Eugenio Ibarzabal

Hablando de parejas

Publicado por el 16 Sep 2012, en Sin categoría

He pasado unos estupendos días en Cornualles. Sorprendente para mí. Playas estupendas, grandes, vacías en muchas ocasiones, jinetes cabalgando en ellas, vistas maravillosas y surf. Algún puesto de helados cercano. Sarah y yo celebrando nuestro aniversario de boda, hace ya muchos años.

Me toca más de una vez responder a amigos que me preguntan sobre la continuidad o no de su pareja, o incluso sobre el inicio de una nueva relación. No es el tema del que más me agrada hablar. No quiero influir. Puedo estar simplemente proyectando mi experiencia, por varia que ésta sea. Pero lo que sí creo es que conseguir una buena relación de pareja a lo largo de años es uno de los logros de los que las personas podemos sentirnos más orgullosos. Esa es al menos mi opinión, y respeto a los que piensan otra cosa.

Escribir una sinfonía, un libro, efectuar un descubrimiento científico, crear y liderar una empresa, ayudar a otros de manera continuada, aguantar tenazmente el sufrimiento, educar bien unos hijos, viajar y explorar tierras, hacer lo que toca cada día, son sin duda, logros de los que sentirse satisfecho. Pero lograr armonía en tu pareja, sentirse ambos cómplices, satisfacer a la otra persona, y que esta actitud perdure al cabo del tiempo, es para mí un proyecto tan importante como cualquiera de los anteriormente señalados.

Me atrevo a hacer algunos comentarios:

  1. No hay manera de lograrlo si, para empezar, ese objetivo no forma parte de tus prioridades en la vida. No es ya que te gustaría tener una vida estupenda de pareja – eso lo queremos todos-, sino que lograr una buena vida de pareja forme o no parte del núcleo grueso de tus objetivos en la vida.  Y ésta es una buena pregunta: si hablamos de los hijos, del trabajo, del reconocimiento profesional, de la política, de ganar dinero, de comodidad en la vida, de poder, y los listamos, ¿en qué lugar está la vida de pareja?… Y por favor, no lo englobemos dentro de la familia, no nos engañemos. Merece un tratamiento aparte.

    De la respuesta se empieza a entender por qué me pasa lo que me pasa, si hago lo que me toca en función de la prioridad, y de los diferentes esfuerzos que dedico a una cosa y a otra. No estoy hablando de moral, estoy hablando de prioridades.

  2. Una cosa es amar y otra estar enamorado. Amar es un verbo activo, en el que soy yo el que decido; enamorarse es un verbo pasivo, que no depende de mí. Si hacemos un cuadro con estas dos posibilidades, nos salen cuatro:
    • estoy enamorado y amo.
    • estoy enamorado pero no amo.
    • amo pero no estoy enamorado.
    • ni amo ni estoy enamorado.

    ¿En cuál de las situaciones me encuentro?… Puede ser un buen criterio a tener en cuenta para iniciar una relación, para continuar o para romperla.

  3. Es una ilusión para mí falsa pensar que una pareja pueda vivir en un consenso completo a propósito de opiniones, en un esfuerzo compartido al 50% y  en un equilibrio perfecto con la independencia natural propia. Es lo que pienso. De ahí la importancia del ceder. En el logro de la armonía de la pareja siempre hay alguien que finalmente opta por ceder. Para perdurar, hay que ceder. Pero si para lograrlo siempre es la misma persona la que tiene que ceder, esa pareja no tiene a la larga solución. En todo caso, algo me dice que hay siempre quien cede más que la otra. (O ignora, que es lo que hace mi mujer cuando a mí se me va un poco la olla o me enfado porque no encuentro las gafas)…
  4. La pareja es una sociedad en pequeñito. Y tiene mucho sentido hacer preguntas que las entendemos normales en la vida, por ejemplo, comercial: ¿tú qué quieres de mí?… Y responder honradamente. Cuando somos jóvenes queremos salvar el mundo; cuando crecemos nos conformamos con ayudar en algo muy concreto; tal vez tiene mucho sentido, ya mayores, servir a quien tenemos más cerca. Algo me dice que si empezáramos a servir al que tenemos más cerca desde el principio, el mundo sería mucho mejor.
  5. Me parece fundamental aceptar el misterio, no ser demasiado racional, mantenerse abierto a lo que el proceso nos diga. El amor, me consta, es fuente de conocimiento.

En todo caso, cada cual sabe lo que tiene que hacer; desde fuera es difícil ayudar. Muchas veces solicitamos ayuda pero contamos la mitad de la mitad de lo que realmente nos pasa. No decimos la verdad ni a nosotros mismos. Pero lo que sí es importante es ponerse un plazo y tomar una decisión. Si algo hay particularmente patético, es ver la degradación de una pareja.

Últimamente cuando leo los periódicos y veo la televisión, me acuerdo de aquel eslogan que hace un tiempo apareció en algunos autobuses de Londres: “Lo más probable es que Dios no exista; en consecuencia no te preocupes y disfruta de la vida”…Me pregunto si se puede escribir algo más falaz en los tiempos que corren. Me imagino a una persona empeñando sus últimos recuerdos personales para sobrevivir, o siendo torturada, o explotada o violada, y que en ese momento tenga la oportunidad de leer ese cartel: lo más probable es que Dios no exista, no te preocupes y disfruta de la vida. “O sea que era eso por lo que yo sufría”, pensaría. Menudo consuelo

 

Esto me lleva a tres consideraciones.

  1. Respeto todas las opiniones; solo he utilizado el adjetivo falaz. ¿Realmente el lema es una respuesta real al sufrimiento de hoy?… ¿No es más bien una nueva estampita para evitar enfrentarse de verdad al sufrimiento?… Y es que estampitas hay muchas y las reparten muchos, no solo unos.
  2. Si hay una palabra que hoy no se puede mencionar es la de pecado.
    Y al tiempo, si algo está de moda es denunciar. Es curioso, antes se podía hablar de pecado, pero no se podía hablar de denunciar. La moda de las palabras y de las connotaciones que damos a las palabras. Pero más allá de modas y connotaciones, no nos perdamos, ¿qué denuncian los que denuncian, sino pecados?… Y si no queremos llamarles pecados, y el problema es el nombre, les podemos llamar Z. Pero la pregunta sigue siendo, en el fondo, la misma: ¿existe Z o no?…
  3. Evidentemente existe Z, porque en el caso contrario no se denunciaría. Pero más allá de las palabras, y más allá de qué es Zy qué no –un problema importante, pero menor- , la pregunta final, y la más importante para mí, es la siguiente: ¿Z es sólo cosa de otros, o cuando veo Zs pienso también en mí?… ¿Y si creo que debo denunciar las Zs de otros, qué hago entonces con las mías?…

Para relajar el contenido del blog traigo hasta aquí algunas fotografías de Cornualles, junto con mi recomendación más insistente para que la visiten, aunque la combinación para llegar hasta allí no sea nada buena. Y para entender mejor el contenido del blog, diré que tener la oportunidad de ver los Paralímpicos me ha ayudado mucho a pisar suelo y ponerme en mi sitio.

(El comentario de mi mujer cuando ha leído el artículo ha sido: “¿sabes cuál es el secreto de una buena pareja?… Casarse conmigo”… Y se ha marchado riendo. Ahora acaban de entenderlo todo con total nitidez).

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