Reencuentro con Xabier Lete
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 16 Ene 2017, en Sin categoría
Me ha ocurrido algo hermoso. Escribí en “Días de ilusión y vértigo” que me faltó despedirme de Xabier Lete, y mira por dónde un amigo me acerca ahora un libro que lleva por título “Xabier Lete. (Auto)biografia bat”. A través del libro he logrado mantener con Lete la conversación que nunca pude llevar a cabo en vida. He podido escuchar su pensamiento de los años previos a su muerte. Y me he mantenido en silencio, subrayando frases, observando el impacto que generaban en mí. Me ha parecido que, por mi parte, nada tenía ya que decir. De estar presente, hubiera asentido, pedido que repitiera alguna de esas frases, anotado mis sentimientos y preguntado para comprobar si le había entendido bien o no.
Simplemente eso.
Cuenta Xabier que, estando al borde de la muerte, un sacerdote amigo, Juan Mari Lekuona, sin ser él consciente del todo, a petición de Lourdes, su mujer, le dio la extramaunción. A los días, no se sabe bien cómo, pareció revivir. El sacerdote volvió luego para preguntarle si no había sido una intromisión en su vida. Lete le contestó que no solo no lo había sido, sino que le agradecía haberlo hecho. Ahora la cuestión era cómo seguir, qué hacer. Lourdes le preguntó si había rezado en aquellos momentos tan terribles; Xabier contesto que sí. Entonces ella le respondió algo definitivo: “si has rezado es señal de que crees. Yo también lo he hecho, y a partir de ahora no pienso quedarme muda”. Lete asintió. Acababa de descubrir algo que cambiaría su vida: el poder del sufrimiento. Luego ya no haría, a tenor de sus confesiones, más que seguir dicho camino hasta el momento final.
Confiesa también cómo, al hablar del sufrimiento y del cambio que había operado en su vida, tuvo que aguantar esas respuestas fáciles que hacen referencia al “masoquismo”, como si bastara no hablar del sufrimiento para poder evitarlo. Supongo que no tuvo ocasión de hablar con muchos de lo que de este modo estaba aprendiendo.
Felizmente Lourdes estaba allí, compartiendo esos momentos en los que el sufrimiento les enseñó a los dos la verdad de cómo realmente somos, la verdad de qué va todo esto. Porque de sus palabras no se desprende que su vuelta a la fe fuera consecuencia de una mera búsqueda de consuelo, sino más bien un descubrimiento de caminos de realización insospechados antes para ambos.
La palabra clave es descubrimiento.
Algo había estado cubierto hasta entonces y la enfermedad sirvió para desvelarlo, observar lo que allí había y aprender a vivir de otro modo. A la vista está que él hubiera dicho que aprendió a vivir mejor, es decir, más intensamente, más radicalmente, más humanamente de lo que había vivido hasta entonces. Y esto se plasma en la relación con Lourdes, que hasta ese momento había sido todo menos fácil. Al escucharle uno siente la atracción hacia alguien que está asentado, tocando con naturalidad lo que hemos estado buscando a lo largo de toda nuestra vida. Él lo había encontrado. Y lo que le faltó hasta ese momento, vino a dárselo el sufrimiento. De este modo, lo vivió todo.
Me ha venido al recuerdo otro poeta, Höderlin: “cuanto más sufre un hombre, tanto más profunda se hace su fuerza”. Creo que Xabier hubiera estado de acuerdo con Höderlin cuando éste decía: “solo reconozco lo que florece; lo meditado ya no lo reconozco”. Basta ya de reflexionar sobre el sentido de la vida, vivámosla, diría, tal y como ella se nos muestra a cada momento.
Es curioso: treinta años después Lete y yo nos volvemos a encontrar a través de un libro, que recoge sus pensamientos sobre un tema y otro, sin añadir nada. Tan solo una recopilación ordenada, dejando que el personaje hable por sí mismo, sin interrumpirle ni interpretarle, dejando al lector que dialogue consigo mismo a la luz del eco que generan sus palabras. Nada más.
El libro solo es accesible hoy para los lectores en lengua vasca. Merece una traducción. Serían muchos los que se aprovecharan de semejante experiencia vital, contada con una sinceridad aplastante. Al igual que con Lete, se podría hacer también con otros.
El libro contiene una sorpresa final. En este mundo de soberbios el autor del libro no ha creído oportuno mostrar su nombre en la portada. Como si no hubiera querido interrumpir el diálogo entre Lete y el posible lector. Hace y desaparece. Qué hermoso. Una lección de humildad poco habitual.
Pero yo lo voy a decir aquí. Se llama Inazio Mugika Iraola, y es también el amigo que, sabiendo mi historia, me regaló el libro que me ha permitido cerrar por fin una parte de mi vida que tenía pendiente.