Eugenio Ibarzabal

De películas buenas y de películas malas

Publicado por el 19 Ene 2011, en Sin categoría

Hace unas semanas leí un artículo notable por su honestidad, de Oscar Tusquets Blanca, titulado “¿Cómo pudimos equivocarnos tanto?”…. Se refería a que en los años sesenta escribió un manifiesto contrario a la continuación de la Sagrada Familia. A ese manifiesto se adhirió toda la “inteligencia” de la época, incluyendo a Le Corbusier. Al final decía así: “si hace 50 años se nos hubiese hecho caso, esta maravilla no existiría. Habría permanecido como una ruina o la hubiera terminado un arquitecto de moda en aquellos años”. Este fin de semana me cogí el petate y me fui a Barcelona con el objeto de visitar el templo. A pesar del gentío, sentí una enorme paz en su interior. Su armonía, originalidad, amigable dimensión, profunda religiosidad, equilibrio entre lo moderno y la tradición, y amor por la naturaleza, me sobrecogieron de verdad.
Al tiempo, me venían a la cabeza las palabras de Tusquets: un poco más, y esto hubiera dejado de ser una realidad. La “película” que utilizaron para intentar parar las obras fue que no se sabía lo que Gaudí quería hacer de aquel templo, ya que las maquetas se habían quemado. Era una “película” mala, como se ha visto más tarde. La inteligencia de “la inteligencia”, pues, no era tal. Películas erróneas de la izquierda. Felizmente, no les hicieron caso.

A veces, algunas películas son simples ganas de ser original, pero como solía decir el propio Gaudí: “para ser original hay que volver al origen”. Si alguien deseara entrar en la vida del arquitecto, puede leer el libro de Gijs van Hensbergen, un libro altamente recomendable.

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Se ha publicado un libro que aborda por primera vez con una gran extensión la obra de Reagan, considerado como un gran presidente hoy en América, al igual que Truman o Clinton. Su título, “President Reagan: the Role of a Lifetime”, de Lou Cannon. Al comienzo de su mandato, Reagan decía que la administración no era la solución, sino el problema, y que en consecuencia, había que recortarla drásticamente. Sin embargo, de decir esto y que había que gastar menos, pasó al final de su período a triplicar el déficit que encontró. Películas erróneas de la derecha; no ha existido, hasta ahora, rectificación alguna por parte de los republicanos.
Esta actitud de “hacerse películas” como orientación previa a la hora de analizar los problemas, las cuestiones y las realidades nos trastorna por completo. Me encanta esa expresión de los jóvenes cuando utilizan esa expresión de “qué películas te has montado”… Cuando hoy escucho a algunos, pienso nuevamente en las “películas” que las personas nos montamos, y en los intereses reales ocultos, siempre personales, y del mal que estas películas pueden ocasionar, empezando por nosotros mismos.
Y hablando de “películas malas”: ¿quién defiende hoy las en otro momento mágicas 35 horas?… ¿No fue aquello una “película” más, de la que se beneficiaron los trabajadores con más capacidad de presión, en perjuicio finalmente de las empresas, de las condiciones laborales de los jóvenes y de la economía europea futura en general?… A la vista de lo ocurrido, ¿hay hoy alguien que lo defienda, más allá de los trabajadores del sector público, que fueron los auténticos beneficiados?… Cuando leo en autobuses lo de “Universidad Pública, la Nuestra”, suelo pensar: ¿no será más bien la de algunos pocos?… Películas malas.

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“The Economist” dedica una editorial y un reportaje a los trabajadores del sector público y a sus sindicatos. Su tesis es doble: el sector público es un mundo profundamente conservador, sobre el que es preciso efectuar un trabajo que no es tanto de recortar costos sino, mejor, de racionalizar su trabajo. Se trataría simplemente de exigir a los trabajadores públicos lo mismo que se exige al resto de trabajadores. Nada más. Hay datos elocuentes a propósito de sus condiciones de trabajo: menos horas, más pensiones, más vacaciones y menor responsabilidad. En consecuencia, menor productividad. No es casualidad que, mientras el papel y representatividad de los sindicatos haya disminuido en las empresas de todo el mundo, por el contrario, y al tiempo, se haya incrementado su representatividad en la administración, la de un país y otro. ¿Cómo se entiende que, estando mejor, los trabajadores de la pública demanden todavía más apoyo sindical?… ¿Cómo estando, por poner un ejemplo, los controladores en la situación en la que estaban, siguieran demandando más y más?… Hay quien sacará a colación los derechos adquiridos, pero si ese argumento fuera válido, hubiera sido imposible acabar con los privilegios de la nobleza en etapas anteriores. Aquellos también eran derechos adquiridos.
Mi respuesta es que nuestra ansia de seguridad, una de las peores películas que las personas nos montamos, es insaciable y peligrosa. No es ya solo que algunas demandas sean finalmente inasumibles, sino que no hacen bien ni a las propias vidas de los beneficiados. Echando la vista para atrás, pienso lo bien que me ha venido en el pasado, al menos en mi caso, la inseguridad para poder así crecer, innovar y asegurar luego mi propio futuro. Pura experiencia personal. Así como es angustioso vivir al día, creo que es también angustioso vivir tratando de tenerlo todo agarrado y asegurado. En el fondo, es vivir sin entender nada. Vivir en la falsedad. La vida es todo menos seguridad. Si pasas de exigir seguridad a dar las gracias, la vida cambia de sentido. Hay un equilibrio necesario entre seguridad y riesgo, que depende de cada persona, pero que es fundamental para vivir equilibradamente. Y la prueba del nueve es el absentismo en el trabajo y la “felicidad” de los que acumulan.

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Y hablando ya no de películas malas, sino de películas buenas, no puedo dejar de mencionar “De dioses y hombres”. Emocionante, por muchas razones. Es un ejemplo de buen discernimiento. Es interesante cómo cambian sus semblantes de principio a fin en la película: de la alegría inicial en sus vidas, la tristeza de la desesperación y el miedo luego, hasta la sonrisa que les acompaña a algunos de ellos tras tomar la decisión de quedarse. Es la expresión de que pudiendo haber dos “racionalidades”, y eligiendo en apariencia la más arriesgada, no por ello dan la impresión de estar locos, sino más bien perfectamente centrados y serenos. ¿Por qué digo que la suya es una película buena?…Porque se sabe que van a la muerte, y posiblemente a una muerte cruel, y sin embargo, generan en los espectadores, además de un sentimiento de solidaridad, una admiración profunda: “eso es una vida auténtica”, venimos a decir, casi sin darnos cuenta, al salir de la sala de proyección.

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Aprovechando el tiempo maravilloso, me fui a pasear por la Sierra de Andia. Desde lo alto, pude ver nuevamente las nubes que tapaban algunos de los valles que se hallaban ante mí. Y me dí cuenta que, en lugar de nubes, podría haber dicho “películas”. Me vino la sensación de que todo lo que ambiciono lo tenía allí, delante de mí, a mi disposición, con tal de que no me volviera loco, no me montara “películas”, y no empezara a buscar las soluciones allá donde nunca las voy a encontrar.
¿Ha pensado alguna vez cuáles son sus películas?… ¿Y cuáles de ellas son buenas, y cuáles malas?…. ¿Vd. puede también llegar a decir: cómo pudimos equivocarnos tanto?”…. Yo desde luego sí; lo explicaré en las Memorias que nunca escribiré.

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