Eugenio Ibarzabal

Koldo Mitxelena, un superviviente.

Publicado por el 22 Ago 2015, en Sin categoría

¿Qué decir de Mitxelena a los cien años de su nacimiento?… Mucho, obviamente, pero hay que resumir y resumo: lo que hoy más me interesa de Mitxelena es su capacidad para sobrevivir.

Lo mejor de Mitxelena es su vida. Zweig subtituló la biografía de Balzac como “Una vida de novela”. La de Mitxelena no lo es menos. Entra en combate a los 21 años, preso y condenado a muerte a los 22, libre a los 27. Vuelve a ser detenido a los 30 y liberado a los 32. Este año se matricula por libre en la Facultad de Filosofía y Letras en Madrid. Trabaja en la clandestinidad política nuevamente hasta, al menos, los 38. Doctor en Filosofía y Letras a los 44, y finalmente, tras innumerables vicisitudes, catedrático en Salamanca a los 52.

Mientras tanto, mucho sufrimiento, riesgo de muerte, trabajos varios, profesor de casi todo, problemas graves de salud, enfrentamientos diversos y precariedad. Cuando algunos hablan ahora de precariedad y se quejan, tendrían que haber conocido la de Mitxelena a lo largo de treinta años. ¿“Una vida de novela”, o aún mejor “una vida de precariedad”?… No sé de verdad cuál es la expresión más adecuada.

Pero sobrevivió, y de qué manera, precisamente para ofrecernos sus mejores frutos en la etapa final de su vida. Pero no es que simplemente era un superdotado, que lo era. Tenía una constancia y un tesón que sólo quien ha sufrido de verdad y ha visto lo peor de la vida y tal vez en la mejor edad, lucha hasta el final para que nada de eso se vuelva a repetir. ¡Qué capacidad de atención, de trabajo y de generosidad!…

Un pueblo se hace de referencias buenas a las que acudir en los momentos malos. Por eso son tan importantes los patriotas y los héroes, por eso los necesitamos tanto. Sí, los patriotas y los héroes, por muy poco de moda que decirlo pueda estar.

Koldo nos enseñó mucho y nos dejó un legado conocido de todos, pero lo más importante hoy para mí es su manera de enfrentarse a la vida, su ir a por todas, su compromiso vital, su valentía y su incapacidad para rehuir lo que tenía delante, por difícil que fuera.

¡Qué felices fuimos trabajando juntos en “Muga” !… Siempre he creído que Koldo se sintió como en casa en aquella época, en compañía de Fede Zabala, Julio Caro, Xabier Lete y tantos otros… Y también le observo sufriendo las embestidas de lo que fueron aquellos terribles años finales de los setenta y comienzos de los ochenta, que hoy ya ni recordamos, pero en los que nos pareció que todo, absolutamente todo, otra vez, estaba en juego. Y un hombre que amaba tanto a su país como Koldo no estaba dispuesto a que las nuevas generaciones sufrieran de nuevo todo lo que él había sufrido. No, nunca más, pensaba.

Hablamos de Koldo, pero creo que tendríamos que hablar de Koldo y de Matilde, sin la cual no se entiende absolutamente nada. No quiero ni pensar en la desazón de alguno de los momentos vividos juntos.

Si historias como la de Koldo nos hicieran al menos ayudar a saber que la vida no empieza con nosotros, que somos lo que somos en gran parte a lo que en su momento hicieron otros, y que lo nuestro, con ser grave, puede ser mínimo con lo que a otros les tocó sufrir… Y a la vez, servir para constatar que si otros lo hicieron, también nosotros podemos, de la misma manera, sobrevivir. Otros lo tuvieron mucho peor y salieron. A veces lo único que se puede hacer es aguantar, mantener la calma y continuar.

Dicen de él que tenía muy mal genio. Y es verdad. ¡Pero es que algo malo tenía que tener el bueno de Koldo!…

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