Eugenio Ibarzabal

La biografía de Steve Jobs

Publicado por el 01 Dic 2011, en Sin categoría

Recomiendo vivamente la biografía de Steve Jobs, de Walter Isaacson. Sí, ya sé que como Jobs acaba de morir se puede pensar que es un montaje de negocio de última hora. Pero no es así. Es una de las biografías más importantes que haya leído en mi vida. He devorado las setecientas páginas de un tirón, porque el libro es una auténtica historia. Es una de esas veces de las que se puede decir que la vida supera con creces a cualquier ficción.

A través del libro a Jobs le amas, le odias, te emocionas, te ríes, quieres ser como él, no quieres ser como él, envidias y te alegras a la vez de no haber tenido la oportunidad de trabajar con él. Vida, pura vida. No sabría por donde empezar. Tal vez por lo primero: se trata de un progre de los sesenta y setenta, pero que, a diferencia de aquí, lejos de decir y exigir a otros lo que tienen que hacer, él lo hace. La empresa es un mero instrumento para hacer lo que le da la gana de hacer en cada momento. Y lo que le da la gana de hacer era dejar marca, producir algo en lo que se creyera y crear una compañía duradera. El resultado es dar a través de la empresa, no recibir gracias a ella, aunque sin duda recibió mucho.
“¿Qué me motivaba? Creo que la mayoría de las personas creativas quieren expresar su agradecimiento por ser capaces de aprovechar el trabajo que otros han llevado antes que ellos. Yo no inventé el lenguaje ni las matemáticas que utilizo. Produzco solo una pequeña parte de los alimentos, y ninguna de mis prendas de ropa están hechas por mí. Todo lo que hago depende de otros miembros de nuestra especie y de los hombros a los que nos subimos”.

Pocas veces ves tan claro que el dinero es algo exclusivamente instrumental, imprescindible para sobrevivir, innovar y poder aguantar en los momentos malos. Hablaba estos días con Eduardo Anitua, y me decía lo mismo: “he creado la empresa para poder hacer lo que quiero sin tener que depender de nadie”… Jobs sabía lo que quería, y cuando no lo sabía, luchaba por querer saberlo, hasta que lo conseguía. Y no sabría decir cuáles eran los mejores momentos: el camino o el resultado final. Algo me dice que era el camino. El viaje fue la recompensa.

Es abandonado de niño, lo cual constituye una referencia fundamental para él, y a su vez abandona. Hay momentos de mucha crueldad hacia los demás. En ocasiones resulta realmente poco ejemplar. Tampoco hay en apariencia mucha generosidad, en el sentido más clásico del término, con los que le rodean. No cree demasiado en la filantropía, a diferencia de Bill Gates. Y sin embargo, nos dejó todo lo que nos dejó. Y es que hay muchas maneras de dar. Creo que terminado el libro, pocos serán los que se atrevan a emitir un juicio rotundo. Pero estoy seguro de que serán muchos los que digan: eso es vida.

Me llama la atención su obsesión por trabajar solamente con los mejores, hasta el punto de decir que los auténticos primeros no quieren trabajar con segundos. Su gestión de equipos poco tiene que ver con ese consenso plano que en tantas ocasiones parece promoverse entre nosotros como última innovación en materia de gestión de personas. Consenso sí, pero finalmente en torno a su opinión, que defendería, alteraría, protagonizaría y desarrollaría como un auténtico poseso, hasta convencer de lo suyo –o de lo que había atrapado a otros haciéndolo suyo- a todos los demás.

Qué obsesión por el mejor diseño, por la simplicidad, por quitar lo que sobra. No sería una persona religiosa, y sin embargo, a mí me parece que era profundamente religioso, en el sentido de buscar toda su vida la verdad, la respuesta auténtica, el encaje de unas cosas con otras, las reglas internas de las cosas, repito, la verdad. Pocas veces tiene tanto sentido ese afán de descubrir, entendida como quitar lo que cubría y ver.

Lo que sí produce envidia es observar el ambiente de creatividad, de relaciones sanas y de acceso relativamente fácil en el que Jobs vive en los primeros años de su entorno vital. Esa América de Silicon Valley resulta realmente fascinante: estudiantes de ingeniería que no terminan la carrera pero que montan empresas a los veinte años, poder acudir a unas clases pero no a otras, el ejército como uno de los puntos fuertes de innovación tecnológica, facilidad de moverse de un punto a otro. En definitiva, otra galaxia, tan diferente al mundo educativo, administrativo y financiero tan encorsertado en el que vivimos aquí. Entiendes de qué hablan cuando hablan de libertad.

Me quedo con las ganas de haber conocido a través del libro un poco más a su mujer, Laurenne Powell, que tiene que ser un monumento de persona, y no solo por el motivo que algunos pueden intuir de aguantar a un personaje así, sino también por la fortaleza de transformarlo, hasta conseguir esa estabilidad que logran a lo largo de tantos años. Sí, se querían mucho. Seguramente el secreto estaba simplemente ahí.

Jobs era alguien profundamente optimista: “los malos no suelen ganar”… Y fundamentalmente positivo. Tras terminar una reunión con Obama dijo: “el presidente es muy inteligente, pero no hacía más que explicarnos los motivos por los que no podían hacerse las cosas. Eso me enfurece”…

“Recordar que pronto estaré muerto es la herramienta más importante que he encontrado nunca para tomar las grandes decisiones de mi vida, porque casi todo – todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el miedo a la vergüenza o al fracaso- desparece al enfrentarlo a la muerte, y solo queda lo que realmente es importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay motivo para seguir los dictados del corazón”…

Y junto a la pasión por la tecnología, ese sentido práctico de conocimiento del deseo de las personas y de cómo comercializar productos, dominando hasta los últimos detalles. Qué diferencia de muchos de los llamados hombres de negocio actuales, que solo saben del porcentaje de rentabilidad de sus dineros, cuando se contempla que hay alguien que dominaba desde la tecnología, lo que hacían los demás, lo que podría ser de interés para la gente, cómo diseñarlo, cómo venderlo, cómo empaquetarlo y cómo tenía que ser la tienda en la que se tenía que ofrecer.

Hay otro aspecto clave: lo que el biógrafo llama el principio de distorsión de la realidad. Es decir, si la realidad no encaja con lo que uno desea y quiere Jobs no hacía caso de ella, hasta conseguir que la realidad se adaptara. Este principio sirve para lo bueno y para lo malo. Por una parte, cuando se está acertado puede alguien lograr lo que Jobs logró, pero también puede suceder lo que a él: que su cáncer podía haber sido tal vez curado si no se hubiera negado a tratarse y hubiera perdido tanto tiempo con dietas, tratamientos y asesores estériles.

No puedo terminar sin hablar del biógrafo, Walter Isaacson. Su independencia, su rigor, su conocimiento y su trabajo son verdaderamente admirables. Había leído, y recomendado algún libro anterior suyo, concretamente el dedicado a Benjamin Franklin, pero este es superior. Bien hecho. Un auténtico regalo.Y es que, como dice Bob Dylan, el héroe de Jobs: “si no estás ocupado naciendo, estás ocupando muriendo”… Vaya que sí.

Contestar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Enviando el comentario acepto la política de privacidad de esta web