Eugenio Ibarzabal

Balance de un retiro

Publicado por el 21 Oct 2017, en Sin categoría

Llevo un tiempo retirado. Observo que mis expectativas de cuando comencé y la realidad de lo que ha sucedido no han coincidido del todo. Pero algo sí se ha cumplido: el teléfono ha dejado de sonar. Ha vuelto a suceder. Otra vez.

Antes se produjo con mi salida de la vida política, luego con el abandono de la consultoría. Uno sabe que va a suceder, y, sin embargo, el ego se resiente. Pero es solo el ego.

Se ha producido algo muy sencillo: lo que tú hacías antes, hoy lo puede hacer otro. Incluso mejor. En este sentido, no ha hecho sino funcionar la ley de la oferta y la demanda. Te han sustituido. Pero, en otro sentido, también es una llamada a darte más.


Es por eso por lo que me pregunto qué puedo hacer más, pero observo que la pregunta está mal planteada. La verdadera pregunta no es esa sino qué otra cosa, diferente de la anterior, puedo ahora hacer, pues la anterior ya está hecha y nadie parece que la demande.

He pasado la vida tratando de anticiparme, planificar el futuro y luchar con las dificultades que, en muchas ocasiones, ahora lo sé, yo mismo he creado. Ahora, al preguntarme qué es lo otro, la respuesta que me llega comienza siempre por el verbo aceptar.

– Aceptar significa dejar que la vida mande. Ver lo que en un principio no se ve. Observarla, advertir lo que me ofrece, descubrir, adecuarme y probar. Seguir hasta donde eso nuevo me lleve. Dejar de luchar contra la vida. Dejar de tratar de dominarla. En mi caso, tiene mucho que ver con la humildad, y ahora observo que lo anterior guardaba mucha relación con la soberbia. Sí, dejarme llevar. En el fondo, confiar, pues hasta ahora, advierto, solo confiaba en mí. ¡Y qué cansado era!

– Aceptar significa servir, aprender y obedecer. Qué descanso me produce dejar de enseñar y dejar de mandar. Trabajar como voluntario me enseña, entre otras cosas, a aprender de otros con más experiencia que yo y obedecer gustoso sus orientaciones. Qué descanso al transferir esa responsabilidad y aceptar de buen grado la que ahora se me ofrece.

– Aceptar significa aprender a disfrutar. Sí, ahora me doy cuenta de que nunca era el momento de disfrutar, siempre había algo que hacer, no era lo que tocaba. He de reconocer que todavía me cuesta escuchar un concierto por la mañana, o ver una película al mediodía. Algo me dice aún que a esas horas hay otras obligaciones que hacer, que toca lo que toca y que estoy malgastando mi tiempo. Pero luego me digo: ¿y por qué no?… Pruebo y observo el resultado.

– Aceptar tiene más que ver con el ser que con el hacer. No es tanto lo que haces, sino más bien cómo vives eso que haces. Es encontrar un sentido a lo que, en apariencia, puede ser triste, poco e incluso insignificante. Me he sorprendido cuando he observado a las noches que lo mejor del día ha sido quitar las hojas muertas del jardín.

– Aceptar significa volver a lo fundamental: cuidar la salud, amar, cubrir las necesidades básicas y crear. Y observo que eso me basta.

– Aceptar significa orden, aceptar un nuevo orden en mi vida.

– Aceptar significa que el último libro o artículo que he escrito puede ser el último, y que, si es así, no pasa nada. El mundo puede continuar sin mí. Mi vida no depende de mi presencia ni de mi grado de influencia en los demás. Aceptar que no se tiene nada más que decir significa que uno se ha agotado, lo que no tiene por qué ser malo, pues significa que, felizmente, lo ha dado ya todo, fuera eso mucho o poco.

– Y aceptar significa dar las gracias. Hace poco me encontré en Roncesvalles con un peregrino que venía de Salzburgo. Hablamos. Era la tercera vez que hacía el Camino. Le pregunté el por qué; para dar las gracias, me respondió, pues se consideraba alguien bendecido por la vida. Sonreía al hablar. Le comenté que nos encontraríamos a los días en Obanos, pero me dijo que no, pues esta vez lo dejaba para marchar a París, donde le esperaba una señora que, a su vez, llegaba de Friburgo. Esta vez sonreímos los dos. Dar las gracias es un modo de ver la vida; la contraria de quejarse. Al dar las gracias acepto la vida, al quejarme vuelvo a luchar contra ella.

Sí, he cambiado en este tiempo. Lo dicho hasta ahora puede parecer que lo he conseguido, que soy otro, pero no es así. Estoy ahí. Voy y vengo. Acepto y me rebelo. Pero sé que cuando el ego se rebela -el ego es otro, no soy yo- su queja me hace daño, pero la aceptación, por el contrario, me sienta bien.

N.B. Las fotografías corresponden a un concierto de jazz en Puente La Reina- Gares.

Comentarios

  • Gracias Eugenio. Me encanta: «Aceptar significa volver a lo fundamental: cuidar la salud, amar, cubrir las necesidades básicas y crear. Y observo que eso me basta.» Hasta pronto!!

  • Cristina Madinabeitia

    Por lo que veo , afortunadamente, sigues teniendo mucho que dar, compartir y enseñar…!y que para nada estas agotado!
    Como tu dices : una nueva mirada, una nueva actitud ante ti y ante la vida.
    Continúa compartiéndola, es un auténtico regalo para los que te seguimos y te queremos … aunque , a veces, no te llamemos.

    Un abrazo muy fuerte

  • Olga Casañ Tamarit

    Eugenio, me alegro tanto de sentirte tan bien, supongo que con contradicciones, pero tan bien….., para mi te falta otro aceptar, y es aceptar que te demos las gracias, que has calado dentro de nosotros, que continuamos nombrándote en cada reunión, que continuo haciendo referencia a frases tuyas, aprendidas e integradas en mi hacer personal y profesional diario-
    Te agradezco que continúes abriendo caminos y compartiéndolos,porque eres importante para mi,y porque cuando vaya alcanzando tu experiencia, espero estar disfrutando de la vida, del silencio , de las personas que quiero, de los pequeños detalles como tú.
    Te envío un tierno abrazo desde Valencia
    Olga


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