Eugenio Ibarzabal

Entrevista en el Grupo de Noticias

Publicado por el 16 Jun 2022, en Entrevistas

Por UXUE GARRO IRASTORZA

El libro que presenta tiene como título “El marido de la inglesa que vivía en la casa del danés”. ¿Por qué ese título, cuando el tema sobre el que gira la obra es la escucha?

  • Es una historia que narra la experiencia del “marido de la inglesa que vivía en la casa del Danés”, que es como me llamaban en Obanos, en Navarra, cuando mi mujer y yo, sin conocer a nadie, decidimos vivir en ese maravilloso pueblo. Para ello tuvimos que integrarnos, para lo que tuvimos que hacer el esfuerzo de dejar por un tiempo nuestra identidad e historias anteriores, abrirnos a las del pueblo y poner nuestro contador vital a cero, que es la mejor manera de obligarte a escuchar. De algún modo, me transformé en otra persona. Luego descubrí que eso mismo es lo que había hecho a lo largo de muchos momentos de mi vida: olvidarme de mí, abrirme a los demás y escuchar, y de ese modo empezar una nueva vida, porque lo bueno de esta vida es que, si queremos, podemos vivir muchas vidas diferentes.

Esta historia es la historia de mi vida a lo largo de más de cuarenta años.

Eugenio Ibarzabal, con su nuevo libro. Foto de Oskar González

 

 

Dice que no es que le guste escuchar especialmente, sino que le ha “tocado escuchar”. ¿Podría explicar por qué?

  • Estudié Económicas, pero, tras un tiempo, comencé a trabajar como periodista. No tenía el carnet de periodista, algo fundamental entonces. Era un intruso en la profesión. Me miraban de arriba abajo. ¿Cómo aprender, entonces?, escuchando. De allí salté a la política, donde, de nuevo, tuve que escuchar. Luego en la televisión, donde, al principio, fui recibido con mucho recelo, pues venía de la política, y donde me vi obligado a ser muy humilde y aprender escuchando a los que sabían. Más tarde pasé a la consultoría, donde he trabajado como facilitador de equipos durante veinticinco años, pasando de un sector a otro, y recibiendo todo tipo de críticas porque pensaban, y con razón, que yo no sabía nada del sector al que me llamaban para mejorar. ¿Cómo entrar en ese nuevo sector?, me preguntaba: pues de nuevo callando y escuchando. Imagínese lo que puede significar entrar de nuevas en mundos como el de la justicia o en el de las órdenes religiosas. He efectuado miles de entrevistas personales previas, formales e informales, pues pienso que el uno a uno funciona. Finalmente, en los últimos años, me ha ocurrido de nuevo algo muy gracioso: he escrito varios libros de biografías. El comentario de algunos historiadores ha sido: “no es un historiador”. A cada salto mío, algunas de las personas con las que me encontraba se consideraban asaltadas. Ley de vida. Pero es así. Es por eso que digo que “me ha tocado escuchar”. Ha sido una curiosidad obligada. Me gusta caminar, comer bien, conversar con mis amigos o ver cine, pero no especialmente escuchar. No me considero mejor que los demás; lo que ha ocurrido es que no he tenido otro remedio que escuchar para sobrevivir.

 

¿Nos han enseñado a escuchar?

  • No, como tampoco nos han enseñado a hablar bien ni a escribir, algo que constituye la base sobre la que se asienta la comunicación entre las personas. A veces tengo la impresión de que no nos enseñaron algo básico para convivir y que nosotros seguimos cometiendo el mismo error. Tuve luego que aprender también, en su momento, a hablar en público y a escribir. Y es que nos han dicho que es bueno escuchar, de la misma manera que nos han repetido que nos conviene perdonar. Pero la pregunta es: de acuerdo, hay que perdonar, pero ¿cómo se perdona?, y, en el caso de la escucha, ¿cómo hacemos para escuchar? La cuestión no es tanto el qué, en lo que muchos podemos estar más o menos de acuerdo, sino el cómo, y es por eso que en el libro me he centrado no tanto en el qué, sino en los cómos, hasta incluso descender a los pequeños detalles, porque en los detalles es donde reina el diablo. Con los años, me he vuelto un hombre menos de sermonear a los demás (que, además, no sirve para nada), y cada día más práctico.

