Sabino Padilla: «La visibilidad tumba hasta el más humilde»
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 27 Mar 2017, en Sin categoría
Con Sabino me ha sucedido algo muy especial. He tenido relación con él desde antes de que nos conociéramos, hace relativamente poco. Me confundían con él en la calle, pues dicen que nos parecemos físicamente. Varias veces me han parado y preguntado por mi opinión del partido del domingo del Athletic. Alguna vez he seguido incluso la conversación como si se tratara de él. En realidad, no he hecho sino escuchar hablar al interlocutor, que para eso es por lo que quería saludar a Padilla, para decirle lo que el Athletic tenía que hacer, según él. Mientras tanto, yo respondía con monosílabos y me despedía amablemente, para no dejar en mal lugar a mi desconocido amigo.
Le llamo en uno de sus ir y venir de Canadá, su nuevo territorio de sueño. Le pregunto por ese antes y después.
– No tengo una fecha precisa, pero sí acontecimientos que sirven de transición hacia otros. Nacer en Otxandiano me ha condicionado, porque suponía que para ir a más tenías que emigrar, que salir, que marchar, pues en Otxandiano no había oportunidad de formación. Y esa idea me ha marcado, pues es lo que he hecho a lo largo de mi vida: ir de un lugar a otro.
Otxandiano, pues, para lo bueno y para lo malo.
– Otxandiano marca carácter. Hay algo especial en sus personas: son sociales, interactivos y abiertas, junto a un cierto sentido optimista de la vida.
¿Tú eres así?
– No tanto. Eso es lo que me ha dado desde pequeño mi familia y ese ambiente. Gran parte de lo que hecho luego ha dependido de lo que mis padres hicieron conmigo. Han estado ahí por si acaso, pero nunca vigilándome. Lo mismo me sucedió en Eskoriaza. Son pueblos que forjan a uno. Se habla de los pueblos como lugares cerrados, pero en mi caso el recuerdo es de lugares abiertos, donde la relación es fácil. No he visto esa gente obcecada con lo suyo de la que a veces se habla, sino gente lista para salir, sabiendo desde siempre que el pueblo da lo que da.
Un buscador de conocimiento. Valladolid, Saint Etienne y luego Canadá. ¿Qué encontraste en Canada y en los Estados Unidos de América?…
– Personas, nuevas relaciones, laboratorios, como los que he conocido en Denver. Observar lo que hacen y cómo lo hacen. Se abren muchas posibilidades, que te permiten modificar lo que habías aprendido. Desaprender. El ochenta por ciento de lo que hoy sé, no se me dio en la Universidad. Sí que partía de conocimientos anteriores, de catedrales mentales necesarias, de conceptos que siguen siendo los mismos, pero la inmensa mayoría de mis catedrales actuales las he construido luego.
Hace poco hablaba con un amigo, buen conocedor de la obra de Picasso. Me decía que, al final, su proceso de innovación era siempre el mismo: construir, destruir, salvar lo fundamental y reconstruir.
– Me vale para lo que hago. Es así. Lo fundamental son las preguntas, que siguen estando presentes. Las respuestas cambian, en ocasiones en función de la tecnología, pero muchas de las preguntas continúan y reconstruimos respuestas.
¿Por qué tu elección por la medicina deportiva?…
– Debido a que era, y soy, muy deportista. Estimaba mucho a montañeros, como Martin Zabaleta o Angel Rosen. Los escuchaba por la radio y eran mis ídolos. Saint Etienne me permitió estudiar e investigar en medicina deportiva. Luego llegó el IVEF.
Pero en ese momento se presenta Chávarri y el Reynold (luego Banesto), y con ello el ciclismo y el rendimiento.
– Sí, lo que supone una aplicación práctica del investigador que ya era.
Para muchos de los que practican el deporte de élite, finalmente, ¿les merece semejante pena?
