Eugenio Ibarzabal

El buenismo peligroso.

Publicado por el 05 Jul 2015, en Sin categoría

Mantengo estrecha relación con organizaciones de ayuda a gentes necesitadas. Algo se está haciendo mal con respecto a determinadas ayudas sociales, guste escucharlo o no, algo que puede empeorarse aún más con la implantación de la nueva Ley de Vivienda en el País Vasco.

No tengo datos para hablar de si las ayudas son sostenibles económicamente o no, ni de los posibles abusos, ni si la mayoría son inmigrantes o no. No entro en ese debate.

Sólo hablo del modelo: se están dando ayudas sin contrapartida alguna. Derechos sin obligaciones. No se exige esfuerzo posterior alguno para los beneficiarios. Ya se sabe: no se debe obligar.

Se trata, en consecuencia, de una política que genera agravios entre los que han estudiado, trabajan y ganan luego un sueldo mínimo, particularmente jóvenes, que observan como otros ganan tanto o más sin hacer absolutamente nada. No voy a hablar de “lo que se dice”: mafias con comisiones, gentes que pudiendo trabajar no lo hacen porque no les compensa, maltrato a voluntarios que gestionan las ayudas, consideración de que ayudas en su caso suplementarias por parte de algunas organizaciones son consideradas como derechos por parte de algunos no se sabe muy bien por qué.

Lo único que digo es que estamos generando personas (un modelo que se repite, además, a lo largo de generaciones) que se consideran con derecho a cobrar (cosa en lo que creo) sin obligación de contrapartida social alguna por su parte. Esa ayuda no cumple el objetivo para la que se creó: integrar y servir de puente temporal para lograr una situación independiente, estable y digna para las personas. Hay ya suficiente experiencia al respecto. Propongo identificar el porcentaje de los que lo han conseguido. Sería que podría ayudar a situar bien el debate.

O se aparta la ideología, se objetiva el debate, se obtienen conclusiones y se aplican de inmediato, o ese malestar va a estallar, afectando a votantes de la derecha y de la izquierda, a mayores y, sobre todo, a jóvenes. No hay más ue ver lo que ya ha ocurrido en algunos lugares de Europa.

Ese “buenismo” es peligroso. El infierno está lleno de buenas intenciones. Y nuestro país no es una excepción.

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