Eugenio Ibarzabal

Román Sudupe: «ser más que hacer».

Publicado por el 12 Oct 2015, en Entrevistas

En el Centro de Espiritualidad de Loiola, muy cerca de su pueblo, Azkoitia. Su aspecto físico es envidiable. Sonríe constantemente, pero, al tiempo, mira al interlocutor de modo directo, como si quisiera decirle: lo mío es sencillo, no esperes mucho más.

Le pido que identifique un momento clave en su vida.

– Tenía 18 años y había subido al monte Xoxote, una vez más, pero al volver observé que yo había cambiado, que algo se había decantado en mí: quería trabajar por mi pueblo. Sí, ya sé que ahora puede parecer muy simple, pero fue así. Hasta entonces no era más que un empollón que se hacía preguntas. Como no era demasiado espabilado, no tenía otro remedio que estudiar mucho. Era, pues, una barra de hierro dispuesta a ser forjada. Aquel día se inició mi proceso de maduración.

– ¿Cuáles eran las sensaciones personales de aquel chico de Azkoitia cuando llega a la presidencia del EBB?…

– Las de estar nadando en aguas muy profundas y muy turbulentas. Aquello era algo más que “trabajar por mi pueblo”; era la vida real la que me salía al encuentro. Y la vida pide que se le responda.

– La vida nos hace propuestas y nosotros damos respuestas. En el fondo, eso es todo.

– Sí, porque se puede responder a lo mismo de muy diversas maneras. Pero me respondí diciendo que yo quería vivir y morir en paz, y no todas las respuestas lo consiguen.

– Crisis religiosa en la etapa universitaria y encuentro con el marxismo, pero Román no deja sin embargo de creer, aunque se aleje de la Iglesia. Lectura de teólogos que a propósito de Dios dicen cosas diferentes. Confusión.

– Si estos no se aclaran ¿como me voy a aclarar yo?, pensaba. Y luego vuelta a una espiritualidad vaga, amplia, marcada por el mundo oriental. Pero también por Bonhoeffer, el sacerdote y teólogo alemán que será ejecutado por Hitler.

– ¿Por qué volver a una actitud cristiana, veinte años después?…

– Porque descubro que el hombre es muy débil, que necesita algo, no sé muy bien cómo llamarlo: un soporte, una orientación, algo que le encauce. Pero es un proceso largo. El descubrimiento cuesta. Leo el Evangelio, pero no lo comprendo.

– ¿Hay un momento preciso?…

– No, no lo hay. Leí en cierta ocasión que cada cual necesita su puerta de entrada al Evangelio. Me impresionó el momento en el que Jesús llora de angustia sabiendo lo que le va a suceder, pero luego se serena, lo asume y más tarde responde en paz. Y esa otra narración en la que afirma que “ese momento empieza ahora”.

– El encuentro con lo pequeño y con lo concreto, muy lejos de planteamientos globales sobre la vida y la muerte.

– Eso es. Es la historia del hijo de Sidartha, hijo de un brahman indio. Se conforma con ser, con pasar a la gente de un lado a otro del río, dejar las cosas en apariencia tan importantes y disfrutar de las cosas más pequeñas que tenemos delante. Hacer a gusto lo pequeño. Y que eso te llene.

– Y esas pequeñas cosas pueden ser la familia, la huerta y los que aparecen necesitando alguna ayuda, del tipo que sea.

– Pienso en mi mujer. Es la componente práctica en mi vida. Gracias a ella se ha mantenido unida mi familia. A lo largo de muchos años yo llegaba tardísimo y salía muy pronto. Pero ella estuvo allí. Gracias a ella hay hoy una familia y puedo estar cuidando de mis nietos, que hoy siguen diciendo que “van a la casa de la amama” cuando vienen a la nuestra.

– ¿Añoranzas?…

– Ninguna. Hay que saber abandonar. Miro la política de lejos pero con mucho interés. Sé pasar página. He vuelto tres veces a la empresa. Lo importante es saber coger lo nuevo con sumo interés y dedicación total.

– ¿No echas en falta participar, como entonces, en reuniones decisivas?…

– Mi etapa actual es la más interesante y la más fecunda de mi vida. Descubres que no hay objetivos a lograr, que el camino es mejor que la posada. Itaca es el viaje mismo. Ahora lo puedo desarrollar con más intensidad que antes. Caminar hacia la plenitud, con el campo mucho más abierto y con pasos más seguros. Estoy tocando algo más cercano a mí mismo. Pero no hubiera llegado hasta aquí sin el camino recorrido.

