Eugenio Ibarzabal

Dos libros y un aniversario

Publicado por el 24 Nov 2009, en Sin categoría

He leído el libro que sobre Unamuno han escrito Colette y Jean Claude Rabaté. A mí me ha hecho pensar. Está hecho a partir de la correspondencia mantenida por Unamuno. En muchas ocasiones, uno tiene la impresión de que lo que se dice y escribe es más la necesidad de “estar ahí”, por la razón que sea, que fruto de una convicción profunda y meditada. En el caso de Unamuno, me da la impresión de que el origen de casi todo es doble: un ego desbocado y la necesidad imperiosa de escribir para ganar el dinero que necesita para llegar a final del mes. Escribe tanto y dice cosas tan contrapuestas que, inevitablemente, en algo tiene que acertar. Con todo el respeto, pero el personaje me ha parecido patético.

Algunas frases: “Esta pobre España… Que, por qué no decirlo si lo pienso?, necesita de mí… Yo, como creo haberlo dicho, estoy satisfecho de haber nacido, y más convencido que nunca de la gran falta que hago en el mundo”…

Sus posiciones sobre la guerra de Africa, la semana trágica de Barcelona, la ejecución de Ferrer, la cultura europea, su apuesta final por la sublevación franquista, son de tal claridad que no admiten matizaciones, ni justificaciones, ni explicación alguna. Sus palabras son definitivas. Se equivocó hasta el final. Y lo que es peor, algunos de sus aciertos, como su posición antimonárquica o su lucha contra Primo de Rivera, más parecen venganzas personales por no haberle mantenido en el rectorado u otorgado determinado reconocimiento al que aspiraba, que fruto de una denuncia honesta y valiente.

Vivir a su lado tuvo que ser verdaderamente difícil. Todo son críticas, insultos y descalificaciones hacia los demás. Qué poca generosidad, comprensión, compasión o amor hay en su vida. Su matrimonio es una “costumbre”. Pontifica sobre lo que sabe y sobre lo que no sabe; se cree con derecho a opinar de todo. Se cree mejor que los demás. Vive, lucha y muere completamente solo. Ya lo dijo cuando era joven: “mi único amor soy yo; el egoísmo es fuente de mi vida pasajera, que cuando llegue al borde del abismo solo me encontraré… Yo soy soberbio cual Satán altivo; me quiero todo a mí”. Poco recomendable. Mejor quedarse solamente con alguno de sus libros.

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También he leído “La Batalla de Normandía”, de Anthony Beevor. Me ha estremecido, y me he felicitado de lo afortunado que soy porque ni a mí ni a los míos nos ha tocado –porque de tocar se trataba- una desgracia semejante. ¡Cuantas veces he pensado que mi hijo podía haber sido uno de esos soldados, aliado o alemán, qué más da, de cuyas penalidades y horrores tan buena cuenta da el libro!… Y luego, lo de siempre: hay quienes ante lo mismo se comportan de una manera y de la contraria. Hay libertad de elección incluso en la peor de las circunstancias. Soldados que han sufrido hasta la extenuación y rechazan la venganza, y gentuza que ha convivido con los nazis y que se apunta a la más cobarde de las venganzas. No hay cosa peor: fuertes con los débiles y débiles con los fuertes. Y entre todo ello, el ego omnipresente de los Patton y Montys. La vida misma.

Cuando pienso que muchos de aquellos soldados habrían soñado hacer de sus vidas cualquier cosa menos lo que finalmente les tocó hacer…, me viene a la memoria el olvido de la fortuna que nos ha tocado vivir y, en consecuencia, el disfrute que dejamos escapar cada día.

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Se cumplen veinte años de empresa. Un noviembre como éste, hace veinte años, me echaba a caminar por libre. No había un solo cliente, pero fue una de las mejores decisiones de mi vida. Echo la mirada atrás y hoy no sé si hubiera tenido fuerzas para ello. En todo caso, Sarah estaba y sigue estando muy cerquita de mí. Menos mal. Pero los que no teníamos una profesión, ni una vocación, ni una infraestructura clara, y sin embargo vivíamos rodeados de obligaciones por doquier, no podíamos hacer otra cosa que saltar y pedalear como locos. Hasta hoy. Sí, es verdad, se crea por necesidad, aunque las necesidades pueden ser de muy distinto tipo. Pero echo la vista atrás, y pienso que monté la empresa porque era la única manera de dedicarme a lo que para mí tenía un sentido.

He pasado muy buen rato con “Julia & Julie” y con Meryl Streep. ¡Qué pedazo de actriz!… Me encantan las películas donde hay buenos matrimonios y donde los maridos parecen gente que quiere a sus mujeres, e incluso se sacrifica por ellas. Y es que, a la vista de lo que aparece en los medios, parecen una especie en extinción.

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