Eugenio Ibarzabal

Yendo al cine

Publicado por el 10 Nov 2008, en Sin categoría

Coincido en el cine con mi buen amigo Juan Mari Ollora. Los dos vamos a ver “El abogado del terror”, un reportaje sobre un abogado desconocido para el gran público de aquí, pero muy popular en Francia, Jacques Vergés. Un abogado que comienza defendiendo a los resistentes argelinos contra los franceses, que mantiene estrechas relaciones con todo aquello que tenga que ver con una izquierda radical anticolonialista, y que termina defendiendo a muchas de sus figuras más emblemáticas, desde el terrorista Carlos hasta Pol Pot, pero también al nazi Klaus Barbie y a multitud de líderes dictatoriales africanos. Quizá más de uno lo recuerde por sus rasgos orientales y sus gafas metálicas, hijo de un diplomático francés y una vietnamita, que le dan un aire inconfundible.

Es como si nuestro personaje parece empezar bien, trabajando en razón de una visión honesta de la vida, pero poco a poco transmite la sensación de algo que se va torciendo en su interior, hasta convertirse en un personaje putrefacto y maloliente conforme transcurre el documental. Al final, sin que nadie le acusa explícitamente de nada, los hechos son incontestables: su trayectoria es impresentable. Su discurso sigue siendo el mismo, siempre invulnerable, pero sus hechos dicen que no. Pocas veces queda tan claro aquello de “por sus hechos los conoceréis”.

El discurso puede impactar en un primer momento, hacer pensar, incluso disculpar. Pero al final los hechos se imponen. Es la auténtica guía, el único criterio. Es como si dijéramos: “no me cuentes porqué haces lo que haces; lo único que me importa es que lo que haces no es bueno”… Vivimos un hartazgo de justificaciones, argumentaciones y explicaciones, pero sabemos que no se trata de aparentar tener razón, sino de hacer lo que hay que hacer o no. Y en Vergés aparece finalmente sin escrúpulos un ego que lo domina todo. Se me quedó grabada su sonrisa endiablada. Como si al final Vergés renunciara a defenderse, vencido por un alguien interior que asoma a través de aquella sonrisa que demuestra una soberbia irritante y despiadada. ¡En qué nos podemos convertir!…, pensé. En ocasiones hay que conocer historias así para poder decir: no sé muy bien lo que quiero, pero al menos sé que eso no lo quiero para mí. Creo además que no es poco.

Josune Bereziartu y Rikar Otaegi me escriben desde Calgary, en Canadá, donde han sido invitados para ser jurados en el 35 Mountain Film Festival, e impresionados por una nueva versión de “Viven”, llamada «Strended«. Me dicen que lo que más les ha llamado la atención es que “mientras nosotros, los montañeros, decimos que vamos a la aventura en busca de nuestra filosofía, ética, divertimento, aprendizaje, sabiendo de riesgos pero con una cuerda atada a la cintura, ¡esta gente encontró todas estas cosas y más, sin quererlo!… Y no se convirtieron en unas bestias. Su sociedad, la nuestra, desapareció, y trataron sencillamente de simplificar la vida, sobreviviendo con dignidad y construyendo una nueva sociedad basada en la solidaridad, apoyándose, diciéndose la verdad y confiando los unos en los otros”…

¿Y si la crisis económica fuera en este sentido algo que nos ayudara a desprendernos de lo que nos sobra?… ¿Y si fuera necesaria una crisis económica para caer en la cuenta de cosas como ésa?… Increíble, pero tal vez sea lo que vaya a suceder.

Ha muerto Michael Crimpton. Les recuerdo su frase: “la creatividad me nace practicando la rutina diaria”…

Contestar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Enviando el comentario acepto la política de privacidad de esta web