Eugenio Ibarzabal

Escriba su legado

Publicado por el 17 Mar 2017

En más de una ocasión he pensado: cómo me hubiera gustado recoger, junto al testamento de mi padre o de mi madre, un legado de unas cuantas páginas en el que quedara reflejada su vida, sus lecciones importantes, sus fechas claves, los acontecimientos que les marcaron, el recuerdo de sus padres, los libros y personas que les influyeron, algunos secretos, determinadas historias íntimas, aquello que más les hizo disfrutar o sufrir en la vida. Fue en parte por esa razón que escribí “Días de Ilusión y vértigo. 1977-1987”.

Me dije a mí mismo: que los que me sigan hagan luego lo que quieran con ello, pero tengo la obligación de escribir lo que me vino bien y lo que no, lo que me ayudó y lo que no, lo que mereció la pena y lo que no mereció pena alguna, digan otros luego lo que quieran decir.

Y que al menos por mí no quede.

Si a la persona que en este momento me está leyendo le hubiera gustado también disponer de ese legado, tal vez piense que los suyos también echen en falta algún día tener entre sus manos el suyo. Este puede ser un buen momento para escribirlo. Ahora tiene tiempo. Y aún recuerda lo fundamental. Tiene en la mente tres o cuatro acontecimientos que le gustaría transmitir. Podría escribir así, aunque breves, sus propias Memorias.

Es posible que considere que tiene algo pendiente por decir, tal vez porque hasta ahora no se ha atrevido a hacerlo, porque nunca fue el momento oportuno, porque no sabe bien cómo hacerlo.

Si ésta última es la verdadera razón, le puedo ayudar. Sé escuchar. Me gusta escuchar. Puedo preguntar, ordenar y escribir. Lo he hecho ya en muchas ocasiones.

Será algo entre Vd y yo. Podemos pactar el lugar, pero le recibiré muy a gusto en mi casa, en Obanos, Navarra, un lugar de silencio en el que se sentirá en paz.

A los días recibirá su legado, que será suyo y de nadie más. La confidencialidad por mi parte será absoluta. Luego decidirá qué hacer con él. Acompaño un video en el que se me ve impartiendo una charla sobre “El Arte de Escuchar”. Si le interesa, no dude en ponerse en contacto, pues también a mí me interesa su legado.

Inma Shara: «El éxito está en la firmeza interior. En caso contrario, ni vives ni dejas vivir»

Publicado por el 30 Ene 2017

La veo acercarse desde lejos, y la observo mientras ella trata de identificarme entre el grupo de gentes que se agolpan a la entrada del lugar en el que nos hemos citado para conversar. Parece tener frío y contemplo el beige, el color que ha elegido para su abrigo y sus zapatos, dotados de unos tacones que la alzan hasta obligarme a mirarla aún con más respeto. Tan solo el bolso rompe el color dominante, pero muy pronto me doy cuenta de que está también a juego. La imaginaba con el pelo más largo. Todo está en su sitio, pensado y bien administrado, hasta el tiempo que me va a dedicar antes de que marche a la siguiente cita de ese día: el apoyo a una ONG. Parece de porcelana, frágil y vulnerable, pero muy pronto advertiré que si algo la caracteriza es que resulta difícil romperla, pues dispone de una voluntad de acero.
Le pregunto por ese día especial en su vida.

– El 10 de diciembre del 2008, en el que estuve en el Vaticano dirigiendo la Orquesta alemana de Francfort. Un sueño hecho realidad. Una conquista. Había que haber abierto antes muchas puertas para lograr estar allí. Lo viví como un regalo sublime, porque no solo sonaba Mozart, sino que había también acordes de esperanza y de ilusión. Era el concierto de celebración del Sesenta Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.

Y más siendo creyente. ¿Qué significa lo religioso para ti?

– Es un pilar como lo es la música. Un código de circulación ético del que se desprende un camino, y que, en mi caso, concede la serenidad y la armonía. Como artista intentas ser grande en el escenario, pero como persona eres muy débil. Me da solidez para orientarme, al menos, sobre lo que no quiero. Me hace sentirme cómoda, éticamente hablando.

¿Has tenido crisis?…

– Siempre se tienen. Por ejemplo, de agotamiento, de ciertas dudas. Pero hay que aceptarlo como parte de la condición humana. Intento que no haya altibajos. Tomo una decisión y soy firme a la hora de llevarla a cabo. He sido educada en el valor del esfuerzo, del trabajo. Y no hay nada baladí. Al final, la música también es un ejercicio atlético donde los acordes principales son el esfuerzo, la capacidad de sacrificio. Es decir, que al músculo que prepara la música, que es el cerebro, hay que prepararlo y educarlo. No puedes memorizar una obra si no hay una preparación previa. No soy alguien que analice el esfuerzo que suponen las cosas. Si sé que algo no es bueno o que no se deprende el resultado que deseo, no me detengo a pensar en ello. Trabajo incansablemente para conseguir aquello que considero importante. Si luego hay cansancio detrás no me importa; considero que es necesario. No me pregunto por lo negativo de las cosas. Soy muy firme para decir: esto no.

A primera vista, pareces la chica que nunca ha dado disgustos a sus padres.

– Soy muy equilibrada. Si algo incomoda a alguien del entorno, busco caminos alternativos. Siempre he creído que se puede obtener el mismo resultado sin herir a las personas.

A veces en la vida hay que enfrentarse, pero algo me dice que odias la confrontación.

– No me siento nada cómoda en la confrontación. Para nada. Siempre hay que apelar al sentido común. Si no encontramos ese acorde que armoniza, pues ya está. Ni uno es mejor ni el otro peor. ¿Quién soy yo para juzgar?

No te rías por lo que te voy a decir, y menos tomarlo a mal, pero la impresión que me das es que eres una mujer fácil. No tiene que ser difícil convivir contigo.

– Intento entender todos los entornos, pero también soy muy firme en mis principios. Es muy difícil que a mí me cambien. Para bien o para mal, he bebido de unas fuentes, tengo una visión sobre la vida en general y sobre la música en particular, e intento ser coherente con ella. Pero también intento escuchar. No miro, observo.

¿Y esto se aplica también a tu trabajo con las orquestas?

– Llevo quince años trabajando con orquestas y no he tenido nunca una confrontación. Somos herramientas de la música, por y para la música, transmisores de sentimientos. Lo primero es la música, no nosotros ni nuestro egoísmo. A partir de ahí todo se hace más fácil, incluso para uno mismo. Con una concepción más amplia de la vida sufres menos.

Es decir, ese posible mal rato no te compensa.

– Tengo un camino, y ese camino lo tengo claro. Amo la música y estoy obsesionada por la música. Y voy a los escenarios porque adoro el contacto con el público. Pero aparte de eso, soy una persona que necesita bien poco para vivir. Soy social, pero introvertida. No comparto redes sociales. Estoy muy anclada a mi tierra. La necesito para alimentarme.

Deduzco que tienes una voluntad de hierro.

– En todo. Si algo es malo per se, no hay que preguntarse porqué. Es malo y ya está. No hay que perder el tiempo en debilidades humanas. Mañana otra cosa, y así todos los días. Es firmeza interior, y saberse una privilegiada. ¿Sabes por qué el ser humano es débil?… Porque siempre añoramos lo que no tenemos. Basta con poner en valor lo que tenemos, que es mucho. Solo quiero que la gente salga emocionada de mis conciertos. Porque la música es un sueño, un parón en la vida, que incluso en sus acordes más dolorosos nunca es un dolor real.

Trabajas en un mundo con gentes de un ego enorme. Hablas de la música como algo que hace bien, pero hay músicos que harán mucho bien pero no parece que la música les haya hecho mejores.

– Totalmente de acuerdo. El ego es primero una inmadurez, segundo una limitación, que la sufre el propio individuo, porque no le permite ver más allá. Supone una pelea interior que no estoy dispuesta a compartir, alimentar y mucho menos practicar. He aprendido a convivir con los egos de los demás, y además me hacen hasta gracia. Si eres firme, se destruyen muchos egos mirando a los ojos de las personas.

Antes he dicho que eres una mujer fácil. Ahora lo completo: eres también peligrosa. En especial para los soberbios.

– Saber lo que no quiero me da alas de libertad, de serenidad. No aspiro a grandes cosas. Me basta con que siga sonando el teléfono.

Y si algún día el teléfono dejara de sonar, ¿qué sucedería?…

– Tendría que aprender a convivir con ello. Disfruto y amo la vida y esto me ha dado herramientas, con las que, si eso llegara a producirse, creo que sería capaz de encontrar alternativas a ese silencio.

¿A qué le tienes miedo?

– Al futuro, a la enfermedad, a la falta de trabajo, a la inseguridad. Vivo concierto a concierto. Pero esto es también un reto. El concierto de hoy se acaba. Mañana es un nuevo público que hay que conquistar con la misma fuerza porque queremos que nos vuelvan a llamar. Es un agotamiento mental y físico, pero también es un reto apasionante. Lo importante es el reto. La magia de la música es que nunca la terminas de atrapar del todo. Siempre quieres más. Hasta que acaba el concierto no respiras y cuando acaba el concierto dices: por qué no habré respirado más.

Habrás tenido que desarrollar una enorme capacidad de visualización cuando preparas una partitura.