– A muchos les merece la pena y a otros no. Depende de los resultados, que son de diversos tipos. Hay quien descubre que ha perdido demasiado para lo que ha ganado. Hay una visualización social, que se centra más en unos que en otros, y que, llegado el momento, desaparece. He observado, sin embargo, que algunos lo aceptan muy bien, y que, a pesar de todo, no se arrepienten de nada. Tras haber estado arriba, hoy pueden ser conductores de coches en la carrera, trabajando en total anonimato, contentos, con normalidad. Continúan en el mundo al que pertenecían, la caravana de los ciclistas, y no se les cae anillo alguno. Pero no sucede con todos; hay quien sigue necesitando la visibilidad.
Hay, pues, gente con gran capacidad de adaptación.
– Mucha. Y con mucha humildad, porque el sacrificio y la recompensa pueden no estar muy acordes. El éxito depende también de las decisiones y circunstancia de otros. Dar tanto reconocimiento de éxito a una persona, cuando hay tantas que han contribuido a ese éxito no es lo más justo. Pero es así. Tienes que tener el potencial, sin duda, pero no es suficiente. Hay también un entorno, y las circunstancias.
¿De qué depende el éxito?…
– Primero del potencial, luego de la voluntad de sacrifico y la dedicación, luego los aspectos técnicos son importantes, y, finalmente, de las circunstancias.
Puntúalas.
– El potencial es imprescindible. Si no lo hay, más vale no seguir. Sé que voy a generalizar, pero el entrenamiento es el 50%, lo técnico es el 25% y otro 25% las circunstancias, el medio que te rodea, que es muy importante.
¿El éxito es siempre justo?
– Sí lo es, porque sacrifican mucho, hipotecan la vida de su entorno, con un costo personal muy alto. La familia vive más los fracasos que los éxitos. Los fracasos se viven en tercera persona. La familia sufre un montón. A veces no se le reconoce; es el hijo quien más disfruta del éxito. El hijo piensa: “sí, sí, habéis estado ahí, pero el que ha corrido soy yo”. En todo caso, las relaciones de familia y pareja entonces eran más estables que las de hoy.
De allí al Athletic, y, tras el futbol, tu decisión de abandonarl. Vives acontecimientos muy desagradables. Se produce un cambio de vida. Observas la necesidad de abandonar la exposición. Y hay un traje que te va a ir bien, el de investigador.
– Es el momento de mi separación, mi abandono del Athletic y el inicio en la dedicación total a la investigación, pero para ello tenía que aprender inglés. Y con ello, ese salto de siempre: más. Esos acontecimientos no me moldean como persona. Ya estaba formado, pues era un investigador antes de introducirme en el rendimiento.
Sin embargo, hasta ese momento has estado más volcado en el rendimiento que en la investigación.
– Sin el éxito de la etapa de rendimiento creo que me hubiera dedicado muchísimo antes a la investigación, aunque tengo que decir que la etapa de rendimiento es también una etapa de investigación, aunque distinta, sin laboratorios, y ligado a plazos, personas y circunstancias que no puedes controlar.
Tenías, pues, un Plan B.
– No orientado al rendimiento. Pero no me arrepiento, porque la exposición y el stress te hacen también saltar hacia adelante. Son otros los que me exponen en la época de triunfo, y la visibilidad tumba hasta el más humilde, que además no era mi caso. Es como la espuma de la cerveza: sube y te quedas sin espuma muy pronto. La exposición para mí se ha acabado.
¿Has cambiado mucho?
– No he cambiado. Rendimiento y exposición son inevitables. De la exposición mediática también he aprendido mucho. Es muy fácil poner el foco en alguien y destruirlo.
Has vuelto a nacer. Habrás tenido ofertas y tentaciones.
– Pero sé lo que me hubiera vuelto a pesar. Tienes que optar por lo personal, que valoro mucho más que lo económico. Surgió un tiempo sabático por mi cuenta; lo tenía que aprovechar y rehacerme como investigador.
¿Queda amargura?
