Eugenio Ibarzabal

Pensamientos que me colocan… bien

Publicado por el 02 Oct 2012, en Sin categoría

Si tuviera que identificar frases que mejor definen mi estado de ánimo actual serían las siguientes: “creo que lo mejor está por llegar” y “no esperes nada y serás feliz”. Parecen contradictorios, pero no lo son. Al menos para mí. Veamos.

  • “Creo que lo mejor está por llegar” tiene algo que ver con lo contrario de la edad a la que estoy llegando: comienzos de los sesenta. Mi pensamiento, una y otra vez, me viene a decir que me voy haciendo viejo y que voy a ser sustituido. Es ley de vida, me digo. Es el pensamiento de que “es tarde para volver a empezar”, o “lo que tenías que hacer, ya lo has hecho” y cosas así. Y sin embargo, recuerdo que mi mujer me ha dicho más de una vez: “desde que te conozco, siempre te has creído viejo”. Al tiempo, la experiencia me ha demostrado que eso no fue finalmente un obstáculo para hacer cosas nuevas. Hablamos de pensamiento científico como de algo que se basa exclusivamente en datos. Pues bien, la vida de uno también es un dato. Tal vez el mejor. Es esa experiencia de que “a pesar de creerme viejo, me he levantado otra vez y en varias ocasiones”… Y uno sería capaz de enumerarlas. Esa idea te coloca bien.

    En consecuencia, pienso en estos días que un ciclo ha terminado para mí. Sólo eso. Un ciclo del que he obtenido todo el provecho que he podido, porque si algo puedo decir, científicamente, es que, al igual que el poeta, confieso que he vivido. Pero con lo que he vivido me ocurren dos cosas: por una parte que ya con eso no me lleno –“ya me lo sé”, me digo-, y al mismo tiempo observo que me cuesta soltar lo que he vivido: es la adicción de la seguridad. Me agarro a eso: sé que inevitablemente algo va a empezar, y si hago lo que tengo que hacer, puede ser realmente bueno, aunque los criterios no sean los de antes. Tal vez los descubra al final. Nada me ha ocurrido en la vida como lo planifiqué, y mira que he metido horas planificando. También eso es, pues, un pensamiento científico, fruto de mi experiencia. En consecuencia, no planifiques, déjate llevar por las propuestas que ahora te haga la vida. Solo se trata de responder bien. No es fácil, al menos para mí. Pero hay otra idea que también me ha ayudado mucho: lo bueno de esta vida es que puede contener varias.

  • Otra idea es “no esperes nada y serás feliz”. Simplemente, es verdad. Así de simple. Si algo me ha hecho sufrir tantas veces son las expectativas que me hecho sobre las cosas. Uno espera que la tarde sea estupenda, que la reunión sea agradable, que la compañía me interese, que el proyecto culmine con éxito, que me lo reconozcan y encima que sea el comienzo de no sé qué contrato nuevo. Y luego no lo es. Y no lo es por miles de razones que escapan a uno. Sin embargo, he sufrido. En ocasiones, además, puedo llegar a pensar que la culpa es mía. Es el “por algo será”.  Lo que sí creo es que en, esas ocasiones, la causa del sufrimiento es enteramente culpa mía, y de nadie más. Yo puse un listón, no se sabe muy bien porqué, y toda mi atención se ha fijado en lo que no fue, no en lo que realmente fue.

    Pero hay algo todavía más grave: centrado en lo que podría ser, observo que me he perdido lo que tenía delante de mis narices. He estado perdiendo el tiempo. Literalmente. Y eso fue enteramente culpa y responsabilidad mía. Sólo mía.

  • Finalmente diré una tercera cosa: si algo me ayuda es confiar en que todo esto tiene un sentido, una razón de ser, y que ese sentido y esa razón de ser son buenos. Pero es que además me parece lo más plausible: ¿cómo me ando rompiendo la cabeza pensando en encontrar un sentido a lo que hago cada día, si resultara que esta vida no tiene sentido alguno?… ¿Cómo encontrar sentido a mi vida, que forma parte al cien por cien de algo más grande, si eso más grande no tiene sentido alguno?… ¿La vida en general no, pero la mía en particular sí?… ¿Y no será que mi sentido pasa por encajarlo en uno más amplio, como en la imagen del barco que forma parte de la escuadra?… A mí todo eso me ayuda, y confío que pueda al menos interesar a los que tengan la paciencia, vaya que sí, de leer este blog.
  • Y como ahora estoy muy animado, aquí va la cuarta idea: todo lo grande empieza por ser pequeño. Todo lo nuevo se muestra por primera vez borroso y vulnerable. En este sentido la parábola del grano de mostaza me parece de las cosas más realistas y prácticas que se hayan dicho nunca hasta ahora.
    Cuando leo los periódicos digitales de España, ahora desde lejos, me parece que no reflejan nada nuevo, que se repiten, los rollos ideológicos desde los que escriben son tan evidentes que están incapacitados para ver nada diferente de lo que quieren ver en orden a justificar lo que ya pensaban de antemano. Ruido y nada.