– Tengo una gran memoria óptica, una gran capacidad de concentración y de abstracción. Cuando convivo con una partitura empiezo de lo general a lo particular. Interpreto el concierto en mi mente miles de veces antes de llegar al momento de la verdad. Aunque sea a tres meses vista, celebro ese concierto todos los días previos. Son las herramientas para gestionar el directo. Has creado mentalmente una fantasía. Luego necesitas concretarla con la orquesta. Son dos piezas que tienen luego que encajar: lo que tienes en la cabeza y la realidad acústica de la orquesta que ha de llevarla a cabo. Hay que lograr una respiración común, una perfecta simbiosis.

¿Te arrepientes de algo?

– No. Si volviera a nacer la pluma trazaría las mismas tonalidades. A veces me gustaría ser más vital, aunque lo soy a mi manera. Vivo la vida desde la serenidad, la armonía, y observo a personas que son vitales con el día a día y con cosas que son tan insignificantes que no las compartiría, aunque respeto de verdad. A veces pienso que vivo en una cápsula, pero es que la autodisciplina me da seguridad y armonía. No tengo capacidad para ser irresponsable. Mi mente bloquea todo aquello que no controla y que piensa que me pueda incomodar. Y cuando más conoces las notas de la vida, todavía te hace ser más prudente. Tal vez sopeso demasiado las cosas. Pero lo mío es un sopesar amable. Dicho eso, me gustaría disponer más tiempo para los míos.

Y todo esto te ha ido bien. Ese es tu legado. Gracias a esa actitud has llegado hasta adonde has llegado.

– Pues sí, pero quiero también decir que el éxito no son los focos, no es la percepción de los demás. No es una crítica positiva ni negativa. El éxito no es una valoración exterior. Porque eso puede no ser algo objetivo. Vivimos en un mundo donde predomina el destruir por destruir. El éxito está en la firmeza interior de la persona. En caso contrario, ni vives ni dejas vivir. Y entender el fracaso como una debilidad humana que nos fortalece. No como un punto y aparte final.

Si para dirigir una orquesta, es necesaria la técnica, el movimiento del cuerpo y la capacidad para transmitir sentimientos, ¿qué porcentaje de importancia adjudicas a cada cuál?…

– La técnica y el movimiento son necesarios para la transmisión de los sentimientos por parte de un director, que al final es lo fundamental. En todo caso, a la técnica le daría un 20%, al movimiento corporal un 30% y a la capacidad de transmitir sentimientos un 50%.

Definitivamente, para mover hay que conmover.

Una vida.

– Directores: Leonard Bernstein, porque era pasión, y Sir Colin Davies, porque era un gentleman.

– Aficiones: la lectura (“La Rebelion de las masas”, de Ortega, o “El Sueño de Africa”, de Javier Reverte) y la naturaleza.

– Música: Además de lo clásico, las grandes voces: Barbara Streissand o Frank Sinatra.

– Personajes: Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, o su abuela materna, por razones diferentes.

– Un lugar: Amurrio, siempre Amurrio.

Reencuentro con Xabier Lete

Publicado por el 16 Ene 2017

Me ha ocurrido algo hermoso. Escribí en “Días de ilusión y vértigo” que me faltó despedirme de Xabier Lete, y mira por dónde un amigo me acerca ahora un libro que lleva por título “Xabier Lete. (Auto)biografia bat”. A través del libro he logrado mantener con Lete la conversación que nunca pude llevar a cabo en vida. He podido escuchar su pensamiento de los años previos a su muerte. Y me he mantenido en silencio, subrayando frases, observando el impacto que generaban en mí. Me ha parecido que, por mi parte, nada tenía ya que decir. De estar presente, hubiera asentido, pedido que repitiera alguna de esas frases, anotado mis sentimientos y preguntado para comprobar si le había entendido bien o no.

Simplemente eso.

Cuenta Xabier que, estando al borde de la muerte, un sacerdote amigo, Juan Mari Lekuona, sin ser él consciente del todo, a petición de Lourdes, su mujer, le dio la extramaunción. A los días, no se sabe bien cómo, pareció revivir. El sacerdote volvió luego para preguntarle si no había sido una intromisión en su vida. Lete le contestó que no solo no lo había sido, sino que le agradecía haberlo hecho. Ahora la cuestión era cómo seguir, qué hacer. Lourdes le preguntó si había rezado en aquellos momentos tan terribles; Xabier contesto que sí. Entonces ella le respondió algo definitivo: “si has rezado es señal de que crees. Yo también lo he hecho, y a partir de ahora no pienso quedarme muda”. Lete asintió. Acababa de descubrir algo que cambiaría su vida: el poder del sufrimiento. Luego ya no haría, a tenor de sus confesiones, más que seguir dicho camino hasta el momento final.

Confiesa también cómo, al hablar del sufrimiento y del cambio que había operado en su vida, tuvo que aguantar esas respuestas fáciles que hacen referencia al “masoquismo”, como si bastara no hablar del sufrimiento para poder evitarlo. Supongo que no tuvo ocasión de hablar con muchos de lo que de este modo estaba aprendiendo.

Felizmente Lourdes estaba allí, compartiendo esos momentos en los que el sufrimiento les enseñó a los dos la verdad de cómo realmente somos, la verdad de qué va todo esto. Porque de sus palabras no se desprende que su vuelta a la fe fuera consecuencia de una mera búsqueda de consuelo, sino más bien un descubrimiento de caminos de realización insospechados antes para ambos.

La palabra clave es descubrimiento.

Algo había estado cubierto hasta entonces y la enfermedad sirvió para desvelarlo, observar lo que allí había y aprender a vivir de otro modo. A la vista está que él hubiera dicho que aprendió a vivir mejor, es decir, más intensamente, más radicalmente, más humanamente de lo que había vivido hasta entonces. Y esto se plasma en la relación con Lourdes, que hasta ese momento había sido todo menos fácil. Al escucharle uno siente la atracción hacia alguien que está asentado, tocando con naturalidad lo que hemos estado buscando a lo largo de toda nuestra vida. Él lo había encontrado. Y lo que le faltó hasta ese momento, vino a dárselo el sufrimiento. De este modo, lo vivió todo.

Me ha venido al recuerdo otro poeta, Höderlin: “cuanto más sufre un hombre, tanto más profunda se hace su fuerza”. Creo que Xabier hubiera estado de acuerdo con Höderlin cuando éste decía: “solo reconozco lo que florece; lo meditado ya no lo reconozco”. Basta ya de reflexionar sobre el sentido de la vida, vivámosla, diría, tal y como ella se nos muestra a cada momento.

Es curioso: treinta años después Lete y yo nos volvemos a encontrar a través de un libro, que recoge sus pensamientos sobre un tema y otro, sin añadir nada. Tan solo una recopilación ordenada, dejando que el personaje hable por sí mismo, sin interrumpirle ni interpretarle, dejando al lector que dialogue consigo mismo a la luz del eco que generan sus palabras. Nada más.

El libro solo es accesible hoy para los lectores en lengua vasca. Merece una traducción. Serían muchos los que se aprovecharan de semejante experiencia vital, contada con una sinceridad aplastante. Al igual que con Lete, se podría hacer también con otros.

El libro contiene una sorpresa final. En este mundo de soberbios el autor del libro no ha creído oportuno mostrar su nombre en la portada. Como si no hubiera querido interrumpir el diálogo entre Lete y el posible lector. Hace y desaparece. Qué hermoso. Una lección de humildad poco habitual.

Pero yo lo voy a decir aquí. Se llama Inazio Mugika Iraola, y es también el amigo que, sabiendo mi historia, me regaló el libro que me ha permitido cerrar por fin una parte de mi vida que tenía pendiente.

Días de ilusión y vértigo. 1977-1987.

Publicado por el 14 Nov 2016

Está ya en imprenta un nuevo libro. Lleva por título “Días de ilusión y vértigo. 1977-1987”. Pronto estará en las librerías y también en su versión digital. Lo publica la editorial Erein. Son unas memorias de aquella época. Mis amigos me han escuchado decir que no lo haría, pero finalmente lo he hecho. Alguien me dijo: si no lo escribes ahora, te arrepentirás después.

Se habían cumplido los cien años del nacimiento de Mitxelena. Primero pensé en hacer un simple Epílogo, pero el epílogo se convirtió en un libro de quinientas páginas. Ha habido más de un momento doloroso, pero finalmente he quedado en paz. Me alegro de haberlo escrito. He visto mejor unos años que tenía colocados entre dos oscuros paréntesis y que me costaba remover.

Entrevisté a Koldo Mitxelena a lo largo de dos semanas, en el verano de 1977, y de esa conversación salió un libro y una estrecha relación posterior entre los dos. Diez años más tarde, Mitxelena fallecía y yo abandonaba el puesto de portavoz del Gobierno vasco.

Con el transfondo de esa relación, he narrado mi historia a lo largo de aquellos diez años, en el que se produce la Transición en el País Vasco, la negociación constitucional y estatutaria, el ambiente previo al 23 F, los intentos de negociación con ETA militar, la disolución de ETA político militar y la escisión en el PNV. «Días de ilusión y vértigo, 1977-1987» es un testimonio elaborado a partir de mis experiencias, vivencias, escritos, diarios, documentos y entrevistas efectuadas a lo largo de esos años.

