Hoy me he emocionado.
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 14 Jun 2017, en Sin categoría
Recibo como cada miércoles a los peregrinos que pasan por el pueblo y entran en la iglesia. Hace mucho calor y el paso de El Perdón, con esta temperatura, cansa a cualquiera.
Algunos se sientan en un banco con la mochila amarrada aún a su espalda. Vienen derrengados. Y empapados. Me acerco a ellos y les ayudo, si quieren, a desprenderse de su pesada mochila. Me miran sorprendidos, pero todos me lo agradecen. Advierto su sudor en mis manos. Pero no noto en mi rechazo alguno. El fresco y la penumbra hacen de la iglesia un lugar acogedor.
Se sientan, cierran los ojos y se quedan quietos, muy quietos. Sé que descansan. Me gusta verlos así, descansando. Hay también quien, de repente, dobla sus rodillas, hunde la cabeza entre sus manos y me parece que se dispone a rezar. ¿Qué pedirá? Observo sus caras. Son varios los que se levantan para encender alguna vela. ¿Cuál será su propósito?, ¿por quién la encenderán?, ¿alguien habrá encendido alguna vez, sin que yo lo sepa, una vela por mí?
Vidas que pasan por delante. ¿Qué les traerá hasta aquí desde tan lejos (hoy he apuntado cinco coreanos), o incluso repetir el viaje que ya hicieron hace diez años (como alguien de Castellón me ha confesado hoy)?
Respeto, pero, a la vez, noto una unión muy estrecha con ellos. Nos sonreímos y parece que nos entendemos sin necesidad de hablarnos. La palabra comunión recobra todo su sentido.
Hoy me he emocionado al escuchar cantar a un numeroso grupo de bávaros. Me han pedido permiso para quedarse luego un rato. Lo he hecho, a pesar de que era tarde. He notado que alguna de ellas no cantaba, pero que sí lloraba. Su compañero la cogía de la mano y sonreía.
Cuando han terminado de cantar, les he dado las gracias y he puesto la mano a la altura de mi corazón, como hacen los americanos, para compartir su emoción. Muchos me han mirado y asentido con la cabeza.
El momento era especial. Qué poco sentido tiene explicar su por qué. Bastaba con vivirlo, sin más, y sin que tuviera la más mínima duda de que esos instantes estaban haciendo que, por la noche, iba a decirme a mí mismo que, al menos hoy, había hecho el día.
patxi Santiago
Yo también me emocioné en la tarde del pasado sábado 3 de junio. Formo parte de un pequeño coro que tuvimos la ocasión de cantar varias piezas en la misa del Peregrino de la Colegiata de Roncesvalles. Presencia de peregrinos de un montón de procedencias de todos los continentes. Impresiona su presencia: algunos con la tez bien morena –llevan ya ruta a cuestas- , muchos con chancletas para refresco de sus cansados pies, todxs fija la mirada en el prior que intenta en varios idiomas transmitir su mensaje.
Es en el momento final, ya finalizada la misa, cuando todxs están situados ante el altar, al escuchar la plegaria y recibir la bendición del prior, ese rito que se repite día sí día también desde un montón de siglos atrás, que la emoción hace brotar unas pequeñas lágrimas a los ojos. El Camino como metáfora de la vida, su inicio allí en Roncesvalles, los avatares que aparecerán en la ruta…. Y de fondo la música y el canto que hacen aflorar la emoción. La verdad que fue para recordar