 

No es lo mismo escuchar que escuchar bien. ¿Qué elementos considera fundamentales para una escucha activa?

  • Simplificando al máximo, son tres grandes elementos: aprender a entender a alguien, aprender a callar y aprender a preguntar, y siempre ante alguien que no piensa ni actúa como tú.

 

¿Qué es más negativo o nocivo, no escuchar o hacerlo mal?

  • Escuchar mal es, a la postre, un modo más de no escuchar.

 

En la presentación de su libro en Gasteiz dijo que “una persona que no escucha es un peligro público”, especialmente cuando tiene poder. Un político (en la medida que es un representante público) que no lo hace, ¿es doblemente peligroso?

  • En general, alguien que no escucha, por principio, es un peligro para los que tiene alrededor. Pero si, además, dispone de poder, es psicológicamente inseguro y ha tenido un éxito anterior del que puede alardear (es decir, cree haberse hecho a sí mismo y en contra, en su momento, de la opinión de los demás), es aún mucho más peligroso, sea político, empresario, juez, religioso, sindicalista, feminista, ecologista, escritor, o líder comprometido con cualquier causa, buena o mala, hombre o mujer. A mí, de verdad, me dan miedo. Y abundan, créame.

 

¿Qué tal se escucha en la política vasca?

  • No tengo apenas relación con políticos vascos; supongo que habrá de todo, pues a la postre son personas. En todo caso, una cosa es escuchar y otra muy diferente hacer luego lo que quiere la persona a la que se ha escuchado. Son dos cosas diferentes. Hay muchos en todos los sectores que no escuchan nada, y que “hacen como que escuchan”, pero que no es verdad. Son gente que lo que le gusta es “quedar bien”. En cuanto sales de la habitación, se olvidan de lo que has dicho y están ya a otra cosa. Y se nota. Pero siempre hay, créame, buenas excepciones.

 

¿Se escucha menos desde que la sociedad se ha digitalizado?

  • No tengo, en principio, esa impresión; la sociedad digitalizada está obsesionada en escuchar y conocer nuestras apetencias. Otra cosa es para qué.

 

¿Está relacionado lo poco o mal que escucha la sociedad con la incapacidad general de gestionar los silencios dentro de una conversación?

  • Sin duda alguna, porque aprender a mantenerse en silencio es una de las piezas claves de la escucha. Se habla mucho de la necesidad de silencio, pero lo cierto es que el silencio puede resultar inaguantable y hay necesidad de ocuparlo.

 

¿Y con el egoísmo?

  • Lo mismo. Porque nos han dicho que hablar es la manera de demostrar lo que somos, valemos y el modo de influir sobre los demás. Si nos mantenemos callados, dicen algunos, nos infravaloramos. Lo que algunos no se dan cuenta es que cuanto más hablan, es peor para ellos. Para convencer hay que hablar, repiten. Sí, pero bien, brevemente y después de haber escuchado.

 

¿Cómo conseguir el equilibrio entre escuchar y expresar las ideas de uno mismo o una misma?

  • Son dos temas diferentes. La historia que cuento va de aprender a escuchar, y esto significa que hay que aceptar que, aunque uno trate de escuchar, la otra persona puede no querer escucharte, ni querer hablar luego contigo ni llegar a ningún tipo de acuerdo. Es duro, pero es así. Pero, en todo caso, mi experiencia es que, a pesar de posibles fracasos, escuchar puede cambiar tu vida. A mí al menos me la ha cambiado muchas veces. Y a mejor. Primero hay que escuchar; pero luego siempre habrá tiempo de hablar. Además, no comprendo cómo se puede hablar sin antes escuchar. Y en el peor de lo casos, aunque lo único que se pretenda sea vender, no entiendo cómo se puede lograr vender si antes no se escucha lo que el otro quiere comprar.

Si, por la razón que sea, alguien ha llegado a la conclusión de que tal vez necesite escuchar, creo que esta historia le puede ayudar; al menos, la he escrito con esa intención.

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