Ayudan a completar la historia el retrato de personajes como Julio Caro Baroja, Xabier Lete, Lezo Urreztieta, Xabier Arzalluz, Carlos Garaikoetxea, Luis M. Retolaza, Emilio Guevara, Juan Ajuriagerra, Manuel de Irujo, Alberto Onaindia, Matilde Martinez de Ilarduya, el Conde Ciano, Manzini, Jesús de Solaun, Jose Antonio Agirre, Pepe Mitxelena, Franco Ferracuti, Gregori Lizarralde, Iñaki Esnaola, Pío Montoya, Telesforo de Monzón, Jaime Mayor Oreja, Txomin Iturbe, Eugene Goienetche, Luis Olarra, Nestor Basterretxea, Bitxori Etxeberria, Ramón Labayen, Ildebrando Antoniutti, Juan Carlos de Borbón, Luis Alava, Ricardo García Damborenea, Juan Astigarrabía, Jon Idigoras, Mario Onandía, Juan José Rosón, Jaime Ignacio del Burgo, Iziar Mugika, Amadeo Marco, Juan Luis Cebrián, Javier Pradera, Joxe Arregi, Eduardo Moreno Bergaretxe “Pertur”, Txillardegi, Picasso, Jose María Ucelay, Ignacio Barriola, Raymond Aron, Paco Miangolarra, Federico Krutwig, Jorge Oteiza, Itziar Carreño, Pat Dyer, Eduardo Chillida, Txiki Benegas, Carmen Baroja, Ramón Piñeiro, Sabino Arana, Petra Kelly, Roman Sudupe, Felipe Gonzalez, Juan Mari Ollora, José Miguel de Barandiarán, “Aitzol”, Alfonso Sastre, Eva Forest, el Cura Santa Cruz o el bersolari “Xenpelar”.

Días de ilusión y vértigo es también un libro sobre la amistad, es decir, sobre el entendimiento, la compañía, la complicidad y la solidaridad, pero también sobre la ruptura, el abandono, la soledad y el descubrimiento de su inexistencia.
Es, asimismo, un libro sobre el despertar de las personas que conlleva el descubrimiento del amor.

Los escritores necesitamos historias. Pensé que bien valdría probar con la mía, una historia elaborada a través del encuentro con otras muchas y diferentes vidas, a la que he tratado de ofrecer emoción, en ocasiones humor, sobre todo sinceridad, y que desvela algunos acontecimientos desconocidos hasta este momento.

Un bandazo llamado Trump

Publicado por el 09 Nov 2016

1.- Qué difícil es hablar con propiedad de las decisiones que puedan llegar a tomar los ciudadanos de otro país. La sorpresa confirma, por principio, que no sabemos lo que merodea por sus cabezas, muy a pesar de ser millones. Una conclusión es, pues, lo poco que sabemos de los demás. Y lo poco que saben los que creen y dicen saber.

2.- Lo que no obsta para que juzguemos y opinemos, cuando lo cierto es que lo que juzgamos y opinamos sobre los demás importa muy poco a los que realmente toman las decisiones. Al final, vamos a la cabina de voto y elegimos lo que nos da la gana, por nuestras propias razones y sin que tengamos la obligación de justificar nada. Allí y aquí.

3.- El resultado pone en duda, una vez más, las teorías conspirativas que tanto nos atraen. Al igual que ocurrió con el Brexit, todos los “poderes fácticos”, de cualquier tipo, apoyaban a Clinton. Alguien habría dicho que finalmente se impondrían los mercados, la banca, los grandes medios de comunicación, las finanzas, lo que sea. Pues no. Es más, es posible que sea precisamente por su apoyo por lo que Hillary ha perdido, pues quien de verdad ha resultado derrotado es el llamado “establishment”. Clinton era su representante.

4.- Ayer escuché a Michael Moore decir en el informativo de “Channel Four” que son las clases medias las que iban a votar a Trump, clases medias que se consideran a sí mismas que han dejado de serlo para descender un escalón definitivo. Es decir, que no es precisamente el voto de los ricos y de los beneficiados de la crisis, sino al contrario, gentes que, finalmente, terminarán votando a un multimillonario. Curioso, ¿o no? Algunos dirán que es contradictorio. ¿No será que nuestros esquemas al juzgar comportamientos se han quedado un tanto obsoletos?

5. Escuché decir a más de uno que los norteamericanos iban a votar entre lo malo y lo peor. ¿Qué es entonces lo bueno? ¿Somos nosotros los buenos? ¿Los progresistas? ¿La izquierda radical? ¿Por qué hablamos de moral cuando en realidad tan solo proyectamos nuestros gustos y prejuicios ideológicos?

6. Más aún cuando resulta que hay tantas coincidencias entre la izquierda radical y lo que piensa Trump. ¿No es un buen ejemplo el total acuerdo mutuo al rechazar los posibles acuerdos de libre comercio entre Europa y EEUU? O el repliegue y aislamiento norteamericano en la política internacional O la protección a cara de perro de los intereses de cada cual…¿Alguien recuerda a la izquierda de Valonia? Muchos progresistas tienen, pues, razones para celebrar la llegada de Trump. Les guste que se les recuerde o no.

7.- La inmigración no puede ser tratada con la simplicidad que en ocasiones se trata. No basta con denunciar la pretendida falta de generosidad. Los que piensan lo contrario no hacen sino lo mismo: denunciar los pretendidos excesos. Para avanzar no hay otro camino que no despegarse demasiado de lo que de verdad piensan las gentes; pero de todas, las que piensan de una manera y las que piensan de otra. La única palabra adecuada en este momento es moderación y delicadeza, pues, de lo contrario, tarde o temprano, se producen bandazos.

8.- El tiempo pondrá las cosas en su sitio, pues todo es cíclico, y también lo es Trump, aunque no cabe la menor duda de que, en un primer momento, los cambios pueden ser importantes, fundamentalmente porque creerá (y no sin razón) que ha sido él solito quien ha ganado, contra todos y a pesar de todo. No será fácil pararle, con ambas Cámaras en manos de los republicanos. Pero la realidad se impondrá.

9.- No se trata ahora de criticarle y denigrarle. Ya lo hemos hecho y no ha servido para nada. Ha llegado para quedarse. Lo fundamental es que nosotros, en nuestras respectivas casas, no perdamos también los papeles. Toda moderación es poca. No es lo que nos gustaría, sino lo que toca hacer. Quien se crea ejemplar que levante la mano.

10.- Hay quien dice: no lo entiendo. Yo tampoco. ¿Y qué más da?…
Mañana vienen elecciones en Francia, Alemania y Holanda. Ahora solo se trata de observar, cultivar nuestro propio jardín y dejar de creernos mejores que los demás. Porque no lo somos.

Dicho lo anterior, también diré que no soy de piedra: reconozco que estoy muy triste, más incluso que el día posterior al Brexit. Esperaré unos días para hablar con mis amigos americanos. No quiero ni imaginar lo que en estos momentos estará pensando por sus cabezas.

En todo caso, no olvido que los Clinton estuvieron invitados a la última boda de Trump, que éste dio en su momento dinero para la campaña de Clinton, y que hay quien pensaba que Trump era un submarino de Clinton entre los republicanos con el único objetivo de favorecerla.

Eduardo Anitua. «Lo que hacemos por los demás nos hace crecer; lo que hacemos por nosotros, nos aísla de los demás»

Publicado por el 07 Jul 2016

Eduardo es, ante todo, un hombre generoso, leal, amigo de sus amigos: “los amigos son para hacer uso de ellos”, suele decir; es por eso que se deja usar tanto por los suyos. Entre sus influencias, se observa una mezcla de familia del padre, ingeniero, hombre práctico, y de la de su madre, creativa, no en balde es sobrino del escritor Ignacio Aldecoa. Eduardo es un visionario, en la mejor acepción de la palabra.

Le atrapo un domingo por la tarde, en su clínica, recién venido de Méjico. Muchos dirían, de conocerlo, que su ritmo de trabajo es muy poco envidiable, pero pocas veces he conocido a alguien que sonría con mayor facilidad y que demuestre más pasión por lo que hace. Dice lo que hace y, me consta, hace lo que dice.

Un momento que marcó tu vida, un antes y un después…

– Sin duda, la muerte de mi padre. Tenía 17 años. Puedo decir que murió en mis brazos. Estuve todos los días finales a su lado, pendiente. Su muerte me convirtió en adulto en un instante. Me di cuenta de algo que a esos años no se advierte, y es que la vida tiene un final, que no elegimos ni el momento ni el modo, y que hay que adaptarse a ese final, y no al revés; asumir responsabilidades y el deber de hacer cosas en esta vida.

Has dicho adaptarse a la vida.

– Sí, soy absolutamente positivista. Saber ver el lado positivo de las cosas, incluso en el caso de una enfermedad. Esto es algo bueno, sacar el pesimismo de la vida, porque el pesimismo es una enfermedad. Mata en vida y el positivismo es lo contrario: da vida.

Hacer cosas es, pues, un deber para ti, decías.

