CONTXU UZKUDUN: «Sé que a base de pelea se consiguen las cosas»
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 10 Jun 2016, en Sin categoría
Son muchos los años que nos conocemos, en una relación en la que a ella le gusta aparecer y desaparecer. Casi siempre dirá finalmente que sí, pero no le costará tampoco responder que no si no quiere o no le apetece el plan que tú le propones. Sacará mil excusas, más o menos creíbles, apelando a que está cansada o de viaje, pero finalmente hará lo que tenía pensado hacer.
Eso sí, te lo dirá suavemente, se despedirá con una sonrisa y te dará esperanzas para otra ocasión, pero si se le ha metido entre ceja y ceja que no, puedes estar seguro de que va a ser que no. Todo ello dicho lentamente, ya digo, y escondido en un aire de una cierta fragilidad, que en realidad es lo opuesto a esta mujer. Tras el NO, uno termina por marchar, además, con un cierto complejo de culpabilidad por haber pretendido sacarla de su casa, estando tan cansada como estaba.
Con lo reflejado hasta ahora es fácil deducir que si algo caracteriza a Contxu es su independencia, su fortaleza y su poder de seducción para hacer en cada momento, finalmente, lo que le da la gana. A mí siempre me ha parecido admirable que siga ahí, cumplidos los setenta, al frente de un negocio tan complejo como es el de la moda, con un equipo trabajando con ella, y que hoy esté ilusionada porque, por fin, va a abrir una nueva tienda en San Sebastián.
Odia a los que, dentro de su sector, hacen ropa y dinero con la sangre de otros. Le pregunto por ese momento que marcó su vida.
– El día que entré en una tienda de moda, Seyla, en San Sebastián, para presentarme y ver lo que ellas hacían, y en la misma entrevista me dijera que “te voy a mandar cosas para hacer”. Fue un antes y un después. Tenía 20 años. Mi madre, que trabajaba, al igual que mi padre, en Michelin, cosía, y me obligó a aprender. Había, como en tantas, una máquina de coser en casa. Coser no me gustaba mucho, pero era lo que había. Esta tienda me puso en contacto con señoras de un buen nivel económico de San Sebastián, lo que me hizo dejar Lasarte, donde había puesto un taller con ocho chicas. Luego me ofrecieron alquilar un local en San Sebastián y abro un taller en esta ciudad. Hasta hoy.
– Era el verano del San Sebastián de entonces: toros, fuegos artificiales y playa. ¿Se estimaba ir bien vestida?…
– Las diferencias sociales eran muy importantes. Para ellas, sí. Ahora ese afán se ha socializado mucho.
– ¿Cómo te definirías?, ¿qué es lo que eres exactamente?
– Soy modista. Diseñadora es algo muy serio. Una modista interpreta y un diseñador inventa. Diseñadores en el mundo hay muy pocos; tal vez no pasen de veinte. El diseño también es interpretación, pero partiendo de cero.
– Le hago una pregunta que he hecho en muchos talleres: ¿quién crees que es el vasco más universal?… Ella duda, como todos, piensa tal vez en Elcano o en Ignacio de Loyola, pero luego a los dos se nos ilumina la cara al pensar en Balenciaga. La vuelta al mundo estará unida para siempre a Magallanes e Ignacio no es reconocido en el mundo protestante. Pero allí por donde vas surge la figura de Balenciaga. Y este ejercicio es muy bueno para romper esquemas, porque muestra que el vasco más conocido y reconocido mundialmente es un hombre de características poco habituales entre los propios vascos.
– Y era un hombre que, a la vez, valoró mucho el atuendo de su pueblo. En su indumentaria era muy vasco, sus chaquetas eran siempre de azul marino, algo muy de aquí, a pesar de ser un hombre sofisticado hasta el infinito. Usaba la boina con una cierta frecuencia en sus viajes. Mi primera maestra fue una de sus seguidoras, que había aprendido con él. Estuve seis años con ella.
– ¿Por qué te dieron trabajo desde el primer momento?… ¿Qué crees que vieron en ti?…
– Entusiasmo, por eso me mandaron gente. Y si me preguntas porqué me entusiasmaba te contestaré que por la creatividad. Cortar un trozo de tela y terminar haciendo un vestido tiene que mucho de creativo, y luego, que ese vestido tuyo le guste a esa persona es mucho. También el arte de vender tiene mucha creatividad. Se trata de cumplir las misiones que esa señora esperaba de esa prenda. Y a veces me aprovechaba de los gustos y deseos de esa persona: le decía que había visto esa idea de prenda en una tienda importante de moda, lo que no era verdad. Pero ella lo creía y se imaginaba llevando un vestido de una tienda que estaba de moda, con prestigio y además cara.
– Y aprendiste a seducir…
– Se convirtió en parte de mi modo de ser, y tenía que serlo porque yo siempre he sido una chica pequeña y gordita. No tenía otra. Y las seducía para que, a su vez, ellas también sedujeran a otros con mi ropa.
– Compramos ropa, pues, para seducir a otros.
