Eugenio Ibarzabal

De Sicilia a Barcelona

Publicado por el 12 May 2008, en Sin categoría

Vengo de Sicilia donde he pasado unos días recogiendo materiales, dejando funcionar a la intuición, comiendo estupendamente bien y paseando por algunas de sus ciudades. Iba bien orientado por mi buena amiga Renata Piazza, y Taormina, Siracusa, el Valle de los Templos de Agrigento, Trapani y sobre todo la amabilidad de la gente siciliana, fueron argumentos más que suficientes para recobrar la perspectiva, descansar y disfrutar mucho. Altamente recomendable.


Luego la vida me ha mostrado sus colores más diversos, con fallecimientos muy cercanos, que me han hecho recordar aquello de Montaigne: “aprender a vivir es aprender a morir… y aprender a morir es aprender a vivir”… Es difícil mantener en esos momentos el perfil del espectador, pero dudo que haya momentos en los que las lecciones son más evidentes. Veremos cuánto nos duran…

Y luego Barcelona. La última conferencia del circuito, en compañía esta vez de María Vasco, auténtica, lo mismo que su marido José Antonio, ambos marchistas y personas ejemplares. Saco una conclusión. Si algo ha llegado a las más de mil personas que han asistido a estas conferencias, es la reflexión sobre “haz lo que te toca; no lo que te gusta”. Es más, he tenido la impresión, por las reafirmaciones que he recibido, que el mensaje que me enviaban muchos era algo así como: “no te lo reconoceré en público, pero estoy totalmente de acuerdo. Es la manera de que la sociedad sea habitable. Continúa por ahí”. Estoy pensando en plasmar todo ello en un pequeño libro. De hecho, ya he escrito el primer capítulo.

Pero lo que más me está llamando la atención son algunas lecturas del libro “Volver a empezar”. Son bastante los que están haciendo una lectura autobiográfica del autor. Diré algo: todo lo que ahí se dice es verdad; todo lo que ahí se dice es falso; y ambas cosas, curiosamente, son ciertas. Creo que en el fondo es una versión actualizada de la parábola del hijo pródigo. Y punto. Pero para escribir eso, uno necesita armarlo de recursos propios, y uno tiene los que tiene, y los aprovecha. Me gustaría que cuando uno trata de señalar algo con el dedo, los lectores no se quedaran mirando al dedo. Es anecdótico. Y no van a acertar. Al final, uno ya no sabía qué era mío y qué no. En consecuencia, difícilmente lo van a saber otros.

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