– Ya que estamos aquí, que sirva para algo. Me queda del colegio aquello de que “por sus hechos los reconoceréis”. No por lo que decimos, sino por lo que hacemos. Es la parábola de los talentos, y me gusta lo de los talentos, porque la frase tiene así aún mucha más fuerza. Significa desarrollarlos para los demás. Lo que hacemos por los demás nos hace crecer; lo que hacemos por nosotros, nos aísla de los demás.

– Uno te expande y el otra te atrofia.

– Y es por eso que me preguntaba, y me pregunto siempre, ¿qué puedo hacer yo bien? ¿Para qué sirvo? Y tratar de apasionarme con lo que puedo hacer bien.

Y de ahí la medicina.

– La primera percepción fue que la medicina era algo duro, y muy pronto me llega la asunción de que es para siempre. Como un sacerdocio. No hay vuelta atrás. En todo momento eres médico, en todo momento eres responsable. Luego viene la especialidad, pero antes la necesidad de incorporar un montón de conocimientos, aprehender cómo funciona el cuerpo humano. Darte buena cuenta de lo más básico. Y a partir de ahí… el universo.

¿Y para qué sirves?… ¿Qué respondiste finalmente cuando te preguntaste qué sabes hacer bien?…

– Sé trabajar en equipo, sumar, aglutinar talento. Cuando se vertebra, sale algo diferente, mejorado, que va a trascender, y el fruto final es labor de esa interacción.

Operas e investigas.

– Son vasos comunicantes. Cuando operas e investigas consigues una visión diferente de alguien que solo tiene una visión quirúrgica. Operas de manera diferente. Es mucho más exigente, porque dispones de una visión más holística, más universal.

Y para poder investigar, te viste obligado a crear tu propia empresa.

– Es un proceso. Estudias, te conviertes en un cirujano, te haces dentista, trabajas más y más, y, sin que te des cuenta, eres un empresario, porque has generado una pequeña empresa. Y al principio te cuesta asumirlo. Piensas que no era lo que tú andabas buscando. Pero también te das finalmente cuenta de que no puedes estar en proyectos importantes si no hay flujos de conocimiento y un retorno económico que lo haga sostenible. Y más desde Vitoria, y desde el País Vasco, un lugar que no existe para la ciencia y que no es sino un trocito de un barrio pequeño del mundo.

Eres, pues, un médico y un investigador por vocación. ¿Vives la gestión de la empresa como una carga?

– No me atrevería a decir como una carga, más bien como una situación inevitable. Y llega un momento en que, al igual que a propósito de tantas otras cosas que no sabes, tienes que confiar. Debes confiar en otros. Soy un simple palillero de platillos chinos.

A veces es canso.

– Sí, pero apasionante. Me resulta inasumible no desarrollar investigaciones con ideas que pienso que son razonables y brillantes para la humanidad. Y sigues pedaleando. Es un Tour de Francia constante. Hay veces que me digo: hoy no toca sino dar pedales.

¿Cuál es tu clave para poder aguantar el ritmo de vida que llevas?

– Mantener la calma es la clave de la existencia. El fin es la paz, que al mismo tiempo se comporta, es curioso, como un extraordinario medio. Qué mejor fin que el camino se termine en paz. El privilegio de sentir paz profunda no lo cambias por nada. Entre ver el mar en calma y verlo enfurecido, no tengo ninguna duda que lo prefiero en calma. El mar en calma te permite adentrarte, el enfurecido te deglute. Lo mismo ocurre con las personas.

Siempre me ha llamado la atención la simplicidad con la que miras lo que tienes delante. A veces me pareces un verdadero niño.

– Tengo la curiosidad de un niño. Los investigadores somos las personas que hemos descubierto el niño que llevamos dentro y que se pregunta el porqué de las cosas, un niño que, felizmente, no madura. Para los investigadores lo único que cambian son los juguetes. Y es que la investigación no es aburrida sino divertida, aunque asumiendo una gran responsabilidad cuando está en juego la salud de las personas.

Eres consciente de que generas envidia.

– Tristemente. Vivimos en un país en que cualquiera que haga algo diferente, no genera admiración, sino envidia. Es incomprensible. Una de las enfermedades más graves de nuestra sociedad. Los que la padecen son personas absolutamente tóxicas, para su familia, para la sociedad. Ni hacen ni admiten que otros hagan. La única razón es que no quieren salir mal en la foto. Pretenden justificar su ausencia en la foto, su falta de protagonismo.

Otra enfermedad más, al igual que el pesimismo.

– El egovirus. No se ha encontrado un tratamiento contra este virus, el virus de la desgracia, que demuestra una profunda falta de solidaridad. Se trata de generar sospechas, hablar mal, que algo quede. Me ha hecho sufrir, ahora menos. La madurez y los años te ayudan. Pero si he decir la verdad, tengo que decir que me siento extraordinariamente querido. Son treinta cinco años en la consulta y encuentro con gentes de medio mundo. Y, por otra parte, cuando he recibido críticas gratuitas lo he agradecido, porque me he ido para arriba. He pensado que no es suficiente, que puedo hacer más. Solo puedo decirles, gracias.

Tú ves a las personas de una manera singular. No es solo que el más fanfarrón es un paciente para ti, sino que, además, como dentista, les obligas a estar con la boca abierta y sin poder decir nada por un largo tiempo. El único con derecho a hablar eres tú. Sé que es una pregunta demasiado general, pero, después de haber tratado a tantos, ¿qué piensas de los personajes a los que has tenido la oportunidad de conocer?

– Hay siempre personas detrás de muchos personajes. He tenido la oportunidad de hablar de tú a tú con personas que se han acostumbrado a una distancia al relacionarse con los demás. Pero pienso que las personas, en general, engrandecen a sus personajes. Hay más de lo bueno que de lo malo. En general son personas que han tenido visión, que han hecho algo distinto, y que, en muchos momentos, se han visto obligados a refugiarse en sus personajes. Ser personaje es muy complicado; pierdes el control de ti mismo y pasas a ser de todos. Todo el mundo cree saber sobre el personaje. Se olvida que detrás de ese personaje hay una persona que se acuesta y se despierta cada día. Rafa Nadal o Miguel Indurain, a los que conozco bien, han trascendido; sus logros personales son aún más importantes que los deportivos. Nos han enseñado cómo ganar, cómo perder, cómo retirarse, con humildad y con sencillez. Este mundo funciona gracias a que hay grandes personas. Y se nos desangra por esas personas tóxicas.

Has hablado de paz, no de felicidad.

– La paz es un estado de conciencia superior a la felicidad. Cuando siento paz siempre he sido feliz. Se puede estar en paz y ser feliz despidiendo a una persona para siempre, como ocurrió con mi madre.

Escuchándote, me da la impresión de que también vales para inspirar. Te veo muy cómodo cuando transmites en un escenario.

– La investigación la tienes que pensar, escribir, contar y transmitir. Te conviertes en un hombre multitarea. Y lo tienes que hacer en diferentes idiomas, con control de la escena y el escenario. Admiro mucho a José Mota o al Mago More, cuya amistad es un privilegio para mí, personas especiales y de las que he aprendido mucho.

¿Al final, qué es lo importante?

– La recompensa emocional. Pacientes que te dicen “gracias, doctor”. O una señora que ha sufrido tanto y que al terminar te dice: “¿le importa que le dé un beso?”… “Gracias por ser siempre para nosotros una inspiración”, me dijo una médico hace dos días en Méjico. Eso te desarma. Un regalo emocional que no tiene precio, pero sí un valor extraordinario.

Una vida.

– Doctor en Medicina y Cirugía, especialista en estomatología, dirige un equipo de cincuenta investigadores. Entre otros premios, Premio Nacional de Deporte 2015, Distinción “Lan Onari”, Premio Príncipe Felipe a la Innovación, Medalla de Oro de la Ciudad de Vitoria.

– Presidente y Director Científico de BTI, Biotechnology Institute, una empresa multinacional con una gran implantación en España, y una fuerte presencia internacional a través de sus filiales en Alemania, Italia, Reino Unido, EE.UU, México y Portugal. En la actualidad trabajan en BTI más de trescientas personas. Se invierte el cien por cien de los beneficios desde hace 28 años.

– Muy interesado por los hábitos saludables, como la alimentación, el descanso, el sueño, la actividad intelectual. “¡Qué pena que esto no lo supiera antes!”, afirma, “aunque aprendes más de los errores que de los buenos consejos”, concluye.

– Un error cometido: confiar en personas que no se lo merecían, haber sido utilizado.

– Una preocupación: no cree que estemos creando el mejor entorno para que nuestro país se desarrolle. Lo privado aquí es sospechoso.

– En su momento, campeón de España de esquí acuático.

CONTXU UZKUDUN: «Sé que a base de pelea se consiguen las cosas»

Publicado por el 10 Jun 2016

Son muchos los años que nos conocemos, en una relación en la que a ella le gusta aparecer y desaparecer. Casi siempre dirá finalmente que sí, pero no le costará tampoco responder que no si no quiere o no le apetece el plan que tú le propones. Sacará mil excusas, más o menos creíbles, apelando a que está cansada o de viaje, pero finalmente hará lo que tenía pensado hacer.

