Un bandazo llamado Trump
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 09 Nov 2016, en Sin categoría
1.- Qué difícil es hablar con propiedad de las decisiones que puedan llegar a tomar los ciudadanos de otro país. La sorpresa confirma, por principio, que no sabemos lo que merodea por sus cabezas, muy a pesar de ser millones. Una conclusión es, pues, lo poco que sabemos de los demás. Y lo poco que saben los que creen y dicen saber.
2.- Lo que no obsta para que juzguemos y opinemos, cuando lo cierto es que lo que juzgamos y opinamos sobre los demás importa muy poco a los que realmente toman las decisiones. Al final, vamos a la cabina de voto y elegimos lo que nos da la gana, por nuestras propias razones y sin que tengamos la obligación de justificar nada. Allí y aquí.
3.- El resultado pone en duda, una vez más, las teorías conspirativas que tanto nos atraen. Al igual que ocurrió con el Brexit, todos los “poderes fácticos”, de cualquier tipo, apoyaban a Clinton. Alguien habría dicho que finalmente se impondrían los mercados, la banca, los grandes medios de comunicación, las finanzas, lo que sea. Pues no. Es más, es posible que sea precisamente por su apoyo por lo que Hillary ha perdido, pues quien de verdad ha resultado derrotado es el llamado “establishment”. Clinton era su representante.
4.- Ayer escuché a Michael Moore decir en el informativo de “Channel Four” que son las clases medias las que iban a votar a Trump, clases medias que se consideran a sí mismas que han dejado de serlo para descender un escalón definitivo. Es decir, que no es precisamente el voto de los ricos y de los beneficiados de la crisis, sino al contrario, gentes que, finalmente, terminarán votando a un multimillonario. Curioso, ¿o no? Algunos dirán que es contradictorio. ¿No será que nuestros esquemas al juzgar comportamientos se han quedado un tanto obsoletos?
5. Escuché decir a más de uno que los norteamericanos iban a votar entre lo malo y lo peor. ¿Qué es entonces lo bueno? ¿Somos nosotros los buenos? ¿Los progresistas? ¿La izquierda radical? ¿Por qué hablamos de moral cuando en realidad tan solo proyectamos nuestros gustos y prejuicios ideológicos?
6. Más aún cuando resulta que hay tantas coincidencias entre la izquierda radical y lo que piensa Trump. ¿No es un buen ejemplo el total acuerdo mutuo al rechazar los posibles acuerdos de libre comercio entre Europa y EEUU? O el repliegue y aislamiento norteamericano en la política internacional O la protección a cara de perro de los intereses de cada cual…¿Alguien recuerda a la izquierda de Valonia? Muchos progresistas tienen, pues, razones para celebrar la llegada de Trump. Les guste que se les recuerde o no.
7.- La inmigración no puede ser tratada con la simplicidad que en ocasiones se trata. No basta con denunciar la pretendida falta de generosidad. Los que piensan lo contrario no hacen sino lo mismo: denunciar los pretendidos excesos. Para avanzar no hay otro camino que no despegarse demasiado de lo que de verdad piensan las gentes; pero de todas, las que piensan de una manera y las que piensan de otra. La única palabra adecuada en este momento es moderación y delicadeza, pues, de lo contrario, tarde o temprano, se producen bandazos.
8.- El tiempo pondrá las cosas en su sitio, pues todo es cíclico, y también lo es Trump, aunque no cabe la menor duda de que, en un primer momento, los cambios pueden ser importantes, fundamentalmente porque creerá (y no sin razón) que ha sido él solito quien ha ganado, contra todos y a pesar de todo. No será fácil pararle, con ambas Cámaras en manos de los republicanos. Pero la realidad se impondrá.
9.- No se trata ahora de criticarle y denigrarle. Ya lo hemos hecho y no ha servido para nada. Ha llegado para quedarse. Lo fundamental es que nosotros, en nuestras respectivas casas, no perdamos también los papeles. Toda moderación es poca. No es lo que nos gustaría, sino lo que toca hacer. Quien se crea ejemplar que levante la mano.
10.- Hay quien dice: no lo entiendo. Yo tampoco. ¿Y qué más da?…
Mañana vienen elecciones en Francia, Alemania y Holanda. Ahora solo se trata de observar, cultivar nuestro propio jardín y dejar de creernos mejores que los demás. Porque no lo somos.
Dicho lo anterior, también diré que no soy de piedra: reconozco que estoy muy triste, más incluso que el día posterior al Brexit. Esperaré unos días para hablar con mis amigos americanos. No quiero ni imaginar lo que en estos momentos estará pensando por sus cabezas.
En todo caso, no olvido que los Clinton estuvieron invitados a la última boda de Trump, que éste dio en su momento dinero para la campaña de Clinton, y que hay quien pensaba que Trump era un submarino de Clinton entre los republicanos con el único objetivo de favorecerla.