Eugenio Ibarzabal

Eduardo Anitua. «Lo que hacemos por los demás nos hace crecer; lo que hacemos por nosotros, nos aísla de los demás»

Publicado por el 07 Jul 2016, en Sin categoría

Eduardo es, ante todo, un hombre generoso, leal, amigo de sus amigos: “los amigos son para hacer uso de ellos”, suele decir; es por eso que se deja usar tanto por los suyos. Entre sus influencias, se observa una mezcla de familia del padre, ingeniero, hombre práctico, y de la de su madre, creativa, no en balde es sobrino del escritor Ignacio Aldecoa. Eduardo es un visionario, en la mejor acepción de la palabra.

Le atrapo un domingo por la tarde, en su clínica, recién venido de Méjico. Muchos dirían, de conocerlo, que su ritmo de trabajo es muy poco envidiable, pero pocas veces he conocido a alguien que sonría con mayor facilidad y que demuestre más pasión por lo que hace. Dice lo que hace y, me consta, hace lo que dice.

Un momento que marcó tu vida, un antes y un después…

– Sin duda, la muerte de mi padre. Tenía 17 años. Puedo decir que murió en mis brazos. Estuve todos los días finales a su lado, pendiente. Su muerte me convirtió en adulto en un instante. Me di cuenta de algo que a esos años no se advierte, y es que la vida tiene un final, que no elegimos ni el momento ni el modo, y que hay que adaptarse a ese final, y no al revés; asumir responsabilidades y el deber de hacer cosas en esta vida.

Has dicho adaptarse a la vida.

– Sí, soy absolutamente positivista. Saber ver el lado positivo de las cosas, incluso en el caso de una enfermedad. Esto es algo bueno, sacar el pesimismo de la vida, porque el pesimismo es una enfermedad. Mata en vida y el positivismo es lo contrario: da vida.

Hacer cosas es, pues, un deber para ti, decías.

– Ya que estamos aquí, que sirva para algo. Me queda del colegio aquello de que “por sus hechos los reconoceréis”. No por lo que decimos, sino por lo que hacemos. Es la parábola de los talentos, y me gusta lo de los talentos, porque la frase tiene así aún mucha más fuerza. Significa desarrollarlos para los demás. Lo que hacemos por los demás nos hace crecer; lo que hacemos por nosotros, nos aísla de los demás.

– Uno te expande y el otra te atrofia.

– Y es por eso que me preguntaba, y me pregunto siempre, ¿qué puedo hacer yo bien? ¿Para qué sirvo? Y tratar de apasionarme con lo que puedo hacer bien.

Y de ahí la medicina.

– La primera percepción fue que la medicina era algo duro, y muy pronto me llega la asunción de que es para siempre. Como un sacerdocio. No hay vuelta atrás. En todo momento eres médico, en todo momento eres responsable. Luego viene la especialidad, pero antes la necesidad de incorporar un montón de conocimientos, aprehender cómo funciona el cuerpo humano. Darte buena cuenta de lo más básico. Y a partir de ahí… el universo.

¿Y para qué sirves?… ¿Qué respondiste finalmente cuando te preguntaste qué sabes hacer bien?…

– Sé trabajar en equipo, sumar, aglutinar talento. Cuando se vertebra, sale algo diferente, mejorado, que va a trascender, y el fruto final es labor de esa interacción.

Operas e investigas.

– Son vasos comunicantes. Cuando operas e investigas consigues una visión diferente de alguien que solo tiene una visión quirúrgica. Operas de manera diferente. Es mucho más exigente, porque dispones de una visión más holística, más universal.

Y para poder investigar, te viste obligado a crear tu propia empresa.

– Es un proceso. Estudias, te conviertes en un cirujano, te haces dentista, trabajas más y más, y, sin que te des cuenta, eres un empresario, porque has generado una pequeña empresa. Y al principio te cuesta asumirlo. Piensas que no era lo que tú andabas buscando. Pero también te das finalmente cuenta de que no puedes estar en proyectos importantes si no hay flujos de conocimiento y un retorno económico que lo haga sostenible. Y más desde Vitoria, y desde el País Vasco, un lugar que no existe para la ciencia y que no es sino un trocito de un barrio pequeño del mundo.

Eres, pues, un médico y un investigador por vocación. ¿Vives la gestión de la empresa como una carga?

– No me atrevería a decir como una carga, más bien como una situación inevitable. Y llega un momento en que, al igual que a propósito de tantas otras cosas que no sabes, tienes que confiar. Debes confiar en otros. Soy un simple palillero de platillos chinos.

A veces es canso.

– Sí, pero apasionante. Me resulta inasumible no desarrollar investigaciones con ideas que pienso que son razonables y brillantes para la humanidad. Y sigues pedaleando. Es un Tour de Francia constante. Hay veces que me digo: hoy no toca sino dar pedales.

¿Cuál es tu clave para poder aguantar el ritmo de vida que llevas?

– Mantener la calma es la clave de la existencia. El fin es la paz, que al mismo tiempo se comporta, es curioso, como un extraordinario medio. Qué mejor fin que el camino se termine en paz. El privilegio de sentir paz profunda no lo cambias por nada. Entre ver el mar en calma y verlo enfurecido, no tengo ninguna duda que lo prefiero en calma. El mar en calma te permite adentrarte, el enfurecido te deglute. Lo mismo ocurre con las personas.