Eso sí, te lo dirá suavemente, se despedirá con una sonrisa y te dará esperanzas para otra ocasión, pero si se le ha metido entre ceja y ceja que no, puedes estar seguro de que va a ser que no. Todo ello dicho lentamente, ya digo, y escondido en un aire de una cierta fragilidad, que en realidad es lo opuesto a esta mujer. Tras el NO, uno termina por marchar, además, con un cierto complejo de culpabilidad por haber pretendido sacarla de su casa, estando tan cansada como estaba.

Con lo reflejado hasta ahora es fácil deducir que si algo caracteriza a Contxu es su independencia, su fortaleza y su poder de seducción para hacer en cada momento, finalmente, lo que le da la gana. A mí siempre me ha parecido admirable que siga ahí, cumplidos los setenta, al frente de un negocio tan complejo como es el de la moda, con un equipo trabajando con ella, y que hoy esté ilusionada porque, por fin, va a abrir una nueva tienda en San Sebastián.

Odia a los que, dentro de su sector, hacen ropa y dinero con la sangre de otros. Le pregunto por ese momento que marcó su vida.

– El día que entré en una tienda de moda, Seyla, en San Sebastián, para presentarme y ver lo que ellas hacían, y en la misma entrevista me dijera que “te voy a mandar cosas para hacer”. Fue un antes y un después. Tenía 20 años. Mi madre, que trabajaba, al igual que mi padre, en Michelin, cosía, y me obligó a aprender. Había, como en tantas, una máquina de coser en casa. Coser no me gustaba mucho, pero era lo que había. Esta tienda me puso en contacto con señoras de un buen nivel económico de San Sebastián, lo que me hizo dejar Lasarte, donde había puesto un taller con ocho chicas. Luego me ofrecieron alquilar un local en San Sebastián y abro un taller en esta ciudad. Hasta hoy.

Era el verano del San Sebastián de entonces: toros, fuegos artificiales y playa. ¿Se estimaba ir bien vestida?…

– Las diferencias sociales eran muy importantes. Para ellas, sí. Ahora ese afán se ha socializado mucho.

¿Cómo te definirías?, ¿qué es lo que eres exactamente?

– Soy modista. Diseñadora es algo muy serio. Una modista interpreta y un diseñador inventa. Diseñadores en el mundo hay muy pocos; tal vez no pasen de veinte. El diseño también es interpretación, pero partiendo de cero.

Le hago una pregunta que he hecho en muchos talleres: ¿quién crees que es el vasco más universal?… Ella duda, como todos, piensa tal vez en Elcano o en Ignacio de Loyola, pero luego a los dos se nos ilumina la cara al pensar en Balenciaga. La vuelta al mundo estará unida para siempre a Magallanes e Ignacio no es reconocido en el mundo protestante. Pero allí por donde vas surge la figura de Balenciaga. Y este ejercicio es muy bueno para romper esquemas, porque muestra que el vasco más conocido y reconocido mundialmente es un hombre de características poco habituales entre los propios vascos.

– Y era un hombre que, a la vez, valoró mucho el atuendo de su pueblo. En su indumentaria era muy vasco, sus chaquetas eran siempre de azul marino, algo muy de aquí, a pesar de ser un hombre sofisticado hasta el infinito. Usaba la boina con una cierta frecuencia en sus viajes. Mi primera maestra fue una de sus seguidoras, que había aprendido con él. Estuve seis años con ella.

¿Por qué te dieron trabajo desde el primer momento?… ¿Qué crees que vieron en ti?…

– Entusiasmo, por eso me mandaron gente. Y si me preguntas porqué me entusiasmaba te contestaré que por la creatividad. Cortar un trozo de tela y terminar haciendo un vestido tiene que mucho de creativo, y luego, que ese vestido tuyo le guste a esa persona es mucho. También el arte de vender tiene mucha creatividad. Se trata de cumplir las misiones que esa señora esperaba de esa prenda. Y a veces me aprovechaba de los gustos y deseos de esa persona: le decía que había visto esa idea de prenda en una tienda importante de moda, lo que no era verdad. Pero ella lo creía y se imaginaba llevando un vestido de una tienda que estaba de moda, con prestigio y además cara.

Y aprendiste a seducir…

– Se convirtió en parte de mi modo de ser, y tenía que serlo porque yo siempre he sido una chica pequeña y gordita. No tenía otra. Y las seducía para que, a su vez, ellas también sedujeran a otros con mi ropa.

Compramos ropa, pues, para seducir a otros.

– No siempre. No se trata de estar a la moda, una expresión no bien utilizada, sino que la gente consumidora de ropa se encuentra bien tan solo un mes con ella. Luego quiere cambiar. Antes la ropa duraba mucho más, o tenía que durar mucho más. Ahora no. Se cansan de la ropa. Luego hay gente que no se cansa de la ropa que lleva, que no cambia, que la hace durar, que estima la ropa de calidad. Unos y otros exigen algo muy diferente.

¿Tiene algo que ver con la seguridad personal?…

– Sí, claro. Con la ropa buscas algo fuera que no tienes dentro. No hay que olvidar que vistes para fuera; en el fondo, para seducir.

Y al cabo de los años, ¿por qué sigues?…

– Me gusta crear belleza. Todo tipo de belleza. Me gustan los espacios bellos, el mantel de un restaurante, la esquina de una casa. Sacrificaría algo de la calidad de una comida por una buena presentación de la mesa en la que voy a comer. Y no me interesa innovar por innovar. Todo tiene que tener un porqué. Dentro de casa o fuera.

Te has visto “rarita” en ocasiones.

– Siempre, y se me ha hecho difícil transmitir lo que pienso, lo que quiero y el porqué. A veces me veo muy rígida. Sé lo que quiero, y puedo ser poco tolerante.

Seductora, te relacionas bien con la gente, pero siempre hasta un cierto punto.

– No soy muy popular. Observo la envidia, y es por eso por lo que hay cosas de las que no hablo, por no herir. Y para que no me hieran. La envidia está muy dentro del ser humano. Y cuando yo empecé no era frecuente que una mujer trabajara por su cuenta, y menos que pusiera un taller. Muchas mujeres dejaban de trabajar al casarse. Era lo normal. Trabajar luego estaba mal visto. Pero yo quería trabajar y no quería hacerlo en una empresa. Quería despegar, quería hacer otras cosas, más allá de lo que había visto en casa. Hay también algo que me persigue: no me gustan las zonas de confort.

¿Qué has aprendido en casa?…

– La exigencia de mi madre y el buen humor de mi padre.

Desde fuera suena bien, pero puede llegar a ser muy incómodo vivir así, fuera de las zonas de confort…

– Sí, porque cuando conquistas algo ya estás en lo siguiente. Hay ventajas si consigues lo que quieres, pero para los otros, para los que conviven contigo, puedes no ser persona una fácil.

Eres una superviviente.

– Sí, así me llamo a mí misma. Sé que saldré, por un sitio u otro. Tengo la certeza de que voy a salir, de que no voy a fracasar. Tengo fe, lo que no obsta para vivir momentos de enorme inseguridad. Sé que a base de pelea se consiguen las cosas. A veces me digo que no me gusta ser como soy: pedaleando todo el santo día. Pendiente. Desconfiada.

Pero consigues la confianza de los demás.

– Sí. Tiene que ver con la seducción.

Es curioso, tú hablas de seducción cuando ahora otros hablarían de liderazgo.

– Si supieran las veces que no tengo ni idea, pero confían en mí. Di tú algo, me dicen. Me agarro a eso, y el resto sigue. Siempre tiene que haber alguien que ceda. Un buen seguidor es algo clave, alguien que se sienta confortable, que estime su trabajo, que a la mañana venga contenta a trabajar. Estoy muy orgullosa de las gentes que trabajan conmigo, es un equipo cohesionado, que trabaja muy bien. Somos veinte.

Y ahora es la siguiente generación la que tira del taller.

– Sí, mis hijas. Yo cerquita, aunque demasiado interventora. Me siento muy orgullosa de mis hijos. Sé que soy demasiado exigente. Siempre les he pedido la luna. Nunca nada es suficiente. Es lo mejor que tengo.

La parábola de los talentos también tuvo influencia en ti.

– Pues sí. Bajo tierra no meto nada. Todo tiene que dar fruto.

¿Y qué significa un hombre en tu vida?…

– Algo muy importante, aunque tuve una pareja que no salió bien. Necesito un hombre que me valore y que me quiera, que me empuje y que no tire para abajo, que esté muy orgulloso de mi. No sé si alguien dirá que es un poco machista, pero es lo que pienso.

Una vida.

– Le gusta mucho la música y leer. Está enfrascada con un libro de Manuel Rivas y otro de Svetlana Alexievich, última Premio Nobel. También los libros de viajes.

– Le gustaría tener algún día más sentada en la terraza de un bar, pero no se siente capaz. No ha ido mucho a la playa, por mala conciencia; siempre ha pensado que tomar el sol es perder el tiempo.

– Le gusta la India y su belleza, a pesar de la pobreza. Sus hombres y sus mujeres. Trabajando ellas con sus joyas colgando. Listas, cumplidoras con lo que prometen, intuitivas. Aunque trabajen en el barro, siempre parecen limpias y elegantes. Es el país del futuro.

– El diseño es mucho trabajo. Se trata de llamar la atención con ropas imposibles, pero detrás del reclamo hay una industria fuerte, sólida, con prestigio social. No todo el dinero que se hace es “con sangre”.

