Eugenio Ibarzabal

Tras un viaje a Manresa

Publicado por el 08 Jun 2009, en Sin categoría

Esta semana tuve la oportunidad de ir a Manresa, donde nunca había estado, en compañía de Isabel Orbañanos, con ocasión de visitar la Escuela Joviat, cuyo equipo de responsables me causó una estupenda impresión. Hay situaciones en las que contactas de inmediato, aunque en los últimos tiempos, y debido a diversas experiencias, suelo poner una distancia a las primeras impresiones. En todo caso, sé que con Joviat se va a confirmar, y además seguiré pensando bien desde el principio porque, en caso contrario, sé que no hay manera sana de vivir. Y habló de Manresa porque estuve en los lugares donde se escribieron los Ejercicios Espirituales: siempre he tenido una gran admiración por un autodidacta como Ignacio de Loyola, que escribió algo que aguanta quinientos años desde la pura experiencia personal.
Pero también estuve por Madrid y ruego a los amigos que tengan la delicadeza de leer estas líneas, que no se pierdan la Exposición de Sorolla en El Prado. No sé lo que les dará a otros, pero yo pasé una hora y media maravillosa. Hasta el jueves estaba resultando, como ven, una semana estupenda.

Pero el viernes me llegaron dos noticias, como siempre vienen: una era buena y otra mala. Y el fin de semana pensé que era un buen reflejo de la vida, que al mismo tiempo nos ofrece luz y oscuridad, aunque no siempre en las mismas proporciones. Esta vez lo malo era más grave que bueno lo agradable.
Es curioso, una de las razones para creer que solo hay que trabajar en el margen de maniobra que uno tiene y que es absurda esa necesidad de planificar la seguridad del futuro, es que no esperaba ni lo malo ni lo bueno que me llegó, con lo que me dije que es muy posible que la semana próxima tal vez llegue algo que haga bueno lo malo y que no sea para tanto eso bueno que hoy me ha animado. Me creo muy listo, pero, fíjense, soy incapaz de prever lo que me va a pasar en los próximos días. No puedo planificar lo que me viene; y es por eso que me dedico a responder lo mejor que puedo a lo que me viene.
La cuestión es cuándo se hace el balance. Si lo hubiera hecho el jueves diría que todo iba estupendamente, pero el viernes ya no era así. Conclusión: el balance es lo que se hace al final de todo, y mientras tanto hay que trotar, no juzgar, y mientras haya una posibilidad, por pequeña que sea, perseverar.

Pero eso significa confiar en que todo es para bien, o dicho de otra manera, que todo esto tiene un sentido, aunque no lo veas a primera vista, ni seguramente en mi caso a la segunda.
Puedes confiar o no, y eres creyente tanto si confías como si no, porque en ambos casos conjugas el verbo creer. Tan solo diré que si crees que esto tiene un sentido, esto te obliga a perseverar; y si por el contrario no crees, puedes abandonar lo que haces, abandonarte y empezar a “disparar” contra todo el que encuentres por delante. Y las dos actitudes son humanas y respetables. No es, pues, cuestión de creer, sino de identificar bien lo qué crees. Es solo una opinión, claro, pero lo cierto es que conseguí salir y aquí estoy nuevamente.

Siendo momento post electoral, una pregunta: ¿no le convendría a la izquierda más o menos extrema preguntarse por qué hay tanta gente que vota a la derecha, a pesar de los Berlusconi de turno, pudiendo hacer algo tan sencillo y sin costo como sería votar a la izquierda?… ¿No será que muchos, a pesar de todo, han preferido votar a la derecha antes que a la izquierda?… ¿Sabrá algún día la izquierda, especialmente la extrema, encontrar algún aspecto autocrítico, más allá de decir que no se ha comunicado bien y llamar imbéciles a los que no les votan?…

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