Yo no soy Charlie
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 10 Mar 2015, en Sin categoría
Constatamos una nueva barbaridad, esta vez en Dinamarca. Esta vez no hemos escuchado aquello de “Yo soy Charlie”. Lo diré sin ambages: yo no soy Charlie. No creo que la libertad de expresión esté por encima de todas las cosas ni que sea el valor supremo. Creo que la prudencia, en muchos casos, es un valor superior, sobre todo cuando hay vidas en juego.
Insultar es, según la RAE, ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones. Y es, a mi juicio, lo que algunos han hecho, se reconozca o no; en un momento, además, de extraordinaria gravedad y sensibilidad.
Obsérvese que estoy constantemente conjugando el verbo creer, y es que los que creemos una cosa y los que no creen en ella, los que creen que la libertad de expresión está por encima de todo y los que no creemos en eso conjugamos el mismo verbo: creer.
También observo que de la misma manera que hay personas religiosas muy peligrosas, hay también antiteístas que están sembrando semillas igual de peligrosas: decir como ha dicho Richard Dawking que la religión es «uno de los mayores males del mundo, comparable con la viruela«, puede animar a algunos al mimo tipo de erradicación; lo mismo que Sam Harris, otro teórico del “Nuevo Ateísmo”, cuando afirma que “si tuviera una varita mágica y tuviera que elegir entre eliminar del mundo las violaciones o la religión, no dudaría en eliminar esta última”. Cuando Harris afirma que los ateístas no tienen sangre en las manos, quiero ser generoso y pensar que lo suyo es la neurociencia, no la historia reciente. Le recomendaría, tan solo como un ejemplo, leer el libro de Tatiana Goricheva, «Hablar de Dios resulta peligroso».
Como de libertad de expresión se trata, supongo que algunos respetarán la mía; a lo único que aspiro hoy es a que no me insulten. En todo caso, puedo aguantar.
Me gustaría mostrar el tipo de viñetas que han pululado en Grecia en estos días. Se puede ver al ministro de finanzas alemán, en su silla de ruedas, vestido de negro, degollando a un prisionero, de túnica naranja, que representa a Grecia. Supongo que eso será también libertad de expresión. Pero no se me negará que generan un “estupendo” clima de armonía y sensibilidad en la otra parte para encauzar una negociación tan difícil como la que se traen entre manos. Las declaraciones de Schäuble habrán podido ser más o menos afortunadas, pero la viñeta es, sencillamente, algo incomparablemente más grave, que se vuelve contra quien la publica.
Detrás del debate sobre qué hacer en Grecia existe un dato incontestable, que está en el origen de todo: el Gobierno griego de Samaras mintió a la hora de ingresar en la UE. Y el engaño no fue descubierto por Bruselas, sino denunciando por el Gobierno socialista de Papandreu, que se vio con la peor herencia que se podía encontrar. El rescate vino después, no antes. Detrás de todo este embrollo no hay más que un problema de confianza. Bruselas no teme sino que un acuerdo hoy no tenga más futuro que todos y cada uno de los acuerdos anteriores, es decir, ninguno.
Es curioso que algo tan hermoso como la austeridad tenga hoy, aunque mayormente en nuestros lares, una imagen tan crítica. ¿Es que la austeridad es cosa mala?… Yo diría que no. No ha sido así a lo largo de la historia. Es más, en algún momento fueron muchos los que dijeron que sería algo que nos ayudaría a escapar de la malsana vorágine consumista en la que nos habíamos metido antes de la crisis. El problema de la austeridad es que, para ser asumida, ha de ser impuesta a todos. Y la impresión que existe en Grecia –y en otros lugares– es que la austeridad no ha sido igual para todos. El ejemplo del trato que los griegos han dado a sus propios inmigrantes, demuestra que hasta los necesitados han sido injustos con los que lo son aún más.
El Gobierno griego tiene una gran oportunidad, y es lo que su ministro de finanzas ha dicho en privado en sus recientes viajes por Europa: ellos no pertenecen al sistema, no son, pues, cautivos de la gente privilegiada griega, y pueden ser los únicos en aplicar las reformas –lo decida la troika o lo decidan ellos– a los que hasta ahora han escapado de la austeridad. La transparencia es un encuentro con la realidad. Ese es el reto; lo otro, música celestial.
ana rosa
Totalmente de acuerdo con el comentario sobre «yo no soy Charlie». Es lo primero que pensé cuando acontecieron los tristes sucesos. Es tan difícil imaginar lo mal que se puede sentir la gente a la que se ridiculiza? Para mi en absoluto. Acabas harto de tanta permisibilidad sin un porqué auténtico. No todo vale ni «tiene tanta gracia» Enhorabuena por tu arriesgada exposición de tan cuestionable tema. Un saludo