Antton Valverde: «Hay que relativizarlo todo, incluido uno mismo y lo que ha hecho».

Publicado por el 18 Abr 2016

Siempre me ha parecido admirable su calma y su escaso ego. A cada momento parece disculparse diciendo que no tiene mucho que decir en una entrevista a la que ha accedido, yo lo sé, por amistad y por las amistades comunes que nos unen. Días atrás me había enviado una canción con letra de Jon Mirande, que él recordaba que me había gustado, hacía ya muchos años. Me cuenta que anda preparando, en compañía de Andu Lertxundi, un nuevo recital de canciones con letras de poetisas vascas. Mientras hablamos de la letra de Jon Mirande, le pregunto por algún momento especial en su vida.

– No tengo ese momento concreto que me haya marcado de manera definitiva. Veo mi vida como un transcurso. Se ha ido conformando poco a poco. Sin mucha alharaca. Ya te digo, aunque hay dos facetas a lo largo de mi vida, la empresarial y la musical, no puedo hablar de grandes tumbos, porque como músico, y cantante en particular, me fui metiendo poco a poco.

Cualquiera que te conozca dirá de ti que eres un hombre tranquilo; al menos eso dice tu forma de expresarte.

– Ciertamente no soy una persona que se precipita. No sé si es prudencia, pero si puedo no correr grandes riegos, no los corro. Eso no es obstáculo para que me haya tocado emprender.

Eres de esas personas a las que, a pesar de tener una afición artística, te toca seguir con la empresa familiar. No te tocó lo que te gustaba.

– A mi padre le pasó lo mismo, pues lo que realmente le gustaba era la pintura y la literatura. Terminé la carrera en la ESTE y estaba destinado a seguir en la empresa de la familia. Vivir de la música era entonces, y sigue siendo hoy, complicado.

Supongo que habría en ti una cierta contradicción y, tal vez, sufrimiento al tener que optar por la empresa en lugar de dedicarte a la música.

– Pero tampoco me ha costado mucho. Decidí no amargarme. He aprendido a relativizar las cosas. Lo fundamental en esta vida es adaptarse, no sufrir más de lo que, en su caso, la propia vida te haga sufrir. Y tengo que reconocer que la empresa y la formación empresarial me dieron también una capacidad de cálculo más frío. Me gustaban sin duda más las humanidades que las ciencias. Pero he sabido adaptarme.

¿Qué es lo que más te ha ayudado?…

– Formar una familia estable. De mi familia no he recibido más que apoyo; jamás problemas, solo apoyo.

¿Qué relación guarda todo eso con la felicidad?…

– No sé muy bien qué es la felicidad. No hay un estado de felicidad, hay más bien estabilidades y cosas buenas que te da la vida. Tal vez lo identifico más con la ausencia de desgracias. Así, dulcemente, puedes decir que has sido y eres más o menos feliz.

– ¿Y si en lugar de felicidad habláramos de paz?…

– Eso sí que tiene más sentido para mí. No hubiera podido aguantar una vida convulsa. Pero, es verdad, hay momentos de felicidad, o de paz, que en mi caso tienen que ver por una parte con los afectos y por la otra con las aficiones, entre estas la música, que para mí es un fenómeno total. Cuando mi mujer me pregunta: ¿en qué estás pensando?… En notas; en todo momento tengo notas en la cabeza. Siempre tengo una musiquilla. Es un fenómeno envolvente.

Y que te hace estar por completo ahí, presente.

– Anclado. En ese momento parece que sobra todo lo demás.

Y ahora, a tus 72 años, tu dedicación a la música es más constante que antes.

– Sí, me entretiene y me mantiene. Toco el piano y hago más canciones que nunca. Algunas saldrán a la luz y otras no. Diré además que mi actividad musical me ha dado ocasión de hacer y cultivar excelentes amistades, de las que he disfrutado y disfruto mucho.

¿Temes a algo?…

– Sí, me asusta la vejez; estoy muy bien, pero temo a la torpeza, los olvidos, los achaques. No entiendo ese afán de la humanidad de prolongar la vida. Lo detesto. Continuamente sube la esperanza de vida. Me parece una locura. Vale la pena vivir en todo caso, pero, ya digo, no me gustaría llegar a viejo. También me parece un disparate vivir una vida que no merece la pena ser vivida. Hay sufrimientos y sufrimientos.

– ¿Te arrepientes de algo?…

– No, y espero que se me entienda, no creo haberlo hecho todo bien, pero sí que he procurado hacerlo bien. Luego resulta que tienes más información y, sabiendo lo que luego sabes, tal vez lo habrías hecho de otra manera, pero, puesto en aquella tesitura, volvería a hacer lo mismo.

¿Qué te gustaría transmitir a otros?

– No he hecho grandes cosas. No soy un “gran hombre”, no tengo mucho que transmitir. Tal vez unas cuantas canciones escritas en un momento difícil de nuestro país, pero sí les diría que lo importante es escuchar, dejar hablar, saber ponerse en la piel de la otra persona. Todo pasa por la escucha, por estar abierto, por intentar captar.

¿Eres de los que la gente se acerca para que le escuchen?…

– Me ha ocurrido en ocasiones, con problemas de convivencia o disputas de un tipo u otro, y te diré algo que he aprendido: hay situaciones que a lo mejor no conviene arreglar. Me ha ocurrido con situaciones de pareja, y también de otro tipo de enfrentamientos: a veces metes la pata queriéndolo arreglar. No merecía la pena. Hay ocasiones en las que hay que cortar. A todo el mundo le puede ir bien de otra manera.

¿Cómo ha sido tu relación con el público?… Algo me dice que eres un gran tímido.

– Al principio tenía que vencerme mucho; no conseguía estar cómodo. Y estando en escena, con Xabier Lete, que es con quien más he colaborado, me sentía muy bien en el papel de quien está detrás. La persona visible era Lete. Yo le daba la seguridad de quien no va a fallar. Ya con los años me encuentro más cómodo. Ya no me pregunto cuando voy a dar un concierto “para qué me habré metido yo en esto”. También es cierto que vas mucho más preparado, y la preparación es el antídoto contra la timidez. La seguridad es parte de la profesionalidad.

– ¿Y la motivación para cantar?…

– Ha cambiado con el tiempo. Con «Larogeitamazazpi» pretendí cerrar lo que había hecho hasta ese momento. Volqué todo. Me quedé a cero porque creí que no haría más cosas: me equivoqué una vez más. Desde entonces he publicado un CD, un DVD, y hay algo en camino. Ahora lo hago por satisfacción personal, por el gusto de hacer lo que me gusta. Estoy satisfecho de haber contribuido con algunas canciones en euskera, y sobre todo de haber difundido la obra y la personalidad de “Lauxeta”, del que me interesó esa doble faceta tradicional y modernista. Aunque no sé si con mis canciones ocurrirá lo que decía Xabier Lete.

¿Qué decía Lete?…

– Que al morir alguien le preguntaría: ¿y tú quién eres?… A lo que Lete contestaría: el autor de “Xalbadoren heriotzean”. Entonces ese alguien le respondería: está bien, pasa. Estaba extrañado del éxito de esa canción. Hoy ya no tengo angustia alguna con respecto al éxito. Me encanta que a alguien le gusten mis canciones, pero cuando no es así relativizo. No se va a caer el mundo. Las cosas tienen la importancia que tienen.

– Te acuerdas de Lete…

– Todavía me emociono al recordarlo y lo sigo admirando. Era una cabeza privilegiada, de ideas claras: “No quisiera repicar a muerto por un viejo pueblo; es absurdo vivir a impulsos del corazón”, dice en algún verso. Me llamó la atención su evolución final con respecto a la religión.

¿El arte en sí mismo es suficiente para sobrevivir, y no hablo desde el punto de vista económico, sino personal, vital?…

– El arte por sí mismo no es suficiente. No lo es si por otra parte hay desgracias de otro tipo, como la soledad o la miseria. No es casualidad que haya una determinada frecuencia, bastante alta, de suicidios entre artistas. Por otra parte, entre algunos hay mucho ego, aunque mi padre solía decir que había observado más ego entre pintores que entre escritores.

¿Cómo creas una canción?…

– Necesito un punto de partida. A veces pueden ser tan solo dos notas. Si llegas a hilvanar una frase musical, que puede ser de ocho a diez segundos, la canción está hecha. El resto es oficio. También las letras sugieren un estilo de música. En ocasiones he compuesto una música y le he dicho a quien escribe la letra que se adapte a esa música.

¿Cómo llegan esas dos notas?…

– A veces te vienen en la cama: o lo apuntas o lo has perdido. Pero últimamente ya no me levanto.

Una vida.

– Nacido en Donostia, en el año 1943.

– Estudia en la ESTE, Universidad de Deusto, y se inicia en el piano a los seis años.

– Empieza a cantar a los 25. Hasta el momento ha editado trece discos.

– Su mujer le dijo que si ella aprendía euskera él debía terminar la carrera de piano. Y así lo hicieron, una y otro. Luego finalizó armonía completa y cinco cursos de composición con Escudero, del que guarda un recuerdo entrañable.

– Estima la música de George Brassens, por su estilo y por considerar que se trata de una filosofía de vida volcada en sus canciones.

