni sobre Altuna, ni sobre Etxeberria, sino sobre Jon Mairezkurrena, otro grande, que actuó, una vez más, de botillero de Unai.
Para mí fue la gran figura del partido. Como pudimos escuchar en todo momento sus comentarios, ver su cara, comprobar su interactuación con Laso y observar en todo momentolos altibajos de Unai, me quedé con la idea de que estaba asistiendo a un “reality show”, solo que de “show” tenía poco, pues aquello no era más que la vida misma.
El botillero es alguien que acompaña al pelotari en los partidos decisivos. No tiene por qué ser necesariamente un profesional, ni un entrenador, ni un psicólogo. En su momento alguien me dijo: “no necesito de un psicólogo, ni de un psiquiatra, sino de alguien con quién hablar. Eso sí, ordenadamente”. Lo del orden se me quedó grabado para siempre.
Pudimos observar cómo Mairezkurrena le daba en todo momento perspectiva a Unai, le aconsejaba de modo muy práctico a la vista de cómo actuaba Etxeberria, le animaba, diciéndole que no era para tanto cuando el partido iba mal, pero también, en otras ocasiones, le echaba una bronca en el afán de despertarle y hacerle salir del bajón que el pelotari estaba sufriendo. En algún momento me pareció que le daba un pequeño empujón, a ver si Unai renacía y volvía a ser el mismo de siempre.
Eso sí, todo ello acompañado de “tacos”, tan propio de este pequeño país; algo que uno no termina de entender del todo, pues con el mismo “taco” de igual modo podemos querer decir que todo va muy bien como rematadamente mal.
Y Laso, que estaba sufriendo por los “malos rollos” que le venían a la cabeza –seguro que estaba recordando la derrota ante Altuna–, le escuchaba sin mirarle, apenas le replicaba y volvía de nuevo a la cancha. En ocasiones, era como si asistiéramos a dos pulsos: uno entre los dos pelotaris y otro entre el pelotari y su botillero. ¿Quién ganará?, me preguntaba. Finalmente, Mariezkurrena ganó la batalla primero y Laso se impuso después. Pero siempre por este orden.
Uno y otro son de edad y experiencia parecidas, por lo que no cabe pensar que Laso le escuchaba porque Mariezkurrena supiera más que él. No. Le escuchaba, e incluso le hacía caso, porque tenía confianza en él. Sabía que lo hacía con la mejor intención, por muy tosca que fuera su manera de aconsejar.
Antes se hablaba del papel de los directores espirituales, hoy de los psicólogos. No voy a negar su importancia; entonces y ahora. Han efectuado y efectúan, los que son buenos, un gran papel. Pero, en ocasiones, lo que en realidad necesitamos tan solo es un buen botillero; alguien que está ahí, en el momento oportuno, con el que podemos contrastar, que sabe lo que sabe, pero, ante todo, del que nos podemos fiar. Conviene recordar el porqué del nombre: botillero es el que acude con una botella de agua cuando tenemos sed, nos refresca y luego desaparece.
Estoy seguro de que Laso dio ese día envidia a muchos. Y no solo por la vuelta que le dio a un partido que, en algún momento, pareció que iba a perder, sino porque tenía a su lado a alguien en quién confiar. Podría acertar o no, pero sabía que lo que Mariezkurrena le dijera sería con la mejor intención.
No es poco, sino mucho, y más hoy.
Más de uno habrá terminado por pensar: ¿no me vendría bien un botillero? Dispongo de libros, consultores, internet, pero un botillero es algo más: es un acompañante comprometido, del que me fío, que no solo escucha, sino que me ayuda a poner orden en mis pensamientos, que piensa a la par conmigo, que es leal y que, llegado el momento, desaparece sin recordarme luego su rol.
Incluso puede ocurrir que más de uno se haya llegado a preguntar: además de ser durante años el botillero de los demás, ¿no habrá llegado el momento de disfrutar también yo de uno?
Tal vez necesite que deje por una vez de “ir de botillero”, se apee de su ego y se acerque a ese botillero dispuesto a ayudarle. Que lo habrá. Para que, al final de partido, le levante en brazos y desaparezca, lo mismo que hizo Mariezkurrena con Laso en la final del Cuatro y medio.
Por algo Unai habló luego del triunfo de un equipo.