Recuerdo con agrado una conversación en Orvieto, en medio de un trabajo de facilitación nada fácil, por cierto. Hay quien me dijo una vez: “se trata de ver lo que no se ve”, y qué razón tenía. Aquella mujer sabía de lo que hablaba. No lo olvidaré nunca. Y eso que antes no se veía y aparece ahora, siempre es pequeño, muy pequeño.

Leo una reseña de la muerte de Roger Fisher, una persona tal vez no muy popular entre nosotros, pero de impronta extraordinaria entre los que nos llamamos facilitadores. Un pionero. Profesor durante muchos años en Harvard, participó de manera decisiva en la resolución de muchos conflictos, remarcando siempre la importancia de la fe en la persona. Muchos de los conceptos que son hoy moneda común entre nosotros, son suyos. Era un hombre profundamente realista, para lo bueno y para lo malo. Me gustaría recordar aquí unos cuantos conceptos fundamentales suyos a la hora de ayudar:

  • no mostrarse estar excesivamente interesado. El interés excesivo, aun en el caso de haber sido efectuado con la mejor intención, genera recelo en la sociedad de hoy. Por algo será que lo hace, dicen muchos. Y siempre piensan en algo nada bueno.
  • rechazo a reaccionar bajo presión. Siempre. Es sorprendente cómo las cosas pueden esperar y cambiar, sin que uno sepa muy bien porqué. Contaré una anécdota personal, fruto de mi experiencia: uno de los momentos más difíciles para llegar a acuerdos y más propensos a generar enfados son las vísperas de las vacaciones. Por el contrario, cuando volvemos de vacaciones, todo, absolutamente todo, parece mucho más fácil. ¿Les ha pasado también alguna vez lo mismo?…
  • estar preparado para dejarlo todo y marchar. Tiene que ver con el primer punto, pero apunta a la idea de tener un plan B y sobre todo a la respuesta que damos a una pregunta fundamental: ¿y después de todo, qué es lo peor que nos puede pasar si todo esto nos saliera mal?…

Veo un documental sobre la vida de la líder birmana San Suu Kyi. Hija de un héroe, nos cuenta cómo, llegado el momento, tuvo que elegir entre su familia y la patria. Nos dice, y lo repite una y otra vez, que en la vida siempre hay elecciones que hacer. De las elecciones que hagamos depende la vida que logramos, lo positivo y lo negativo, que lo hay siempre, ya que tan sólo existe el saldo. Una experiencia personal: cuidado con elegir lo más fácil.

Pero lo que más me llama la atención de ella es cómo mantiene la calma, cómo defiende la colaboración con el régimen y cómo rechaza la violencia, una y otra vez. A pesar de las barbaridades sufridas por su pueblo a manos de unos auténticos terroristas, como son los militares del actual gobierno. Y me digo: responde así porque es patriota, es decir, porque ama a su País, porque quiere lo mejor para los suyos y porque trata de evitar aún mayores sufrimientos para ellos. Y para ello está dispuesta a sacrificarse. Cuando escucho tantas críticas al valor del patriotismo, tengo que decir que discrepo profundamente. Para mí ser patriota es algo bueno. Con la patria ocurre algo parecido a lo que nos ocurre con la familia. Te gustará más o menos, serás capaz de darte cuenta de que no es la mejor y que sus miembros no tienen la razón siempre, que pueden cometer graves errores y que te pueden dejar solo, y que otras familias son maravillosas y envidiables. Pero es la que te ha tocado y la amas, y por ello eres capaz de hacer sacrificios. No hay verdadero patriotismo sin sacrificio personal, de un tipo u otro. Es más, creo que lo único positivo que puedes sacar es la idea de que has cumplido, y poco más.

En estos momentos tan complejos en Cataluña he pensado muchas veces en Jordi Pujol. Leo sus artículos y, como siempre, me llama la atención que sigue pensando por sí mismo. Tiene pensamiento propio. Y autocrítica, en estos momentos tan difíciles, lo que le aún más autoridad moral. Qué cualidad más escasa. Supongo que estará sufriendo mucho, sino no daría a entender las cosas que da a entender. Para mí es un patriota.

En este tiempo he conocido la tranquilidad, aunque llevo una vida muy “ajetreada”. Estoy estudiando fotografía y dibujo – el curso se llama “Drawing for the terrified”, y pensé: lo han diseñado específicamente para mí-, y Sarah está estudiando francés, albañilería y asistiendo a un curso para aprender a coser a máquina. Gente nueva, ambientes distintos y cosas nuevas. No voy a ocultar que me están viniendo a la cabeza muchas ideas y proyectos, y algunos de ellos están siendo ya compartidos con algunos de mis buenos amigos. Pero para nuevo lo que me ocurrió hace unos días en un party al que fuimos invitados. Me presentaron a una mujer, hermana de la anfitriona, cuyo marido es un conocido publicista que escribió hace un tiempo un libro de amplia difusión. Cuando nos quedamos solos, y no sabiendo de qué hablar, le pregunté obviamente por lo único que podía haber en común, su marido, tratando de saber qué tal estaba ahora.

-“Me dejó ayer”, me contestó.

Imagínense la escena y mi posterior salida discreta del escenario, con la excusa de que iba a la búsqueda del excelente salmón que servían en la otra esquina. Lo dicho: cosas nuevas.

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