– Lector asiduo. Admira y colabora con Andu lertxundi y se le ponen los pelos de punta al leer la represión franquista en Navarra de la mano de los recientes libros de Miguel Sanchez Ostiz.

IRENE CORMENZANA: «Deberíamos dejar de pensar que los demás estamos a salvo de la guerra»

Publicado por el 13 Mar 2016

Tengo algo en común con Irene: somos dos donostiarras que hemos terminando viviendo en Navarra. Ella en Lekunberri y yo en Obanos. En una lluviosa mañana me relata su historia en SOS Balkanes, organización de la que fue socia fundadora. Y lo que cuenta me parece, a cada momento, más actual, más a tener presente, a no olvidar. Aquí y ahora. Entre nosotros. Con la conversación descubro una mujer a la que la experiencia de la guerra no ha borrado su profunda delicadeza. Le pregunto por ese momento que marcó su vida.

– Tengo 20 años. Primavera. Una mañana yendo a la facultad, me topo con un chico sentado con una pancarta en la que pide una universidad pública y laica. A la salida seguía allí. Y al día siguiente y al otro. Era del MOC (Movimiento de Objeción de Conciencia). Yo estaba entonces metida en un lío reclamando mi derecho a objetar a la asignatura de religión. Y además sentía un rechazo visceral a la violencia, al autoritarismo, al dogmatismo, así que parecía estar esperándome. Me sumé.

– ¿Conocías previamente Bosnia?

– Viajé a Yugoslavia cuando Tito todavía vivía. Me encantó. Pero fue la guerra la que me hizo conocer a fondo Bosnia, un país precioso, de gente con un humor increíble.

Nada hacía presagiar lo que luego pasó.

– El lema yugoslavo era la unidad y la fraternidad de los pueblos y Bosnia era un ejemplo por la coexistencia de varias religiones. Las diferencias religiosas no eran entonces relevantes porque buena parte eran ateos.

Yugoslavia se rompe y Bosnia celebra un referéndum impulsado por Naciones Unidas y proclama su independencia el 6 de Abril de 1992. Ese mismo día los tanques del antiguo ejército popular yugoslavo se vuelven contra ella.

– El mismo ejército del que se sentían orgullosos. Muchas personas se resistían a creer que ese ejército se proponía destruir precisamente su historia de convivencia.

– ¿Lo veían venir?…

– Pocos. No era fácil admitir que tus vecinos podían convertirse en tus enemigos. Hubo mujeres encerradas y violadas por antiguos compañeros de colegio. No estaban preparados, ni psicológica ni militarmente.

– Vuelves a Bosnia tras la guerra …

– Los que meses atrás hablaban de fraternidad, no habían dejado nada en pie. Era la destrucción, el ensañamiento, la crueldad.

La experiencia fue peor que las informaciones de la prensa.

– Cien veces peor. Hasta entonces las víctimas eran personas imaginarias, anónimas, pero cuando tienen cara y nombres y voz y les tocas, todo adquiere otra dimensión, se convierten en personas de carne y hueso iguales que tú y que yo. Y entonces sus dramas te traspasan. Yo quería comprender cómo podía ser posible aquella locura. Me sorprendió que no hubiera un afán de revancha. Insistían en que no se podía meter en el mismo saco a todos los “serbios” o los “croatas” pues entre ellos también había quienes apostaban por la convivencia. No era una cuestión de etnias enfrentadas sino de modelos de sociedad enfrentados. Segregación por religiones frente a convivencia, pluralidad y mezcla.

¿Y cómo se llega a eso?

– Propaganda, manipulación. Inventando amenazas y peligros. Alimentaron la venganza hacia los musulmanes con la idea absurda de que eran descendientes de los otomanos que habían ocupado los Balcanes. Cuando Mladić toma Srebrenica dice ante las cámaras que le acompañan: “ha llegado el momento de vengarnos de los turcos”. Y mataron a ocho mil personas –tan bosnias como el propio Mladić- cuyo delito era tener un nombre de pila musulmán. Te convencen de que tienes un enemigo. Luego, cuando la guerra se desencadena, cobra autonomía propia. Un crimen alimenta otro crimen.

Detrás de todo ello no hubo, pues, injusticias, ni conflictos previos, agravios anteriores; nada más que construcciones mentales generadas de manera interesada, explotadas en el momento oportuno.

– La guerra se prepara, se alimenta y se justifica recurriendo a agravios o a conflictos de distinto tipo pero, en el fondo, no hay sino ambición, envidia, codicia, deseo de poder. La guerra no pretende solucionar los conflictos sino simplemente eliminar por la fuerza todo lo que se interpone.

– ¿Qué piensas hoy?…

– Hay una línea muy delgada entre la exaltación del etnicismo y el racismo. Ese desprecio hacia otros grupos; la consideración de una cierta superioridad de unos sobre otros. Muy peligroso. Asusta lo fácil que calan esos discursos; lo fácil que es hacernos ver simples etiquetas donde lo que hay son personas. Primero se les priva de personalidad, luego se les reduce a cosas, después a algo que amenaza con alterar nuestra vida y se termina aplaudiendo cuando se las hace desaparecer de nuestra vida y se termina aplaudiendo cuando se las hace desaparecer de nuestra vista.

Europa.

– Me rebelo con la actitud de Europa. Ser musulmán juega en contra. El mestizaje religioso de Bosnia se veía como una rareza exótica incomprensible. Les encajaba mejor la versión de que la guerra era consecuencia lógica del choque de religiones. No sé si fue ceguera o hipocresía, pero abandonaron a Bosnia y la dejaron en manos de Serbia y Croacia para que se la repartieran. Los bosniacos sobraban en su plan. Sabes que los Estados solo se mueven por intereses, pero cuando ves que cierran los ojos ante un genocidio que ocurre delante de sus narices, es descorazonador, indignante.

¿Hubo algo bueno?…

– La guerra como tal es maldad en estado puro. Otra cosa es que por instinto de supervivencia, por amor a tus seres queridos o por simple humanidad, las personas sean capaces de jugarse la vida o compartir lo poco que tienen. La necesidad aguzó el ingenio. Hicimos una exposición con artilugios hechos en Goražde, durante el cerco sin electricidad y sin agua potable: radios a pedales, minicentrales eléctricas en el río con piezas de lavadoras, recetas de cocina a base de ortigas. No tenían casi comida. Hubo algunos casos, pocos pero hubo, de personas que se arriesgaron por ayudar a sus supuestos enemigos. Me viene a la mente un caso terrible de una niña en Višegrad…

¿Tienes un recuerdo especial de alguien?…

– Aunque se me hace difícil mencionar a una única persona, tengo gran amistad con el hombre que organizó la defensa de Goražde. Hasta que comenzó la agresión había sido un vividor pero fue el primero en reaccionar y estuvo siempre en primera línea. Dice que fue la etapa de su vida más íntegra. Paradojas de la vida, de joven no había querido hacer el servicio militar.

¿En qué has cambiado?

– Soy más pesimista que antes. La guerra es la mayor decepción del género humano. He visto lo fácil que es convertir a las personas en bestias y que no aprendemos. Y he aprendido de la capacidad de enfrentarse a la adversidad y al dolor. Te sorprenderá, pero también me he reído mucho con su humor negro.

¿Quién es hoy Irene Cormenzana?…

– Alguien que ha perdido un poco de brillo en los ojos, con más amargura, que está contenta de no verse convertida en una cínica, porque se puede terminar así, dejando de creer. Una mujer más realista pero que no renuncia a la utopía como horizonte, como referencia. Una mujer más antibelicista que antes y que piensa que lo ingenuo no es querer acabar con las guerras; lo ingenuo es pensar que la guerra se puede domesticar, someter a leyes.

¿Qué te ha ayudado y qué has aprendido en esa experiencia?

– La paciencia, la perseverancia, la capacidad de ponerme en el lugar de los otros, la imaginación, el sentido del compromiso. He aprendido que deberíamos dejar de pensar que los demás estamos a salvo de la guerra o del racismo. No sé qué es peor: ser perseguidora o perseguida. Yo prefiero lo segundo y prefiero mil veces más una sociedad diversa y mezclada antes que una sociedad uniformizada. Es más viva, más rica.

¿Hay algo que te irrita en especial?…

– Me irrita el cinismo del realismo político. Es una excusa para no actuar. Y me molesta la falta de conciencia de lo importante que es la educación. Sin educación, sin espíritu crítico, somos presas fáciles del adoctrinamiento, nos convertimos en borregos.

¿Harías ahora las cosas de otra manera?…

– Durante la guerra estábamos sobrepasados, había que actuar rápido y había precipitación. Tuvimos bastantes problemas internos por ello. A veces no contrastamos con suficiente rigor algunos datos. No afecta a lo fundamental pero ves que puedes caer en algunas trampas. A veces leo escritos de entonces y encuentro cierto tono de panfleto dramático que no me gusta, pero quién sabe, quizás si no hubiéramos actuado y hablado con el corazón en la mano y con cierta vehemencia, no habríamos contagiado la solidaridad.

– ¿El dinero que se recoge finalmente llega a quienes lo necesitan?