– Sí, claro. Hay un momento en que todo el mundo cree que te conoce y puede hablar de ti. La visibilidad es como si te sentaras con todos a la hora de comer, eres uno más de ellos.
Y surge el chico que se fue a Eskoriaza, luego a Valladolid, a Saint Etienne, a Bilbao y a Vitoria. En busca de más.
– La pregunta no es de dónde eres, sino más bien quién eres.
Julio Caro Baroja solía decir que el País Vasco difícilmente puede dar respuesta a la fuerza del pueblo vasco, porque es mucho más que sus recursos.
– Todo está en el imaginario de un colectivo. Eso es lo que realmente funciona. Y en ese imaginario está el ser ambicioso, tener más familia, querer más. Siempre más. Y una vez que vives esa necesidad, eso no tiene fin, es para siempre.
Hay gente sin embargo que no quiere más. Se trata de escoger y elegir.
– Y la respeto. La felicidad es vivir y obtener de la vida acorde con tus expectativas, en conformidad con tu imaginario. En mi caso es responder a una infelicidad que viene de muy antes.
¿Has aprendido a convivir con la amargura?
– Hasta cierto punto. Es también en ocasiones rabia, una cicatriz que está ahí. Se reduce en tamaño, pero existe, y esa existencia es el origen de mucha energía. Desarrolla otros aspectos.
¿En ese proceso del científico se encuentra en algún momento con lo religioso?
– No soy religioso, soy más bien intimista, me gusta lo desconocido, darle respuesta. En esos momentos aparecen preguntas, pero me gusta dar respuesta con hechos, y la respuesta siempre es incompleta, y sigo buscando. No vivo con la catedral construida desde el principio.
¿Qué es lo que te hace levantarte de la cama cada mañana?
– Constatar que he vuelto a despertarme, sentirme bien, ir a correr, sin ninguna limitación que no sea mi intensidad, rememorizar lo vivido y recordar lo aprendido. Somos lo que recordamos, para volver a destruirlo otra vez.
¿Y mañana?
– No pienso en que me queda poco. No pienso en retirarme. Tengo planes. Vivo de esos planes. Crearlos es distinto que realizarlos, porque realizarlos implica una vuelta al rendimiento, a la exposición, y todo eso conlleva los problemas de los que ya hemos hablado antes.
Investigar y publicar lo investigado son dos caras de la misma moneda. ¿Hay juego limpio en las revistas científicas?
– Son buenos referentes. Sirven de árbitros. También aprendes de los porqués de sus rechazos.
Y de nuevo, empiezas a construir otra catedral.
– Me daría pena que porque se caiga una piedra me levantara sin ganas de construir otra catedral.
Al final, ¿qué es lo importante?
– Lo importante es la amistad, y esta es una palabra muy grande, atemporal y que no guarda relación con la cantidad de tiempo que le dedicas a él y a esa relación. Trasciende lo cuantitativo. Empatizas. Y te reflejas en esa persona amiga.
Una vida.
– Nacido en Otxandiano en 1958.
– Doctorado en Saint Etienne.
– Profesor de Anatomía y Fisiología en el IVEF.
– Ingreso en el equipo ciclista de Reynolds, más tarde Banesto.
– Director de los Servicios médicos del Athletic de Bilbao.
– 2008. Prime viaje y estancia en Vancouver. Investigación en Bilogía celular.
– 2013. Responsable de Investigación en ortopedia en BTI. Vitoria.
– Le sigue gustando el deporte e ir a los Pirineos con los hijos.
– Autor preferido: Jaret Diamond, un médico que ha sabido interpretar la historia de la humanidad de una manera única.
– Película: El Gran Dictador.
– Un paisaje: Lake Louis, en Canada.
Josemari Lizarazu
Interesante .
Y sí , te pareces algo a Sabino , sí..
Saludos a Sarah.
josemari
te mandare la prueba de la construccion y siguiente destruccion creativa.
una entrevista muy interesante