– No siempre. No se trata de estar a la moda, una expresión no bien utilizada, sino que la gente consumidora de ropa se encuentra bien tan solo un mes con ella. Luego quiere cambiar. Antes la ropa duraba mucho más, o tenía que durar mucho más. Ahora no. Se cansan de la ropa. Luego hay gente que no se cansa de la ropa que lleva, que no cambia, que la hace durar, que estima la ropa de calidad. Unos y otros exigen algo muy diferente.
– ¿Tiene algo que ver con la seguridad personal?…
– Sí, claro. Con la ropa buscas algo fuera que no tienes dentro. No hay que olvidar que vistes para fuera; en el fondo, para seducir.
– Y al cabo de los años, ¿por qué sigues?…
– Me gusta crear belleza. Todo tipo de belleza. Me gustan los espacios bellos, el mantel de un restaurante, la esquina de una casa. Sacrificaría algo de la calidad de una comida por una buena presentación de la mesa en la que voy a comer. Y no me interesa innovar por innovar. Todo tiene que tener un porqué. Dentro de casa o fuera.
– Te has visto “rarita” en ocasiones.
– Siempre, y se me ha hecho difícil transmitir lo que pienso, lo que quiero y el porqué. A veces me veo muy rígida. Sé lo que quiero, y puedo ser poco tolerante.
– Seductora, te relacionas bien con la gente, pero siempre hasta un cierto punto.
– No soy muy popular. Observo la envidia, y es por eso por lo que hay cosas de las que no hablo, por no herir. Y para que no me hieran. La envidia está muy dentro del ser humano. Y cuando yo empecé no era frecuente que una mujer trabajara por su cuenta, y menos que pusiera un taller. Muchas mujeres dejaban de trabajar al casarse. Era lo normal. Trabajar luego estaba mal visto. Pero yo quería trabajar y no quería hacerlo en una empresa. Quería despegar, quería hacer otras cosas, más allá de lo que había visto en casa. Hay también algo que me persigue: no me gustan las zonas de confort.
– ¿Qué has aprendido en casa?…
– La exigencia de mi madre y el buen humor de mi padre.
– Desde fuera suena bien, pero puede llegar a ser muy incómodo vivir así, fuera de las zonas de confort…
– Sí, porque cuando conquistas algo ya estás en lo siguiente. Hay ventajas si consigues lo que quieres, pero para los otros, para los que conviven contigo, puedes no ser persona una fácil.
– Eres una superviviente.
– Sí, así me llamo a mí misma. Sé que saldré, por un sitio u otro. Tengo la certeza de que voy a salir, de que no voy a fracasar. Tengo fe, lo que no obsta para vivir momentos de enorme inseguridad. Sé que a base de pelea se consiguen las cosas. A veces me digo que no me gusta ser como soy: pedaleando todo el santo día. Pendiente. Desconfiada.
– Pero consigues la confianza de los demás.
– Sí. Tiene que ver con la seducción.
– Es curioso, tú hablas de seducción cuando ahora otros hablarían de liderazgo.
– Si supieran las veces que no tengo ni idea, pero confían en mí. Di tú algo, me dicen. Me agarro a eso, y el resto sigue. Siempre tiene que haber alguien que ceda. Un buen seguidor es algo clave, alguien que se sienta confortable, que estime su trabajo, que a la mañana venga contenta a trabajar. Estoy muy orgullosa de las gentes que trabajan conmigo, es un equipo cohesionado, que trabaja muy bien. Somos veinte.
– Y ahora es la siguiente generación la que tira del taller.
– Sí, mis hijas. Yo cerquita, aunque demasiado interventora. Me siento muy orgullosa de mis hijos. Sé que soy demasiado exigente. Siempre les he pedido la luna. Nunca nada es suficiente. Es lo mejor que tengo.
– La parábola de los talentos también tuvo influencia en ti.
– Pues sí. Bajo tierra no meto nada. Todo tiene que dar fruto.
– ¿Y qué significa un hombre en tu vida?…
– Algo muy importante, aunque tuve una pareja que no salió bien. Necesito un hombre que me valore y que me quiera, que me empuje y que no tire para abajo, que esté muy orgulloso de mi. No sé si alguien dirá que es un poco machista, pero es lo que pienso.
Una vida.
– Le gusta mucho la música y leer. Está enfrascada con un libro de Manuel Rivas y otro de Svetlana Alexievich, última Premio Nobel. También los libros de viajes.
– Le gustaría tener algún día más sentada en la terraza de un bar, pero no se siente capaz. No ha ido mucho a la playa, por mala conciencia; siempre ha pensado que tomar el sol es perder el tiempo.
– Le gusta la India y su belleza, a pesar de la pobreza. Sus hombres y sus mujeres. Trabajando ellas con sus joyas colgando. Listas, cumplidoras con lo que prometen, intuitivas. Aunque trabajen en el barro, siempre parecen limpias y elegantes. Es el país del futuro.
– El diseño es mucho trabajo. Se trata de llamar la atención con ropas imposibles, pero detrás del reclamo hay una industria fuerte, sólida, con prestigio social. No todo el dinero que se hace es “con sangre”.
Ana Rosa
Seducción… independencia… seguridad personal…
Un hombre que la apoye y le de fuerza…
DESTACABLE todo en ella!
Yo añado ¡sencillez!?