Eugenio Ibarzabal

Inma Shara: «El éxito está en la firmeza interior. En caso contrario, ni vives ni dejas vivir»

Publicado por el 30 Ene 2017, en Sin categoría

La veo acercarse desde lejos, y la observo mientras ella trata de identificarme entre el grupo de gentes que se agolpan a la entrada del lugar en el que nos hemos citado para conversar. Parece tener frío y contemplo el beige, el color que ha elegido para su abrigo y sus zapatos, dotados de unos tacones que la alzan hasta obligarme a mirarla aún con más respeto. Tan solo el bolso rompe el color dominante, pero muy pronto me doy cuenta de que está también a juego. La imaginaba con el pelo más largo. Todo está en su sitio, pensado y bien administrado, hasta el tiempo que me va a dedicar antes de que marche a la siguiente cita de ese día: el apoyo a una ONG. Parece de porcelana, frágil y vulnerable, pero muy pronto advertiré que si algo la caracteriza es que resulta difícil romperla, pues dispone de una voluntad de acero.
Le pregunto por ese día especial en su vida.

– El 10 de diciembre del 2008, en el que estuve en el Vaticano dirigiendo la Orquesta alemana de Francfort. Un sueño hecho realidad. Una conquista. Había que haber abierto antes muchas puertas para lograr estar allí. Lo viví como un regalo sublime, porque no solo sonaba Mozart, sino que había también acordes de esperanza y de ilusión. Era el concierto de celebración del Sesenta Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.

Y más siendo creyente. ¿Qué significa lo religioso para ti?

– Es un pilar como lo es la música. Un código de circulación ético del que se desprende un camino, y que, en mi caso, concede la serenidad y la armonía. Como artista intentas ser grande en el escenario, pero como persona eres muy débil. Me da solidez para orientarme, al menos, sobre lo que no quiero. Me hace sentirme cómoda, éticamente hablando.

¿Has tenido crisis?…

– Siempre se tienen. Por ejemplo, de agotamiento, de ciertas dudas. Pero hay que aceptarlo como parte de la condición humana. Intento que no haya altibajos. Tomo una decisión y soy firme a la hora de llevarla a cabo. He sido educada en el valor del esfuerzo, del trabajo. Y no hay nada baladí. Al final, la música también es un ejercicio atlético donde los acordes principales son el esfuerzo, la capacidad de sacrificio. Es decir, que al músculo que prepara la música, que es el cerebro, hay que prepararlo y educarlo. No puedes memorizar una obra si no hay una preparación previa. No soy alguien que analice el esfuerzo que suponen las cosas. Si sé que algo no es bueno o que no se deprende el resultado que deseo, no me detengo a pensar en ello. Trabajo incansablemente para conseguir aquello que considero importante. Si luego hay cansancio detrás no me importa; considero que es necesario. No me pregunto por lo negativo de las cosas. Soy muy firme para decir: esto no.

A primera vista, pareces la chica que nunca ha dado disgustos a sus padres.

– Soy muy equilibrada. Si algo incomoda a alguien del entorno, busco caminos alternativos. Siempre he creído que se puede obtener el mismo resultado sin herir a las personas.

A veces en la vida hay que enfrentarse, pero algo me dice que odias la confrontación.

– No me siento nada cómoda en la confrontación. Para nada. Siempre hay que apelar al sentido común. Si no encontramos ese acorde que armoniza, pues ya está. Ni uno es mejor ni el otro peor. ¿Quién soy yo para juzgar?

No te rías por lo que te voy a decir, y menos tomarlo a mal, pero la impresión que me das es que eres una mujer fácil. No tiene que ser difícil convivir contigo.

– Intento entender todos los entornos, pero también soy muy firme en mis principios. Es muy difícil que a mí me cambien. Para bien o para mal, he bebido de unas fuentes, tengo una visión sobre la vida en general y sobre la música en particular, e intento ser coherente con ella. Pero también intento escuchar. No miro, observo.

¿Y esto se aplica también a tu trabajo con las orquestas?

– Llevo quince años trabajando con orquestas y no he tenido nunca una confrontación. Somos herramientas de la música, por y para la música, transmisores de sentimientos. Lo primero es la música, no nosotros ni nuestro egoísmo. A partir de ahí todo se hace más fácil, incluso para uno mismo. Con una concepción más amplia de la vida sufres menos.

Es decir, ese posible mal rato no te compensa.

– Tengo un camino, y ese camino lo tengo claro. Amo la música y estoy obsesionada por la música. Y voy a los escenarios porque adoro el contacto con el público. Pero aparte de eso, soy una persona que necesita bien poco para vivir. Soy social, pero introvertida. No comparto redes sociales. Estoy muy anclada a mi tierra. La necesito para alimentarme.

Deduzco que tienes una voluntad de hierro.

– En todo. Si algo es malo per se, no hay que preguntarse porqué. Es malo y ya está. No hay que perder el tiempo en debilidades humanas. Mañana otra cosa, y así todos los días. Es firmeza interior, y saberse una privilegiada. ¿Sabes por qué el ser humano es débil?… Porque siempre añoramos lo que no tenemos. Basta con poner en valor lo que tenemos, que es mucho. Solo quiero que la gente salga emocionada de mis conciertos. Porque la música es un sueño, un parón en la vida, que incluso en sus acordes más dolorosos nunca es un dolor real.