– Hay quien se disfraza de humanitario para robar, pero por supuesto hay organizaciones honradas y que merecen confianza y que se juegan además la vida. Es cosa de ver su trayectoria, su manera de actuar. Algunas gastan mucho en su propia estructura. Pero si no la tuvieran tampoco podrían hacer lo que hacen. Desconfío de las que se promocionan con publicidad muy emocional, casi morbosa que no ayuda a entender. Algunas buscan captarte con las mismas técnicas que una empresa que quiere venderte algo. Te llaman, te presionan… no me gusta.

– ¿Qué podemos hacer los que observamos lo que sucede con los fugitivos de Siria?…

– Interesarse, no despreocuparse. Si estás atento tienes la oportunidad de hacer algo desde tus capacidades y posibilidades. Exigir a las administraciones que hagan algo está bien, es necesario, imprescindible, pero la pregunta es: ¿y tu qué haces?…

Una vida.

– Nacida en 1958. Psicóloga, animadora teatral, interiorista.

– Veinte años de trabajo en SOS Balkanes.

– Amante de los animales y de la contemplación de la naturaleza.

– Le gusta la buena música. Ravel.

– Buenas influencias: su padre, buena persona, médico, al que los pacientes acudían ante todo para ser escuchadas, sin límites de tiempo.

Miguel Gutiérrez: «El exceso de idealismo es peligroso».

Publicado por el 14 Feb 2016

Lo conocí hace muchos años. Me dijo algo que siempre he recordado: “no es posible ni recomendable que con los años nos sigan temblando las rodillas al contemplar a la persona amada, porque, de ser así, acabaríamos con serias dificultades para andar”…. Me reí y él también, pero lo cierto es que a Miguel le veo reír siempre. Le pregunto por un acontecimiento que cambió su vida.

– Mi separación matrimonial; rompes una relación previa y es doloroso. Implica una carga emocional que ya no olvidas. Una separación es más difícil cuando aún se quiere, como fue mi caso, que cuando ya se odia.

– Al acercarse gente diciendo que está pensando en separarse, ¿qué les dices?…

– Que sean responsables de las consecuencias. Nadie puede sustituir a quien tiene que tomar esa decisión. Lo que sí me sorprende es cuando la separación se produce tras unos años de convivencia previos al matrimonio.

– ¿La separación es un fracaso?…

– Es un cierto fracaso en la medida que es la ruptura de un proyecto compartido. Por eso lo pasas mal.

– La separación ahora es mucho más frecuente. ¿Qué ha cambiado?…

– Que la vida está menos encorsetada, que hay más posibilidades y que, en el caso de la mujer, el cambio que se ha producido es total. Si hay un verdadero cambio en siglos es lo que ha significado la incorporación de la mujer a la educación y a la vida laboral. Eso lo ha transformado todo.

– Hay quien piensa que el incremento de separaciones tiene más que ver con un cierto “ablandamiento social”, con una menor capacidad de aguante, y lo achacan a una pérdida de valores.

– Que la sociedad sea más permisiva me parece algo positivo. Justificar actitudes personales en función de valores generales es una gran excusa.

– Alguien me dijo en cierta ocasión que el verdadero problema no era la primera separación, sino la segunda.

– Significa que no se ha aprendido nada del primer fracaso. Lo único bueno del primer fracaso es el aprendizaje.

– También he escuchado decir que si una pareja continúa es con frecuencia porque en cada momento, uno de los dos quiere más que el otro, y finalmente cede, lo que no implica que siempre sea la misma persona.

– Es verdad que en algún momento puede implicar ceder, pero también en otros significa adelantarte a sus deseos. Una pareja no continúa sin que haya generosidad. Creo que es importante saber dar y saber recibir, asegurar que estás dando de verdad y reconocer que te están dando, respetar límites y convicciones de la otra persona. También se aprende. Y saber clasificar bien los problemas, qué es importante y qué no lo es, para ti y para los demás. Hay quien se ahoga en un vaso de agua.

– Estás hablando de realismo en el día a día.

– Las personas que más posibilidades tienen de sobrevivir razonablemente bien son las que viven con los pies en el suelo; por el contrario, quienes idealizan excesivamente son más tendentes a tener dificultades. El exceso de idealismo es peligroso. Las personas que no se ajustan a la realidad tienen muchas dificultades para cambiar. Al idealista se le ve como algo positivo, pero no lo es. Los ideales hay que ponerlos en solfa, porque los ideales cambian y los demás también tienen ideales. En política, ya lo hemos visto, es perfectamente aplicable.

– Al final, ¿qué es lo importante?…

– La amistad. Tengo un círculo de amistades potentísimo, del que me siento muy orgulloso. Y eso es en parte porque desde pequeño me he criado en la calle. Formaba parte de cuadrillas mixtas. Fui al Instituto, donde no había campos de futbol y los chicos tenían que salir a la calle para jugar. Y entre mis compañeros había absolutamente de todo: gente muy humilde, becarios guipuzcoanos que venían del Alto Deba, hijos de guardias civiles y de militares de baja graduación, hijos de obreros y de profesionales. Y eso me dio la posibilidad de tratar, conocer y adecuarme a gentes muy diferentes, que luego ha resultado ser clave en mi vida. Eso me ha favorecido mucho. Pero también lo he cuidado mucho. Soy muy amigo de mis amigos.

– La amistad, el mejor remedio contra la soledad.

– La soledad es uno de los problemas más graves que hoy tenemos, que cuando te haces mayor y tu pareja, en el caso de tenerla, muere, puede convertirse en algo muy grave e irreversible. La soledad es la enemiga de la felicidad. La amistad es un distintivo de la naturaleza humana. Las vacas no tienen amigas, ni eligen amistades, simplemente pastan juntas.

– Y junto a la amistad…

– La familia. Fuimos siete hermanos, y el recuerdo de mi casa es de una gran actividad, donde confluía y cabía mucha gente, porque eran amigos de un hermano o de otro. Vivir en colectividad está reñido con el egoísmo. Mi padre se gastó todo lo que tenía en las carreras de sus hijos. Siete hijos, siete carreras. Al final vive muy feliz pero con la ayuda de todos nosotros. Por cierto, algo que hacemos muy a gusto.

– En definitiva, que tú te ves viviendo y formando parte de una red.

– No concibo la vida de otra manera. Y esa es mi manera de trascender, de dejar un legado.

– La familia es el modo concreto en el que trascendemos.

– Sí, porque el grupo también se desvanece. Pero en la familia hay una nueva generación que continúa. Los valores están para ejercerlos a través de actos concretos. Yo no soy religioso, tampoco antirreligioso. Soy agnóstico. Acepto el sentimiento de finiquitud, de que esto se acaba. Y mi manera de trascender es la familia. No legas nada a los amigos, sino a tu familia. Esa es mi mayor preocupación: mis hijos. Y al mismo tiempo, disfruto. Pendiente de ellos y, a la vez, satisfecho de ellos.

– ¿La amistad, la familia y qué más?…

– La responsabilidad. De pequeño era un poco bala. Pero me enseñaron que para aprobar hay que estudiar.

-¿La responsabilidad cura?…

– La salud tiene también mucho que ver con aspectos genéticos y circunstancias ajenas, pero también con la convicción de que somos protagonistas de nuestra propia vida. Hay margen y hay responsabilidad, aunque algunas personas tienen más recursos que otras.

– ¿Y hasta qué punto tiene margen de maniobra un psiquiatra?…

– Me ubico con criterios de realidad. Tú aprendes a asumir tu responsabilidad, a saber lo que se sabe. Y a veces se sabe más o menos. Hay quien sabe lo que no se sabe y quien tiene respuestas para todo. A mi juicio, esos profesionales tienen cierto riesgo a la hora de tratar enfermos.

– ¿Qué piensa un psiquiatra del crecimiento de los procesos de coaching y autoayuda?…

– Que está desestructurado, que no hay especialización, que no hay garantía y que existe un riesgo para el cliente. Son actividades que requieren regulación, como todo, y a día de hoy no existe ninguna. Nosotros en la sanidad pública trabajamos en equipo. Hay un control mutuo. La sanidad pública es más potente y mejor, precisamente porque está regulada. Al médico vamos cuando ha fallado la autoayuda. El confesor tiene mucho que ver con el psicoanalista o con la psicología. Es el recurso psicológico vehiculizado con fondo religioso. Alcohólicos Anónimos es un modelo de tratamiento moral de un problema. Es útil para mucha gente.

Ante el mismo problema, ¿puede haber soluciones diferentes?

– Tantas como personas.

– ¿Te arrepientes de algo?…

– En lo fundamental no, pero siempre te queda la duda de si no podrías haber evitado algunas cosas en el ámbito profesional, por ejemplo los suicidios de algunos de tus pacientes, algo muy doloroso.

Una vida.

– 1978. Doctor en Medicina y Cirugía. Universidad de Bilbao.
– 1983. Jefe Servicio de Psiquiatría. Hospital Santiago Apóstol, Vitoria.
– 1998. Jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Cruces.
– 2001. Catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina. UPV.
– 2012. Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.
– No le gustan los conflictos personales.
– Le gusta la cooperación, la literatura de viajes, la historia, su huerta y tomar potes con sus amigos.
– Le entusiasman sus cuatro hijos.
– Quiere por encima de todo a su mujer.