Vidas
Publicado por Eugenio Ibarzabal el 15 Feb 2010, en Sin categoría
Mi buena amiga, la historiadora Idoia Estornés, me pide para un trabajo suyo algunos recuerdos de la etapa antifranquista. Le respondo que no me acuerdo de casi nada. Como insiste, y además en torno a un estupendo arroz indonesio preparado por su compañero Martin en su casa de San Juan de Luz, no hay más remedio que cumplir y responder. Pero hete aquí lo peor: al querer hacerlo me llega una sensación de peripecias muy poco heroicas, y que para ser bien entendidas hay que acudir, como siempre, a los protagonismos y ambiciones personales. También entonces.
Una turbadora sensación me envuelve: “¿total, para qué?”…”¿Qué quedó de todo aquello?”… Era como si las explicaciones ideológicas fueran unas, y la verdad de todo fuera otra sustancialmente diferente. Eso, en primer lugar. Pero luego… ¿Qué clase de análisis hacíamos para entender lo que teníamos delante?… Ahora lo veo más bien como la etapa en la que con más bruma he visto de toda la trayectoria de mi vida. Y eso que nos creíamos la vanguardia; menos mal que nos seguían muy pocos. No es, ciertamente, de lo que me siento más orgulloso.
Dos argumentos me consuelan: era joven y aprendí, y, sobre todo, jamás hice el juego a la violencia.
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Otra buena amiga, Carmen Guijarro, me habla del libro de Vicente Ferrer: “Encuentro con la realidad”. Una vida, de verdad. Me han llamado la atención varias cosas:
1.- Una sensación de que las ideologías separan, la acción buena y útil para los hombres, une, da sentido a nuestras vidas y nos hace felices. La acción buena es aquello de lo que nunca te vas a arrepentir.
2.- La constatación de que lo importante está ya dicho mil veces antes de nosotros. Lo único que es nuevo es nuestro descubrimiento, o mejor, nuestra aceptación de lo que, en el fondo, lo sabíamos de antes.
En este sentido, me ha hecho mucha gracia leer lo siguiente:
– enseñar al que no sabe.
– dar buen consejo al que lo necesita.
– corregir al que vive en el error.
– perdonar las injurias.
– consolar al triste.
– sufrir con paciencia los defectos de nuestros prójimos,
– y orar a Dios por los vivos y los difuntos.
Me parecen tan actuales, reales, del día a día, tan prácticas y tan concretas, que me hace gracia constatar luego que son las 7 Obras de Misericordia Espirituales que estudiábamos en el catecismo de nuestra niñez.
3.- “El mundo tal cual es deja a los hombres solos, con la nada. Queramos o no queramos, sin Dios sólo nos quedan las bofetadas”.
Este mundo no es un caos. El que no veamos claro significa sólo eso: que no lo vemos, y no que el mundo no tenga una razón de ser y un significado. ¿O es que la verdad a un problema sólo existía cuando por fin caemos en la cuenta?…
Leo la entrevista con Ferrán Adriá, en El País del domingo. Ya no es que comparta o no el giro que quiere dar a su trabajo y a su vida; ojalá acierte y le vaya bien. Respeto totalmente a los que no lo hacen. Lo importante es que haya decidido dar un giro a su edad, a pesar de su éxito y de su reconocimiento. Y sobre todo: que lo piense, que lo decida y luego que lo haga.
Me interesa mucho más su vida que su cocina.
complice41
Por lo que veo no sólo lo has comprado, sino que también te lo has leído. Me alegro que te haya gustado. Prométeme que hablaremos de él acompañando la charla de un maravilloso vino y uno de esos manjares que sólo yo sé hacer. Saludos y descansa un poquito. Carmen.