– En el camino ha habido “palos”. ¿Qué queda de ellos?…

– Esos palos me han permitido reflexionar. Los más graves son los que recibes como fruto de la utilización contra ti de una respuesta ética que tú crees que debes dar. Te generan una profunda tristeza.

– ¿Lo que hemos hablado tiene algo que ver con la felicidad?…

– La felicidad es responder intensamente a la vida, a lo que te encuentras en la vida. Sentirse a gusto en la vida misma. Y es que todo depende de la respuesta. En este mundo nadie aprende en cabeza ajena. Cada uno aprende de su propio camino. Y dejar que la misma vida te enseñe; avanzar y caminar. Con responsabilidad. La felicidad es una derivada de las respuestas que uno da a lo largo de la vida. Es una puerta que se abre hacia fuera; cuanto más la empujas más la cierras. ¿Conoces el cuento de Nikos Kazantzakis?…

– No, adelante.

– Alguien fallece y va al cielo, toca la puerta y dice “soy yo”. Le contestan: “aquí no hay sitio más que para uno”. Vuelve a la tierra y tras fallecer se acerca nuevamente, vuelve a decir “soy yo” y recibe la misma respuesta. La tercera vez se presenta diciendo “soy tú”, y es entonces cuando se abre la puerta. Se trata de trascender de uno mismo. Eso es todo.

– Los periódicos están llenos de malas noticias…

– No hay tiempo malo si el corazón está alegre. La vida es un misterio en general. Lo malo que acontece lleva la semilla para darle la vuelta. Que a veces empieza con lo bueno y otras veces con lo malo. Algunas propuestas de la vida son en principio muy duras, pero luego estamos orgullosos de las respuestas que hemos dado. Incluso llegamos a pensar que aquello tan grave que en un determinado momento nos ocurrió nos ha venido muy bien. Algunos cambios sólo se producen ante la adversidad.

– ¿Tienes muchos amigos, o se cuentan con los dedos de una mano?…

– Tengo amigos, pero sí, es verdad, son los que son. No es fácil tener este tipo de conversaciones con determinadas personas. A veces pienso que es simple cuestión de miedo. Es verdad que a veces te sientes un poco “raro”, pero la verdad es que tengo relación con mucha gente. Lo que observo que no hablo con nadie es de los temas de pareja. Lo que sí me han venido muchos es a contrastar problemas propios. Necesitamos alguien con quien hablar.

– ¿Errores cometidos?…

– De alcalde recuerdo al menos dos. No atender a una familia que se vio afectada por una decisión del Ayuntamiento y otra dejar en manos de otra persona ayudar a quien sería la primera víctima de los GAL. Aprendí de inmediato.

– ¿Se pudo hacer algo diferente y salvar la escisión del PNV?…

– Era una situación insalvable porque las relaciones personales estaban rotas. No había otra salida.

– ¿Y aciertos?…

– Dedicarme plenamente a las responsabilidades. Mi idea era quemarme en los cuatro años de alcalde. Pensé que luego estaría tan cansado que no sería capaz de hacer nada más. Pero luego me llamó el GBB precisamente por esa dedicación. El ser alcalde es lo mejor que puede pasar, también el de Diputado general.

– ¿Qué aprendió en la Diputación de Gipuzkoa?…

– Fue mi contacto con el mundo de lo social. Me ayudó mucho. Descubrí la riqueza que había allí. Recuerdo la riqueza humana del mundo Antisida, así como el propio servicio de la Diputación, con funcionarios muy capaces y muy entregados. Se trata de dar dignidad a cada persona en cada momento, anteponiéndola a la ley.

Una vida:

– 1979. Alcalde de Azkoitia, aunque sigue trabajando en la empresa.

– 1983. Presidente del GBB, y más tarde Presidente del EBB.

– 1987. Viceconsejero de Interior.

– 1991. Diputado de Carreteras y Transportes en Gipuzkoa.

– 1995. Diputado general de Gipuzkoa.

– Influencias: Viktor Frankl, Krishnamurti, Aurobindo, Bonhoeffer, Robinson, Tillich, Pagola, Joxe Arregi.

– Una película: “El Gran dictador”, porque refleja la vanidad del político.

– Buenos recuerdos: profesores jesuitas y la Politécnica de Arrasate.

– Actividad actual: se dedica a ser más que a hacer.

Comentarios

  • Ana

    Gracias por mostrar al hombre que se muestra detrás del político.


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