Trabajas en un mundo con gentes de un ego enorme. Hablas de la música como algo que hace bien, pero hay músicos que harán mucho bien pero no parece que la música les haya hecho mejores.

– Totalmente de acuerdo. El ego es primero una inmadurez, segundo una limitación, que la sufre el propio individuo, porque no le permite ver más allá. Supone una pelea interior que no estoy dispuesta a compartir, alimentar y mucho menos practicar. He aprendido a convivir con los egos de los demás, y además me hacen hasta gracia. Si eres firme, se destruyen muchos egos mirando a los ojos de las personas.

Antes he dicho que eres una mujer fácil. Ahora lo completo: eres también peligrosa. En especial para los soberbios.

– Saber lo que no quiero me da alas de libertad, de serenidad. No aspiro a grandes cosas. Me basta con que siga sonando el teléfono.

Y si algún día el teléfono dejara de sonar, ¿qué sucedería?…

– Tendría que aprender a convivir con ello. Disfruto y amo la vida y esto me ha dado herramientas, con las que, si eso llegara a producirse, creo que sería capaz de encontrar alternativas a ese silencio.

¿A qué le tienes miedo?

– Al futuro, a la enfermedad, a la falta de trabajo, a la inseguridad. Vivo concierto a concierto. Pero esto es también un reto. El concierto de hoy se acaba. Mañana es un nuevo público que hay que conquistar con la misma fuerza porque queremos que nos vuelvan a llamar. Es un agotamiento mental y físico, pero también es un reto apasionante. Lo importante es el reto. La magia de la música es que nunca la terminas de atrapar del todo. Siempre quieres más. Hasta que acaba el concierto no respiras y cuando acaba el concierto dices: por qué no habré respirado más.

Habrás tenido que desarrollar una enorme capacidad de visualización cuando preparas una partitura.

– Tengo una gran memoria óptica, una gran capacidad de concentración y de abstracción. Cuando convivo con una partitura empiezo de lo general a lo particular. Interpreto el concierto en mi mente miles de veces antes de llegar al momento de la verdad. Aunque sea a tres meses vista, celebro ese concierto todos los días previos. Son las herramientas para gestionar el directo. Has creado mentalmente una fantasía. Luego necesitas concretarla con la orquesta. Son dos piezas que tienen luego que encajar: lo que tienes en la cabeza y la realidad acústica de la orquesta que ha de llevarla a cabo. Hay que lograr una respiración común, una perfecta simbiosis.

¿Te arrepientes de algo?

– No. Si volviera a nacer la pluma trazaría las mismas tonalidades. A veces me gustaría ser más vital, aunque lo soy a mi manera. Vivo la vida desde la serenidad, la armonía, y observo a personas que son vitales con el día a día y con cosas que son tan insignificantes que no las compartiría, aunque respeto de verdad. A veces pienso que vivo en una cápsula, pero es que la autodisciplina me da seguridad y armonía. No tengo capacidad para ser irresponsable. Mi mente bloquea todo aquello que no controla y que piensa que me pueda incomodar. Y cuando más conoces las notas de la vida, todavía te hace ser más prudente. Tal vez sopeso demasiado las cosas. Pero lo mío es un sopesar amable. Dicho eso, me gustaría disponer más tiempo para los míos.

Y todo esto te ha ido bien. Ese es tu legado. Gracias a esa actitud has llegado hasta adonde has llegado.

– Pues sí, pero quiero también decir que el éxito no son los focos, no es la percepción de los demás. No es una crítica positiva ni negativa. El éxito no es una valoración exterior. Porque eso puede no ser algo objetivo. Vivimos en un mundo donde predomina el destruir por destruir. El éxito está en la firmeza interior de la persona. En caso contrario, ni vives ni dejas vivir. Y entender el fracaso como una debilidad humana que nos fortalece. No como un punto y aparte final.

Si para dirigir una orquesta, es necesaria la técnica, el movimiento del cuerpo y la capacidad para transmitir sentimientos, ¿qué porcentaje de importancia adjudicas a cada cuál?…

– La técnica y el movimiento son necesarios para la transmisión de los sentimientos por parte de un director, que al final es lo fundamental. En todo caso, a la técnica le daría un 20%, al movimiento corporal un 30% y a la capacidad de transmitir sentimientos un 50%.

Definitivamente, para mover hay que conmover.

Una vida.

– Directores: Leonard Bernstein, porque era pasión, y Sir Colin Davies, porque era un gentleman.

– Aficiones: la lectura (“La Rebelion de las masas”, de Ortega, o “El Sueño de Africa”, de Javier Reverte) y la naturaleza.

– Música: Además de lo clásico, las grandes voces: Barbara Streissand o Frank Sinatra.

– Personajes: Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, o su abuela materna, por razones diferentes.

– Un lugar: Amurrio, siempre Amurrio.

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