Siempre me ha llamado la atención la simplicidad con la que miras lo que tienes delante. A veces me pareces un verdadero niño.

– Tengo la curiosidad de un niño. Los investigadores somos las personas que hemos descubierto el niño que llevamos dentro y que se pregunta el porqué de las cosas, un niño que, felizmente, no madura. Para los investigadores lo único que cambian son los juguetes. Y es que la investigación no es aburrida sino divertida, aunque asumiendo una gran responsabilidad cuando está en juego la salud de las personas.

Eres consciente de que generas envidia.

– Tristemente. Vivimos en un país en que cualquiera que haga algo diferente, no genera admiración, sino envidia. Es incomprensible. Una de las enfermedades más graves de nuestra sociedad. Los que la padecen son personas absolutamente tóxicas, para su familia, para la sociedad. Ni hacen ni admiten que otros hagan. La única razón es que no quieren salir mal en la foto. Pretenden justificar su ausencia en la foto, su falta de protagonismo.

Otra enfermedad más, al igual que el pesimismo.

– El egovirus. No se ha encontrado un tratamiento contra este virus, el virus de la desgracia, que demuestra una profunda falta de solidaridad. Se trata de generar sospechas, hablar mal, que algo quede. Me ha hecho sufrir, ahora menos. La madurez y los años te ayudan. Pero si he decir la verdad, tengo que decir que me siento extraordinariamente querido. Son treinta cinco años en la consulta y encuentro con gentes de medio mundo. Y, por otra parte, cuando he recibido críticas gratuitas lo he agradecido, porque me he ido para arriba. He pensado que no es suficiente, que puedo hacer más. Solo puedo decirles, gracias.

Tú ves a las personas de una manera singular. No es solo que el más fanfarrón es un paciente para ti, sino que, además, como dentista, les obligas a estar con la boca abierta y sin poder decir nada por un largo tiempo. El único con derecho a hablar eres tú. Sé que es una pregunta demasiado general, pero, después de haber tratado a tantos, ¿qué piensas de los personajes a los que has tenido la oportunidad de conocer?

– Hay siempre personas detrás de muchos personajes. He tenido la oportunidad de hablar de tú a tú con personas que se han acostumbrado a una distancia al relacionarse con los demás. Pero pienso que las personas, en general, engrandecen a sus personajes. Hay más de lo bueno que de lo malo. En general son personas que han tenido visión, que han hecho algo distinto, y que, en muchos momentos, se han visto obligados a refugiarse en sus personajes. Ser personaje es muy complicado; pierdes el control de ti mismo y pasas a ser de todos. Todo el mundo cree saber sobre el personaje. Se olvida que detrás de ese personaje hay una persona que se acuesta y se despierta cada día. Rafa Nadal o Miguel Indurain, a los que conozco bien, han trascendido; sus logros personales son aún más importantes que los deportivos. Nos han enseñado cómo ganar, cómo perder, cómo retirarse, con humildad y con sencillez. Este mundo funciona gracias a que hay grandes personas. Y se nos desangra por esas personas tóxicas.

Has hablado de paz, no de felicidad.

– La paz es un estado de conciencia superior a la felicidad. Cuando siento paz siempre he sido feliz. Se puede estar en paz y ser feliz despidiendo a una persona para siempre, como ocurrió con mi madre.

Escuchándote, me da la impresión de que también vales para inspirar. Te veo muy cómodo cuando transmites en un escenario.

– La investigación la tienes que pensar, escribir, contar y transmitir. Te conviertes en un hombre multitarea. Y lo tienes que hacer en diferentes idiomas, con control de la escena y el escenario. Admiro mucho a José Mota o al Mago More, cuya amistad es un privilegio para mí, personas especiales y de las que he aprendido mucho.

¿Al final, qué es lo importante?

– La recompensa emocional. Pacientes que te dicen “gracias, doctor”. O una señora que ha sufrido tanto y que al terminar te dice: “¿le importa que le dé un beso?”… “Gracias por ser siempre para nosotros una inspiración”, me dijo una médico hace dos días en Méjico. Eso te desarma. Un regalo emocional que no tiene precio, pero sí un valor extraordinario.

Una vida.

– Doctor en Medicina y Cirugía, especialista en estomatología, dirige un equipo de cincuenta investigadores. Entre otros premios, Premio Nacional de Deporte 2015, Distinción “Lan Onari”, Premio Príncipe Felipe a la Innovación, Medalla de Oro de la Ciudad de Vitoria.

– Presidente y Director Científico de BTI, Biotechnology Institute, una empresa multinacional con una gran implantación en España, y una fuerte presencia internacional a través de sus filiales en Alemania, Italia, Reino Unido, EE.UU, México y Portugal. En la actualidad trabajan en BTI más de trescientas personas. Se invierte el cien por cien de los beneficios desde hace 28 años.

– Muy interesado por los hábitos saludables, como la alimentación, el descanso, el sueño, la actividad intelectual. “¡Qué pena que esto no lo supiera antes!”, afirma, “aunque aprendes más de los errores que de los buenos consejos”, concluye.

– Un error cometido: confiar en personas que no se lo merecían, haber sido utilizado.

– Una preocupación: no cree que estemos creando el mejor entorno para que nuestro país se desarrolle. Lo privado aquí es sospechoso.

– En su momento, campeón de España de esquí acuático.

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