Eugenio Ibarzabal

John McCain, su experiencia

Publicado por el 11 Feb 2008, en Sin categoría

Siempre me interesó la odisea de McCain, virtual candidato republicano, como prisionero de guerra en Vietnam, al igual que he sentido una cierta fascinación por la de Víctor Frank en un campo de concentración nazi. Son historias de supervivencia mental en la peor de las condiciones. Y la lección es clara: aún en las condiciones más duras hay quien es capaz de mantener su capacidad de elección.

McCain, un joven piloto de bombardeo, hijo y nieto de relevantes almirantes –su padre es el responsable de la Armada en el Golfo de Tonkin en esos mismos momentos- cae en su vuelo veintitrés cerca de Hanoi, con graves heridas en una de sus piernas, que le deja prácticamente inútil. Es detenido. Desde ese momento han de pasar más de siete años hasta su salida de la prisión.

Lo fundamental es que muy pronto sus captores se dan cuenta de quién es hijo y nieto, y tratan de efectuar con él una operación de propaganda ofreciéndole la liberación, tratando de demostrar así su buena voluntad hacia quien precisamente dirige operaciones de combate contra ellos. McCain, que acababa de entrar en la treintena, se niega. Es mantenido en celdas de aislamiento, maltratado y torturado. Él les dice que ha de salir en el mismo orden en el que entró. Lo consigue. Pero lo más importante es cómo lo consigue.

Él viene a afirmar que la crueldad humana puede ser tal que puede doblegar cualquier confianza en uno mismo. Viene a decir que sólo no se puede. Llama la atención que él necesite algo así como un sistema de aseguramiento de su decisión, que lo encuentra en el Código de Conducta Militar. Dicho Código tiene unas reglas para los Prisioneros de Guerra. Y opta por agarrarse a ellas y cumplirlas a rajatabla. Como un bote salvavidas. Pero hay más: la comunicación –clandestina- con algunos de sus compañeros le resulta vital, saber que hay una persona al otro lado de la pared en la celda a la que golpea utilizando un código.

Él, que era un joven bien y juerguista, termina desarrollando una fortaleza mental indestructible. Descubre los valores del amor y del honor, y en unas páginas realmente emocionantes afirma que la gloria es mantenerse unido a algo que es más grande y exterior a uno mismo, como pueden ser una causa o unos principios. Sabe que otros se están fijando en él. Si cede es un mal ejemplo para los demás. Y consigue resistir. Hay un momento de gran tensión: le dicen que puede salir y que los demás nunca sabrán por qué.
– Pero yo sí lo sabría, -contesta- yo sí lo sabría.

Cuando lees este tipo de historias, como la de Víctor Frank, tienes la sensación del enorme potencial que implantaron en nosotros. Cabe pensar en que fue con alguna finalidad. McCain se divorció al poco tiempo de volver.

Comenzamos a trabajar con un Centro para chicos en situaciones especialmente difíciles, en Haritz Berri, muy cerca de Pamplona, y la verdad es que cuando uno se encuentra con profesores de esa talla humana, uno piensa que trabajar con ellos es un privilegio y un gran placer.

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